—Parece que ha sido un largo viaje, pero por fin hemos llegado— Claudine intento mostrarse positiva mientras arribaban en San Juan de Ulúa (1). Alain y Jacques solo se encogieron de hombros, ante la idea del matrimonio Alain se sentía nervioso, no quería terminar de esa forma, pero sabía que tarde o temprano llegaría y desgraciadamente llego.
—Bueno es la hora. —Claudine se levantó y sujeto su escandaloso vestido color durazno para poder abrirse paso. Jacques fue el último en avanzar, se detuvo mientras veía el muelle de San Juan de Ulúa y como estaba atascado de personas que venían a esperar o a despedir a sus familiares.
Pudo presenciar como una pareja que hablaba en un lenguaje que no comprendía se abrazaban eufóricamente mientras se reencontraban. Por un momento Jacques imagino que algún día él podría vivir eso, sentir la adrenalina de encontrarse con aquella persona, pero lo más cercano que vivió a un amor fue por Camille, su vecina y amiga de instituto. Si bien Jacques pensó que era correspondido, pero todo fue en vano, en parte fue su decisión de irse de Francia y llegar a México. Pero ahora que había llegado extrañaba París, extrañaba aquellos olores tan familiares y sutiles, el clima aquí lo estaba torturando, desato el pañuelo que rodeaba su cuello y logro limpiarse sudor de la frente, pronto prosiguió a seguir a su familia, se dio cuenta que dos hombres vestidos de forma ligera y blanca llevaban sus maletas. Por un momento él estuvo a punto de pararse para ayudar, pero Claudine negó con la cabeza y tomo del brazo a su hijo.
—Bueno llegaron por nosotros—amenizo Claudine mientras se veía un carruaje negro con dorado y caballos de pelaje blanco que refunfuñaban debido al clima. Jacques sabía que iría a un lugar desconocido sabía que debía lidiar con varias cosas y experimentar nuevas, pero no imagino que el clima seria sofocante.
—No te preocupes, llegaremos a la ciudad—Calmo su madre mientras se subía al carruaje seguido de Alain y finalmente Jacques.
Jacques miro por última vez aquel muelle que llevaba espuma en las olas como si estuvieran despidiéndolo, volvió su mirada adentro donde su madre le sonrió y después le sonrió a Alain.
— ¿Les impresiona? Bueno, ahora hay que acostumbrarse.
— ¿Dónde está nuestro padre? —finalmente Alain hablo.
—En sus negocios, por supuesto. El negocio textil está rindiendo frutos.
Hubo un silencio por unos minutos hasta que Alain hablo:
—Madre, yo no conozco a la señorita De Villaseñor.
—No hay ningún inconveniente, Alain. A eso mismo iremos a la ciudad, para encontrarnos con la familia De Villaseñor y Mendoza. Tal como tu padre lo quiere.
Alain estaba por decir algo, pero Jacques noto una desilusión en su rostro y noto como se mordía los labios para dejar de hablar, se recargo sobre su asiento y miro por la ventanilla.
A pesar de ser hermanos, físicamente no se parecían del todo. Alain era más alto y con una mandíbula cuadrada, hombros más toscos, pero postura firme, cabello lacio y castaño oscuro y ojos color gris como los de Claudine, mientras que Jacques también era alto, pero centímetros más bajo que Alain, tenía hombros anchos, pero más sutiles, él no poseía mandíbula cuadrada, pero tenía rasgos más finos como los de su madre, él había heredado los ojos azules como vidrio de su padre y el cabello ligeramente rizado de un castaño de igual forma oscuro.
Jacques carraspeo.
—Si me permite, no hemos aprendido del todo el idioma. ¿No sería un inconveniente llegar así?
Alain siguió sin quitar la mirada del paisaje.
—No lo habrá, tu padre pensará una forma.
—Pero...
— ¿A caso están cuestionando las decisiones de su padre?
Ambos se inmutaron y después bajaron la mirada.
—Eso creí—termino de decir Claudine.
Lograron tomar el ferrocarril que los llevo cerca de la ciudad, a pesar de ello volvieron a montar un carruaje que el propio señor Adolphe había encargado para llevar a su familia a su nuevo destino. A lo largo del camino hicieron algunas paradas, paradas donde los acompañantes de la familia Rousseau descansaban en Pulperías (2) de paso. El camino fue un tanto extremo y cansado al llegar, pero pronto comenzaron a respirar tranquilidad cuando se adentraron a la ciudad, llena de monumentales construcciones que daba un aire un poco familiar, personas dispersas por toda la plaza, personas vestidas elegantemente y personas que vestían como sus acompañantes, Jacques presto atención a la forma en que las mujeres vestían de colores con rebozos, algo que no había visto y era digno de mirar.