|Epilogo|
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6 años después.
Katherine.
Miro la carta sobre la mesa, evaluando su contenido, después de un par de minutos tomo mi decisión.
—Yo pediré una ensalada de frutas, una milanesa y una piña colada sin alcohol. —pido. —No sé qué quiera el caballero.
—Este caballero es tu esposo. Por lo tanto exijo que me llames así y no simplemente “el caballero”. —comparte su indignación.
—Reitero, no sé qué desee el pesado que tengo por marido. —el chico comienza a reír y yo le sonrío de forma inocente a mi esposo, quién se indigna aún más.
— ¡No soy pesado!
—Sí lo eres, cielo. —le informo, se pone rojo y el mesero sigue riendo. —Pero así te quiero.
—Y yo a ti. —decide ignorar mi comentario.
— ¿Y usted? —el chico se dirige a Seth después de controlar su risa. Mi acompañante se toma su tiempo para responder.
—Me pone un filete y una ensalada, puede traernos una botella de vino.
— ¿Blanco o tinto?
—Tinto, por favor.
— ¿Sería algo más? —inquiere.
—Por el momento no, gracias. —responde él, sin dejarme de ver a los ojos. Sujeta mi mano con firmeza y me es imposible no sentir mariposas en el estómago.
Entonces el chico se aleja de nuestra mesa, dejándonos solos de nuevo, Seth me mira con tanta intensidad que hace que mis piernas tiemblen y mi corazón de un vuelco.
Casi seis años juntos y sigue alterándome como al inicio.
—No soy pesado. —repite en voz baja, casi en un susurro. Sonrío de lado y asiento levemente con la cabeza.
—Solo un poco, cariño.
—Me encanta que me digas cariño, jolie. —admite. —Estaba pensando en hacer unas ampliaciones a la casa.
— ¿Más? —inquiero tomando un trago de agua, asiente con la cabeza, emocionado.
—Podemos comprar más terreno para ampliarlo a los lados, y quisiera instalar mi biblioteca en una ampliación, la que tengo ahora es pequeña, en un par de años no cabrán más libros. —murmura.
— ¿Y si donas los libros? —planteo. —Te ahorras la expansión.
— ¡Ni hablar! Eso no está en negociación.
—Bien, ¿Qué harás con el espacio disponible?
Se toma su tiempo para responderme.
—Lo que tú quieras que hagamos con ella. —asiento conforme.
—Desplazaremos mi oficina junto con la ampliación de la biblioteca; la quiero en el primer piso. Es más cómodo atender a mis pacientes ahí. Los espacios vacíos serán nuevas habitaciones que ambos nos encargaremos de decorar.
—Bien, ¿Te importaría revisar el borrador de mi próximo libro? Mi editora no deja de insistirme y presionarme para que la deje leerlo, pero aún no lo lees tú y tú siempre serás la primera en leer mis historias. —sonrío sin poder evitarlo, sus labios me imitan.
Cuando sonríe toma un aire más juvenil y se aleja del hombre de veinticinco años que es.
Pareciera que llevamos una vida juntos y tal vez es así.
Nos casamos hace exactamente un año, ambos con veinticuatro años y fue el segundo mejor día de mi vida.
Jamás olvidaré el brillo en sus ojos cuando le di el sí, tampoco la expresión de su rostro cuando aparecí en el altar y caminé hasta él. Mucho menos la devoción y admiración con la que me miraba cuando jure amarlo hasta mi muerte.
Y como era de esperarse, Seth me dio unos votos dignos de un escritor. Y yo... hice lo que pude por igualarlo.
Su mirada traviesa me examina por un momento antes de empezar a hablar en un bajo susurro.
—Con cada átomo de mí, con cada célula viva en mi cuerpo y con cada latido de mi corazón te pertenezco; en alma y cuerpo. En cada forma posible soy tuyo, me entrego a ti hoy y ahora, por y para siempre. Para coexistir a tu lado, para ser un desastre juntos, para formar una familia juntos. Para cumplir todos nuestros sueños y metas. Por eso yo, Seth Jones, te tomo a ti, Katherine Evans para amarte y adorarte en la riqueza, en la pobreza, en la salud y en la enfermedad hasta que seamos olvidados y no quede nada de nosotros. Hasta que la eternidad termine.
Hace una pausa, mirándome con intensidad, de la misma forma que siempre, las lágrimas cubren mis ojos y me las apaño para continuar con mediocres votos.
—Te amo hoy y siempre con cada parte de mí... —mi voz se quiebra y no sé cómo continuar. —siempre voy a apostar de tu lado. Formas una parte tan importante de mí, eres todo aquello que quiero y necesito. A tu lado no necesito nada más, por ello te tomo a ti para amarte y adorarte en la salud y en la enfermedad hasta que seamos olvidados y no quede nada de nosotros. Hasta que la eternidad termine.
Sujeta mi rostro entre sus manos y me besa con dulzura, me pierdo en el calor de su cuerpo y la sensación de sus labios contra los míos.
—Disculpen... —interrumpe el mesero, Seth aleja su rostro del mío con lentitud, enfadado por la interrupción. —Traje su comida.
—Gracias. —farfulla mi marido, recargándose en su silla, me es imposible no reírme, me dedica una mala mirada mientras nuestros platos son colocados en la mesa.
El ambiente del restaurante me resulta romántico, la iluminación proviene de grandes candelabros colgados del techo y un par de velas al centro de nuestra mesa.
Nuestra mesa tiene vista al balcón, lo que hace la noche aún más perfecta.
—Siento la interrupción. —se disculpa el chico, apenado.
—No hay problema. —respondo, sonríe con gesto de disculpa antes de marcharse. —Eres un gruñón.
—Interrumpió nuestro momento. —se queja. — ¡No sabes lo mucho que tuve que aguantarme para no besarte! No quería estropear tu maquillaje. Tenía el momento adecuado y lo interrumpió.
—Sabes que no me importa el labial, Seth. —le recuerdo, se sigue quejando en voz baja mientras comienzo a probar la ensalada. — ¿Puedes darme un poco de eso? Gracias.