Little Stories

Mar Azul

Mar caminaba como cada día, cuando el sol estaba en medio del cielo, por la calle de los mil sueños, como la habían llamado con su mejor amiga.

Esa mañana había despertado más temprano de lo normal y a pesar de que había dormido solo cuatro horas se levantó y corrió al hospital donde se encontraba Azul, su mejor amiga, hacía meses que se encontraba allí después de un accidente que le costó la vida a sus padres y estado de coma a ella.

Mar no perdía las esperanzas, cada día pasaba las mañanas con ella, le contaba cómo iba su trabajo, el cual había comenzado para poder pagar las cuentas del hospital, le leía un libro, le cantaba o simplemente se sentaba a su lado sosteniendo su mano mientras escuchaban música o veían una película.

Pero ese día, en aquella calle se encontró una mariposa en el piso, se agachó y colocó su dedo junto a ella, la mariposa se subió y ella siguió caminando. Caminó hasta el final de la calle, donde había una banca justo delante del pequeño bosque que ellas habían llamado, el bosque de las almas.

En cuanto tomó asiento, la mariposa voló de su dedo a su nariz, se posó allí por varios minutos. Mar admirando a la mariposa, y la mariposa apreciando a Mar. Hasta que una lamparita se encendió en la cabeza de la joven. Sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a negar con una sonrisa, y su voz, repleta de amor, pronunció:

—No te vayas Azul, quédate conmigo.

Las palabras fueron dirigidas a la mariposa, quien realmente parecía oírla y comprenderla. Luego de unos segundos emprendió su vuelo. Mar la observó hasta que desapareció y después salió corriendo nuevamente hacia el hospital.

Sentía que el camino se hacía más y más largo, como si el destino estuviera jugando con ella. Ya agotada y con un mínimo de aire en sus pulmones divisó el hospital y dio su último esfuerzo para llegar.

En cuanto entró, enfermeras y médicos, que ya la conocían, la observaron en silencio, con miradas que ella no supo interpretar. No dejó que nadie se le acercara, tenía miedo de lo que podrían decirle y corrió por las escaleras hacia el séptimo piso.

Cuando llegó a la habitación, cayó al suelo, sus piernas ya no daban más. Escocían como nunca antes, y sus pulmones ardían, como si estuvieran prendidos fuego. Su mirada estaba en el suelo, el miedo no le permitía observar la camilla. Pero notó algo diferente, el ruido de las máquinas de los signos vitales de Azul no sonaban. Y ahí fue cuando levantó la mirada. Pero su amiga ya no estaba.

Comenzó a llorar, y mirando hacia arriba comenzó a hablar, pidiendo perdón por no haber estado en su último segundo como lo había prometido, pidió perdón por su egoísmo de querer que ella siguiera ahí, pero sobre todo se pidió perdón a ella misma por nunca haber confesado sus sentimientos.

Lloraba, lloraba y lloraba.

Hasta que unos pequeños y débiles brazos, de una persona que había escuchado cada palabra que había pronunciado Mar, la arroparon desde sus espaldas, y cuando giró su cabeza vio a Azul, quien en cuanto la había visto y escuchado sus palabras bajó de su silla de ruedas para estar junto a su amiga.

—No me fui, me quedo contigo.



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En el texto hay: drama, amor, macabro

Editado: 14.08.2021

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