Sin darme cuenta las siete de la mañana ha llegado. Debo regresar a casa pues el desayuno me debe esperar. El universo se ha enterado de cómo la conocí y tal vez es el único que sabe qué sucederá en el futuro.
Puedo ver el pueblo que me vio crecer desde aquí, la vista no ha cambiado desde que tengo uso de razón. Tomo un Diente de León y dejo que el viento se lo lleve. Esto solía hacer cada vez que llegaba a la cima de la montaña, y claro que ésta vez no es la excepción.
Pero he subido a esta montaña incontables veces, que me parece tedioso regresar por el lugar de siempre. Ha pasado el tiempo y nada ha cambiado, qué sentido tiene regresar por el mismo camino una vez más.
Miro el barranco y sin pensarlo dos veces decido probar mi habilidad, sea ésta una buena elección o no, me atrevo a tomar una ruta alterna para regresar a casa.
Doy un salto hasta una gran roca. Tal vez doscientos metros de caída libre me esperan si cometo un error.
- ¿Qué estás haciendo Leo? - es la pregunta que este día me deja el universo para responder.
-Creo saber lo que hago, creo saber lo que quiero, pero la única forma de saber lo que hago es haciéndolo…
Cierro los ojos y me concentro al máximo, y la única forma que hallo para estar cien por ciento concentrado es recordar como Liz respondió a una pregunta que le hice antes de que culminé nuestra conversación aquella noche.
-Si yo te pidiera un beso ésta noche, estando juntos bajo la luz de la luna, serias capaz de regalarme uno…
- ¿tú serías capaz de robarme un beso? –respondió de forma sabia con una pregunta
- Lo haría- no dudé en mi respuesta- ¿y tú? -
-Solo si tú quieres lo haría-
-Si es así, en dónde me darías el beso- pregunté-
Abro mis ojos. Estoy listo. Ésta vez no poseo cuerdas de seguridad, tan solo mi espíritu aventurero así que salto de roca en roca. El terreno es cada vez más adusto, pero no importa porque la adrenalina se encarga de mantener mi equilibrio.
Resbalo, pero logro sujetarme de las raíces de los árboles que sobresalen la pendiente. Me incorporo. Casi no tengo opciones para saltar, a menos que use la rama de un viejo roble como péndulo para llegar hasta las raíces de otros árboles.
-Te daría el beso en el lugar en donde tú me beses-
No pienso dos veces, así que me impulso y salto. Por un momento creo que no alcanzaré la rama. No logro maniobrar ni controlar el impulso, pero lo hago bien; suficiente como para alcanzar las raíces; pero éstas no soportan mi peso. Se rompen y caigo.
-Pero tú eres quien me va a dar el beso, debes ser tú quien me diga en qué lugar va a ser- dije.
Intento sujetarme de unas cuantas ramas sin éxito, hasta que soy detenido por un viejo tronco. “Debo estar loco” es lo único que pienso, pero valió la pena ya que después de casi diecinueve años he logrado encontrar una vista nueva: ésta vez el pueblo parece ser más grande, ha cambiado, y con los cambios estructurales han llegado pensamientos de éxitos y prosperidad a las personas que me vieron crecer.
-Entonces; dime en dónde quieres que te dé el beso- Su habilidad con las palabras me sorprendían cada vez más.
-En el lugar en dónde tus labios deseen posarse-respondí.
-En tus labios –dijo sonriendo, y con habilidad cambió de tema- Leo, espero verte en mi fiesta de cumpleaños. Prométeme que iras, hazlo por el beso que algún día te daré-
-Estaré ahí bonita, te lo prometo –Fue inevitable que mi corazón sospeche de mis ilusiones nacientes.
- ¡Sí! hablaré con mi prima para planear todo-argumentó, dejando que se le escape un leve, pero de seguro, muy confuso suspiro.
Un nuevo problema se presenta en mi descenso. Una pendiente de unos setenta y ocho grados, aproximadamente, me espera. Nunca intenté algo similar, pero si me atreví a saltar de roca en roca y a usar una rama como péndulo, por qué no intentar bajar por aquí.
Analizo el mejor camino, sinceramente no hallo ninguno. Poco a poco voy apoyando mis pies en pequeñas rocas que no deben soportar mi peso. Corriendo gran riesgo logro bajar. La ropa que uso está rasgada, pero afortunadamente mi cuerpo está a salvo.
Analizo lo que acabo de hacer; pude haber sufrido un accidente, no sé por qué lo hice, pero lo importante es que Dios no me ha dejado solo.
Regreso a casa y dejo que el agua se apodere de mí, y mientras gota y gota recorren por mi cuerpo, me siento feliz. No le había contado a nadie cómo la conocí. Sonrío. Después de mucho tiempo he podido recordar de forma clara lo que viví un domingo, como hoy.
Mientras el agua lava mi cuerpo, recuerdo sus caricias, sus palabras y su risa. Levanto mi cabeza permitiendo que el recuerdo golpee mi rostro. Aumento la presión y dejo que el agua aleje toda tristeza que en algún momento llegó a mi ser, por extrañarla y soñarla.