Llegaste tú [01]

|M u s a|

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Katherine.

—No te muevas o te mato.

—Pero...

—Lo juro por mi vida, Seth Jones, no te muevas.

—Estás exagerando.

—Es la pose perfecta. —aclaro.

—Eso dijiste hace cinco minutos. —se queja.

—Ahora si es la pose perfecta, Seth, así que no te muevas y déjame a mi él trabajo difícil. —murmuro.

—El trabajo difícil es no moverse. —refuta.

—No lo creo cielo, es más difícil trazar bien las líneas para hacer una buena pintura. —aclaro, a pesar de sus quejas, hace lo que le digo y no se mueve ni un milímetro. — ¿Puedo intentar algo?

—Lo que quieras.

Me siento enrojecer, pero me apresuro a tomar las pinturas para apresurar la fuga de color de mi rostro.

Lleno el pincel de pintura azul y camino hasta él, que se mantiene parado frente a una cortina blanca que cubre por completo una pared, vistiendo solo unos pantalones de mezclilla azul marino.

Desde mi posición tengo vista perfecta de su perfecta espalda, la cual está cubierta de pequeños lunares.

Su rostro esta ladeado hacia un lado, por lo que él no llega a verme.

Me acerco a él con mis pinceles y pinturas, con él pincel lleno de pintura azul empiezo a conectar los lunares sobre su espalda.

Siento como su cuerpo se tensa bajo mis manos al sentirme trabajar sobre su piel, sin embargo, deja que haga lo que quiera con él.

Tomo otro pincel, llenándolo de pintura verde y sigo haciendo lo mismo. Lleno su espalda de líneas de diferentes colores, agrego sombra y luz de poco a poco a las líneas.

Doy un paso atrás una vez termine mi trabajo, admirándolo aún más.

—Es­... perfecto.

—Claro, es mi espalda, debe ser perfecta. ¿Puedo moverme ya?

—Sí, intenta no mover la espalda.

— ¿Y eso cómo se hace?

—No sé... tú solo inténtalo.

—Esto de ser tu musa es agotador, jolie.

—Tú te ofreciste. —le recuerdo.

—En eso tienes razón, no sabía lo que implicaba ser tu musa. —repone, ruedo los ojos divertida.

—Aunque no puedes negar que te encanto que te manoseara la espalda. —le digo, sonríe y asiente.

—No hay manera de negarlo, volvería a hacerlo para que me manosearas la espalda.

—Te lo dije.

—Y yo no lo negué. —acepta. — ¿Para qué son esas líneas? Creo que no eran parte del trabajo.

—Era una pintura, no especifico como, tú eres mi pintura, Seth. Ella quería que captáramos un momento o la esencia de eso.

— ¿Las líneas son...?

—Tus propias constelaciones, parte de tu esencia.

— ¿Cómo se lo presentarás a la maestra?

—Voy a retratar lo que hice, pero para ello voy a tomar una foto, para que no te niegues a ser mi musa más adelante. —brome.

—Nunca te negaría algo, Katherine.

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— ¿Puedes traerme agua, Seth?

—No, lo siento, estoy un poco ocupado. —señala el desastroso cuadro frente a él, los trazos son irregulares y no estoy segura de que quiere expresar.

—Ah.

— ¿Qué tal lo ves?

—Muy... colorido. —atino a decir, su sonrisa se ensancha y asiente con la cabeza, conforme.

—Bien.

— ¿Qué se supone que es? —inquiero, sin despegar mis ojos de eso.

—Es felicidad.

—Ah.

— ¿No lo comprendes, verdad?

—No.

—Es lo que me da felicidad, puede no ser perfecto, pero lo representa, representa cada cosa. —señala un cuadrado con líneas en la esquina superior izquierda. —Es un libro, en mi caso, escribirlos.

Ahora señala la otra esquina, donde es una casa, eso sí lo puedo distinguir con facilidad, pero no entiendo lo que quiere expresar.

—Representa a mi familia, estos de acá son nuestros amigos y aquí estas tú, mira. —señala la esquina inferior derecha, donde hay un monigotillo con los pelos parados y sonriendo junto a otro minigotillo con el cabello más corto, es cuál supongo es él.

—Es bonito. —dictamino, asiente con la cabeza, feliz por mi reconocimiento.

—Me alegra oír eso.

—Así que yo te hago feliz.

—Más de lo que debería, pero que no se te suba a la cabeza.

—Muy tarde. —canturreo. —Pero no te preocupes Jones, tú también me haces muy feliz.

—Es bueno saberlo.

—Lo es. —afirmo.

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—Me gusta tu trabajo, Katherine, pero no es exactamente lo que pido. —dice la profesora, suelto un suspiro y asiento con la cabeza. —Me es imposible darte una calificación mínima, no puedo hacerlo.

— ¿Entonces...?

—Tienes un 9, Katherine. —decide.

—Gracias, profesora.

—No es nada, Katherine.

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Miro a mis hermanos y sonrío, los tres se ven mucho mejor, más tranquilos y saludables, lo cual hace que yo me sienta satisfecha.

Sonríen y se acercan a abrazarme, Sofie es un par de centímetros más alta, su diente ahora se encuentra creciendo y me lo señala, contenta.

— ¡Ya es más grande!

—Ya no estás tan chimuela. —le digo dándole un abrazo.

— Te extrañe.

—Y yo a ti, Sofie.

—Katherine. ¿Cómo estás? —inquiere James y me lanzo a sus brazos, sin poder contener un sollozo.

—Tenías razón James, esto era lo mejor para todos. —me regresa el abrazo y no me deja caer.

—Shh. Todo está bien hermanita. No llores, no me gusta verte llorar. —dice él, doy un paso atrás y soy consciente de que ahora no tengo que mirar hacia abajo para poder verlo a los ojos.

—Eres... está claro que eres un Evans. —logro decir, sonríe de lado y niega con la cabeza.

—Eres increíble, Kath.

—Charlotte...

—Hola.

—Te vez preciosa. —digo al notar el cambio en su cabello. —Te queda muy bien.

Sus mejillas se llenan de color y baja la mirada con algo de timidez.

—Gracias.

— ¿Hoy no me van a saturar con sus nuevas anécdotas?




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