Llena eres de gracia.

Capítulo 5: ¡Madre mía!

Isabel entro a la habitación, su padre se puso de pie en cuanto ella entro y le extendió su mano para que llegara hasta él, finalmente Jacques regreso a su lugar   

Isabel entro a la habitación, su padre se puso de pie en cuanto ella entro y le extendió su mano para que llegara hasta él, finalmente Jacques regreso a su lugar.

—Mi adorada hija menor, Isabel.

—Un placer y sean bienvenidos. —saludo Isabel.

—Que hermoso capullo tiene usted—alago Claudine a Cristóbal, y este sonrió con victoria.

—Realmente estoy orgulloso de ella, la hemos conservado como una joya.

—¿Qué hay de su hija mayor? —murmuro el señor Adolphe Rousseau. Por un momento la sonrisa de Cristóbal se desvaneció, carraspeo y volvió a sonreír de forma incomoda.

—Ella ha decidido ir por el camino de Dios, señor Rousseau. Un honorable hijo que sirve a nuestro creador.

Claudine asintió.

—Me parece honorable la acción que ha decidido ejercer, muy pocos son valerosos de ello en mi opinión—indico Claudine.

—Y apoyo eso—Cristóbal respondió.

—Pero que malos modales, deberían estar muertos de cansancio. ¿Gustan pasar a dormir un momento? Las noticias y presentación podemos hacerlo en la cena—Inquirió Magdalena.

Claudine y Adolphe asintieron.

—Sería lo más conveniente, no queremos tener un aspecto demacrado ante la celebración — Hablo Adolphe.

—¡Amparo! —llamo Cristóbal, inmediatamente Amparo entro.

—Dígame, señor.

—Guía a los señores Rousseau y a sus hijos a sus habitaciones, por favor y ofréceles todo lo que te pidan.

Amparo asintió.

—Le agradezco en nombre de toda mi familia—El señor Rousseau estrecho la mano con la de Cristóbal.

—Y yo agradezco la confianza.

La habitación de Jacques era compartida con su hermano Alain, si bien Alain se había quedado profundamente dormido apenas había tocado la almohada. Sin embargo, Jacques, a pesar de estar cansado, no podía dormir, incluso le parecía insoportable el ruido de las aves cantar sobre los arboles del jardín de la casa. Dio varias vueltas en la cama, pero no lograba dormir, cansado de sus intentos fallidos decido levantarse y mirar por la ventana, quizás un poco de vista le ayudaría a despejarse. Observo las afueras de la casa, aquellas calles donde transitaban personas con elegantes ropas, él podría apostar que eran ropas de Palacio de Hierro (1), aunque también alcanzo a ver a personas vestidas de la misma forma en que había encontrado a la joven que acompañaba a la señorita De Villaseñor. Una risa musical desvió su atención y busco con la mirada a quien reía, pudo ver a la señorita Villaseñor caminar elegantemente junto su dama de compañía, aquella dama iba platicando algo, quizás la conversación era interesante para las dos mujeres debido a las variadas formas en que hacía gestos con la mano, mientras que Isabel simplemente se cubría con una mano la boca mientras reía. Jacques siguió a aquellas damas con la mirada y las vio entrar al establo. Lleno de curiosidad Jacques planeaba bajar y averiguar qué era lo que harían aquellas dos mujeres. Observo a su hermano dormir y abrió la puerta sin hacer mucho ruido.

No fue mucho problema para Jacques el salir de la casa y caminar hacia los establos, se paró frente a las puertas y se preguntó si sería correcto seguir a dos damas, aunque él sabía que podía usar de pretexto decir que era extranjero y que su única intención era conocer el lugar.

Abrió con cuidado la puerta y la empujo para finalmente entrar. El olor fue demasiado fuerte para él que inmediatamente saco un pañuelo de su bolsillo y lo coloco sobre su nariz, contó cerca de seis caballos relinchando y comiendo, paja por todos lados y ligeros rayos de luz que lograban entrar por el techo, busco a su alrededor y logro ver a la señorita De Villaseñor dando un pequeño morralito a Guadalupe, está la abrazo como forma de despedida y su dama emprendió el viaje, Jacques alcanzo a oír a su dama prometerle que volvería con su encargo.

Cuando la dama desapareció, Isabel se giró y se encontró con Jacques, su mirada era de sorpresa mientras que la de Jacques era de nerviosismo. Finalmente, él carraspeo.

—Señorita De Villaseñor...

—¿Tiene la costumbre de espiar conversaciones que no le conciernen, señor Rousseau? —Isabel camino unos pasos y tomo asiento sobre un banco de madera.

Jacques tomo aire.

—No la estaba espiando, simplemente tenía curiosidad del lugar.

—¿Debo creerle?

—Le estoy diciendo la verdad.

—Debería esperar para que mis asuntos sean sus asuntos ¿Tan desesperado esta con el matrimonio, señor Rousseau? ¿O es que acaso tiene la urgencia por sus negocios?



#32825 en Otros
#2225 en Novela histórica
#49740 en Novela romántica

Editado: 12.03.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.