MÓNICA:
— Si no te levantas en este preciso instante te juro, Mónica Hayeck, que te vuelco un jarra de agua helada encima. — Advirtió con voz autoritaria, Melissa. Casi la podía imaginar entrecerrando los ojos y con el ceño fruncido. — Con jarra y todo — Agregó.
Abrí levemente los ojos y solté un bufido exasperado ante mi maravilloso despertar.
— Ya, ya… No hace falta tanta agresividad. — Dije, haciendo un gesto despectivo con las manos mientras me sentaba en la cama. — ¿Por qué tanta urgencia? — Pregunté.
— ¿Se te olvida que día es hoy? — Preguntó ella de vuelta. Iba a negar, pero su rostro dividiéndose en una gran sonrisa a medida que pasaban los segundos, me recordó. — Tienes que estar temprano en el hotel, así que vístete rápido. Ya el desayuno está listo. — Dijo, saliendo de la habitación.
Rodeé los ojos lanzando un bostezo al aire. Mis piernas aún estaban bajo las cobijas mientras mis brazos estirados sostenían mi cuerpo. En un vago intento por salir de la cama, volví a caer rendida en el colchón.
Bufé fastidiada y estiré mi brazo hasta que tocara la mesita de noche a lado de mi cama, tanteé el sitio en busca de mi celular. Entrecerrando los ojos y con el ceño levemente fruncido encendí la pantalla del aparato, bastó solo eso para que abriera por completo los ojos.
— ¡Son las seis de la mañana! — Exclamé, totalmente indignada con Melissa.
— Lo sé. — Gritó desde la cocina. — Es mejor estar allá temprano, tienes que mostrar interés. — Tuvo el tupé de decir.
—¡Pero si la interesada eres tú!— Vociferé.
Y era cierto; en ese último mes la más ansiosa de nosotras porque ese día al fin llegara, había sido ella. Constantemente estaba revoloteando a mí alrededor, siempre al pendiente por si de casualidad habían realizado algún cambio en la fecha de la entrevista. Podía jurar, que jamás había estado tan interesada en algún tema que a mi universidad respectara.
Y es que, desde que le había dicho que le haríamos la entrevista nada más y nada menos que a Noah O´donnell, no paró de chillar y de rogarme que la llevara conmigo, obviamente me negué, pues no sabía si eso estuviera permitido. Pero Melissa Gottari, una castaña despampanante con unos ojos tan grises como el gris del cielo cuando está a punto de llover, siempre conseguía lo que quería.
— Touché. — Respondió.
El olor a café con leche recién hecho y a tostadas calientitas fue suficiente incentivo para levantarme de la cama, cuando en realidad lo único que quería era adherirme a ella como por toda una semana. Ese mes había sido el más agotador de toda mi vida, entre preparaciones de la pasantía, exámenes finales y demás se habían ido los treinta días y con ellos, parecía que también como diez años de mi vida.
— Buena manera de chantajearme. — Mis pies, como si tuvieran mente propia, habían llegado por si solos a la cocina. Me senté en el taburete frente a la barra donde comíamos, inhalando uno de mis aromas favoritos en el mundo. — Con comida. — Completé, tanto la frase como mis pensamientos.
— Siempre funciona. — Chasqueó la lengua, y provocando un rugido en mí estómago dejó las tostadas y los panqueques en torre sobre la encimera. — Ahora, mientras desayunas, yo me termino de arreglar. Y más vale que te apures, no pedí el día libre por nada.
— En realidad sí lo pediste por nada, porque al fin y al cabo no te dejaran entrar a la entrevista. — Repliqué, llevándome a la boca una tostada.
— Eso no me importa. ¿Qué sabes que nos encontremos a Noah en algún pasillo? — Preguntó retorica — Hay que estar preparada para todo.
Rodeé los ojos irritada. Últimamente me encontraba más susceptible que de costumbre, no sabía si era porque estaba entrando en esos días y Andrés me iba a visitar o por todo el cansancio que tenía acumulado. Lo más probable era lo segundo, así que lo único que quería en ese momento era terminar de una vez por todas con el semestre e hibernar todas las vacaciones.
Cuando ya el plato frente a mi estaba vacío, una Melissa completamente arreglada apareció en el umbral de la cocina.
— ¿Y a quien vas a ver? ¿Al príncipe? — Bromeé, causando que me rodara los ojos en respuesta.
— Ya te dije que mejor es estar preparada. ¿Y tú qué? ¿Vas a ir en pijama? — Contraatacó.
En ese preciso instante ya me encontraba fastidiada otra vez y fui totalmente consciente de mi cambio drástico de humor.
Ese iba a ser un día largo.
Mis brazos estaban doblados sosteniendo todos los papeles y carpetas contra mi pecho, mientras que mis ojos abiertos de par en par, observaban todo nuestro alrededor con asombro. Estaba totalmente consciente que se notaba a leguas que no había siquiera pisado un hotel como ese en mi vida.