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—Entonces nos iremos.
—Yo...
—Lo entendemos, Katherine, es lo mejor para nosotros y para ti. —determina James, mirándome de forma fija, mientras Charlotte me mira con los ojos vidriosos, asintiendo con la cabeza sin reclamarme nada.
¿No están molestos?
—Lo siento, de verdad lo siento. —murmuro sin ser capaz de decir otra cosa, Sofie me mira y mi corazón se hace pedazos al verla llorar de esa forma, sus ojos acusadores se posan en los míos.
Su labio inferior tiembla y no sé quién va a empezar a llorar primero, si ella o yo.
—Ya no nos quieres ¿Verdad? —inquiere ella, las lágrimas no dejan de salir de sus ojos y no tengo idea de cómo lograr calmarla.
—Sofie, yo no... Yo los amo, más que a nada en el mundo. —murmuro agachándome hasta quedar a su altura. —A veces amar es dejar ir, sabiendo que esa persona estará mejor en otro lugar. Los padres de Tamara te quieren demasiado y ellos te cuidarán, junto con Charlotte y James.
— ¿Por qué?
—Porque no estoy capacitada para tenerlos, aun no acabo mis estudios y no puedo mantenerlos, no puedo darles la vida que merecen, Sofie, estarás mucho mejor con ellos, te lo prometo.
—Pero...
—Además, iré a visitarlos.
— ¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Asiente, conforme, antes de ir a preparar su maleta, tal y como se los pedí. Me levanto del suelo y miro a los mellizos, que no dejan de observarme.
—Yo...
—Lo entendemos, Katherine. —murmura Charlotte, abrazándome. —No puedes estancar tu vida por nosotros. No más, ya suficiente has hecho por nosotros.
—No es así...
Pude haber hecho más, mucho más.
—Lo es, Katherine, ¿Crees que no nos dimos cuenta de que estas a punto de suspender el año?
— ¿Cómo...?
—No ibas a decírnoslo, es obvio, lo mejor es que nos vallamos con los Johnson y nosotros lo sabemos, Katie, solo era cuestión de tiempo para que tú también te dieras cuenta de ello. —complementa James.
Y tiene razón, no planeaba decírselo a nadie.
—Voy a recuperar el año. —murmuro después de un rato, asienten con la cabeza, aún sin sentirse conformes con mi respuesta.
— ¿Cuándo nos iremos?
—Los Johnson dijeron que las puertas de su casa están abiertas en cualquier momento para ustedes, así que podemos...
—Nos iremos mañana.
—James...
—Katherine. —dice de la misma forma. —Mientras más pronto nos vayamos, mejor para que puedas recuperar tu vida y todo lo que perdiste.
—James, no hay prisa.
— ¡Nosotros no perdimos nada, Katherine! Tú sí. Nuestra vida continúo mientras la tuya se quedó en pausa y sigues sin pensar en ti. ¡Por una vez en tu vida no pienses en nosotros y piensa en ti! ¡En tu futuro!
—No puedo no pensar en ustedes, James, ustedes van por sobre mí. No me pidas algo que no puedo cumplir. —murmuro, sus ojos se cristalizan por clara frustración.
—Entonces, ¿Cómo llegaste a esta decisión?
—Es lo mejor para ustedes. —respondo, suelta una carcajada carente de gracia antes de girarse y emprender camino a su habitación, no lo detengo y dejo que se valla, segundos después escucho un portazo.
Bajo la cabeza, al sentir como las lágrimas empiezan a formarse en mis ojos, sin embargo, no dejo que estas caigan.
—James tiene razón, Katherine, tienes que empezar a pensar más en ti, nosotros estaremos bien, ahora concéntrate en estarlo tú.
—No sé cómo hacerlo.
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Charlotte tenía razón, de una forma u otra ella siempre terminaba teniendo la razón; ellos estarían bien y debería empezar a preocuparme más por mí y por estar bien, así que aquí estoy.
Intentando estar bien.
Puede que sea un proceso largo y complicado, pero si quiero estar bien necesito pasar por él.
Son pasadas de las siete de la mañana y estoy intentando seguirle el paso a Víctor y a Jorge, quienes no dejan de correr y no bajan la velocidad para esperarme, quieren que sea yo quien apresuré el paso.
Maldigo el momento en el que acepte ir a correr en las mañanas con dos atletas.
Tomo una bocanada de aire y aprieto el paso, intentando alcanzarlos, pero como antes, es en vano.
Malditos piernas largas.
—Espérenme idiotas. —murmuro soltando aire. —Cuando los alcance... cuando los alcance...
—Si es que llegas a alcanzarlos en algún punto de tu vida. — se burla Víctor, maldigo en voz baja y me detengo, intentando recuperar la respiración.
El aire helado se abre paso hasta llegar a mis pulmones, me arde cada respiración, mierda, está haciendo mucho frío.
— ¿Estás bien? —inquiere Jorge llegando a mi lado, haciendo un esfuerzo sobrehumano asiento con la cabeza. — ¿Segura?
—Sí. —afirmo. —De maravilla.
—Pues no lo parece. —repone el pelinegro, evaluando cada respiración que doy.
—Estoy bien. —repito.
Víctor al darse cuenta de que nos detuvimos, regresa hasta nosotros.
—Creo que es hora de ir a casa.
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—Camina, corcel, para eso te pago. —le apresuro.
— ¡No me pagas! —repone, soltando su agarre en mis pies, haciendo que quede sujetada de su cuello, lo cual hace que pierda el equilibrio y nos tire a los dos al suelo.
—Imbécil.
—Tarada.
— ¿Es enserio? Teniendo tantos insultos a tu disposición tú decides usar tarada.
—Es más creativo que otros. —se defiende el rubio de ojos oscuros.
—Creativo sería cabeza de coprolito. —repongo. —Así que, pedazo de coprolito ayúdame a levantarme.
Y cuando me da la mano para levantarme, lo estiro para que caiga al suelo junto a mí.
—Uno les da la mano y le estiran el pie. —comenta, negando con la cabeza, me rio y me pongo de pie, esperando a que se levante para entrar juntos.
— Vamos a tomar algo caliente, no quiero enfermarme después de mi primer día corriendo con ustedes.