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—Señora, lamento no haber llegado a tiempo para evitar que la niña se montara en el caballo —se disculpó la niñera habiendo llegado al chalet, con los ojos llenos de preocupación.
—Fue mi culpa, no debí quitarle los ojos de encima —dijo Ryan, asumiendo toda la responsabilidad.
Hania los escuchaba, pero su mente estaba en otro lugar. Mientras caminaba en círculos por la sala del chalet, sus pensamientos volvían insistentemente a Alaric. Años atrás, habría hecho cualquier cosa por reencontrarse con él. Sin embargo, ahora la idea de estar cerca del italiano la llenaba de miedo y ansiedad.
Él la miró con el mismo odio y resentimiento que hace años. Claro que le había dolido y más enterarse de su matrimonio, pero lo que más le preocupaba era lo que haría o diría sobre el pasado que los unía y cómo eso podría afectar a Maya. Él pareció dispuesto a desmentirla cuando dijo frente a todos que no lo conocía.
Suspiró profundamente y extendió los brazos para cargar a su pequeña. La niña se colgó de su cuello, y Hania la abrazó con fuerza. Solo ella podía aliviar toda esa carga emocional y darle paz.
—Señora…
—Déjenme a solas, por favor. Hablamos más tarde —pidió Hania con voz suave, pero firme, dandole un besito a Maya en la sien.
Ryan y la niñera asintieron y salieron del chalet en silencio.
—Mamma, ¿estás molesta conmigo? —preguntó la pequeña ya más calmada, frunciendo el ceño mientras buscaba en los ojos de su madre alguna señal de enojo.
Hania negó lentamente, acariciándole el cabello con ternura.
—No, mi amor, no estoy molesta contigo —le respondió, tomando asiento y acomodando a Maya sobre sus piernas para secarle las lágrimas—. Tuve mucho miedo de que te lastimaras, por favor, no vuelvas a intentar montar un caballo tu sola. Es más, no intentes montar sobre una hormiga si no estoy yo para cuidarte.
Maya soltó una carcajada, imaginando lo que sería montar en una hormiga. Sabía que eso era imposible.
—No lo haré mami.. —murmuró con diversión, dándole un besito tierno en la mejilla.
Hania la acunó como solía hacer cuando era un bebé pequeño y frágil. De repente, comprendió que no era solo su hija quien necesitaba consuelo; ella también lo necesitaba.
Reencontrarse con su ex no fue fácil y convivir con él en el mismo rancho no formaba parte de la lista de cosas por hacer durante esa semana de "vacaciones".
No estaba dispuesta a arriesgarse a que dijera algo que hiriera a Maya. Una cosa era que descargara su ira sobre ella, pero no permitiría que por ningún motivo lo hiciera con su hija.
Alaric seguía herido, y el resentimiento brillaba intensamente en sus ojos verde turquesa. Cualquier cosa podía esperarse de él en ese estado.
«Tengo que hablar con Kendra y encontrar alguna excusa para cancelar el contrato que me obliga a cantar en la boda el próximo sábado. No puedo, no quiero estar aquí»
Lo único que deseaba era irse lejos con su hija y olvidar que había vuelto a ver al hombre que alguna vez amó. Hacía tiempo que decidió enterrar esos sentimientos y dar vuelta a la página en lo que fue su relación con Alaric Moretti. Ya se había resignado a que él nunca la perdonaría, y mucho menos reconocería a su hija.
A estas alturas de la vida ya ni siquiera le hacía falta, ella sola sacó adelante a su hija y le dio todo el amor que él le negó por culpa de su desconfianza.
Este reencuentro no iba a cambiar eso y era mejor no intentarlo. Que cada uno siguiera su camino como hasta ahora.
—¡Maldita sea! —bramó Alaric mientras Kendra le aplicaba una pomada en el hematoma de la espalda.
—Ya casi termino, amor —le dijo Kendra con calma, sus dedos trabajando con suavidad para aliviar el dolor.
—Es una pena que este incidente ocurriera con la hija de nuestra invitada. Menos mal que no resultó herida —murmuró Kendra en voz baja.
—De todas las cantantes que hay, tuviste que elegirla a ella —gruñó Alaric, tenso y molesto.
—Su música es hermosa, a mí me encanta y pensé que a ti también te gustaría.
Alaric se puso de pie de un salto.
—¡Pues pensaste mal. No me gusta! ¡Odio su música y todo lo que tenga que ver con ella! —espetó, perdiendo el control.
Kendra lo miró consternada.
¿A qué se debía el resentimiento con el que se refería a Hania si ellos ni siquiera se habían tratado antes?
—¿Qué está pasando, Alaric? Está bien que no te guste su música, pero no es para tanto. ¿Por qué reaccionas así?
—Ahora no tengo tiempo ni ganas de explicar nada —tomó una camisa limpia del closet y salió de la habitación dando grandes zancadas.
Kendra se quedó atónita.
—Eva, quiero que por favor vayas a buscar a la señorita Kendra y le digas que necesito hablar con ella —no se atrevía a ir personalmente y arriesgarse a encontrarse con el italiano. Todavía no pensaba que le diría en ese caso.
La niñera se alejó y fue a pasarle el recado a Kendra.
Hania aprovechó que se quedaba a solas con Ryan en la sala para hablar.
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Editado: 22.11.2024