Llena eres de gracia.

Capítulo 6: Un poco sobre usted.

Isabel se había puesto colorada, en ese momento ella quería desaparecer   

Isabel se había puesto colorada, en ese momento ella quería desaparecer.

—Estoy verdaderamente apenada, señor Rousseau—Isabel se levantó inmediatamente y llevo sus manos a su pecho. -No puedo creer que este malentendido lo haya perjudicado, le ruego no le comenté a su hermano y a mi padre.

Jacques se levantó y se colocó frente a Isabel.

—No se preocupe en absoluto, debería estar tranquila. Hagamos un trato ¿Le conviene?

Isabel dudo.

— ¿Qué tipo de trato, señor Rousseau?

—Uno muy simple del cual estoy seguro podrá hacer. Vera, soy extranjero, desconozco este país totalmente, me gustaría aprender más de él, conocer sin miedo a perderme y creo que usted puede ayudarme, claro con ayuda de su dama de compañía.

— ¿Guadalupe?

Jacques se disculpó por no poder pronunciar el nombre de Guadalupe por lo que Isabel rió.

—Está bien, señor Rousseau, siempre y cuando no haya disputas consigo.

—Considerémoslo hecho, señorita De Villaseñor.

Isabel asintió y volvió a tomar asiento en la banca de madera seguido de Jacques.

—Señorita De Villaseñor.

—Dígame, señor Rousseau.

— ¿Qué era el encargo que su dama le traería?

Isabel se giró hacia él.

—¿Ve cómo tenía razón debido a sus costumbres de espiar mis conversaciones?

—En primera, no la he espiado ninguna otra vez y en segunda entre exactamente cuando su dama dijo eso.

Isabel suspiro.

— ¿Ha oído hablar del huitlacoche (1)?

Jacques miro con sorpresa a Isabel.

— ¿Gui, que?

—Huitlacoche, es extremadamente delicioso, y sobre todo en tortilla, un increíble manjar si me lo permite.

Jacques tenía un poco de conocimiento sobre comida, si bien Jacques hubiera soñado con ser un cocinero al igual que su tío por parte de su madre, pero su padre jamás lo permitiría, el señor Adolphe Rousseau tenía el fiel pensamiento de que eso no era negocio por lo que jamás aprobaría esa idea de su hijo.

—Si es un manjar ¿Por qué lo come a escondidas?

Isabel se sonrojo.

—Si le digo, tendré que verme en la penosa necesidad de amenazarlo con que no diga nada, que todo se quedara en este lugar. Pero seré misericordiosa y podrá decidir irse.

Isabel sonrió y Jacques enarco una ceja.

—Elijo la primera opción.

Isabel suspiro.

—Mi padre me mataría, dice que esa comida no es comida. Sé que dirá que estoy diciendo cosas sin sentido, pero permítame explicarme. Esa comida, es comida de la clase de donde viene Guadalupe, pero es delicioso, aunque mi padre cree que no es de su altura.

—Es decir que hace lo contrario a lo que su padre dice.

—Solo en algunos casos.

—Bien, yo también quiero probar ese manjar que dice.

Isabel sonrió y asintió.

Conforme pasaba el tiempo y ambos esperaban a Guadalupe, lograron entablar una conversación. Jacques consiguió saber que Isabel era hija de un rico español y una mujer mexicana, que su hermana mayor había sido internada para llevar a cabo el habito de monja cuando Isabel solo contaba con diez años. Mientras que Isabel encontró interesante a Jacques narrar como fue su vida en Paris, acerca de su familia con el cual se impresiono de saber que él fue el segundo hijo, aparte de Alain tenía un hermano menor de nombre Jules.

—Así que tiene conocimiento en la gastronomía, señor Rousseau.

—En realidad no tanto como me gustaría, mi tío François fue cocinero, trabajo como discípulo de Charles Ranhofer (2); debido a que crecí junto a él me fue pasando un poco de su conocimiento.

—Mi padre estaría feliz de oírlo ¿Sabe? En lo personal estoy feliz con la variedad de este país, es increíble como con algo tan sencillo puede hacerse algo esplendido, por supuesto, no se lo permiten ver y piensan que es algo bárbaro.

—Usted es muy unida a su dama de compañía ¿No es así?

Isabel medito un momento y después miro a Jacques.

—Es un poco complicado, pero conozco a Guadalupe desde que éramos pequeñas, puedo decirle que su hermano mayor estuvo flechado por mí, pero todo acabo cuando le rompí su corazón, y eso sueno a mucho tiempo.

—Así que usted rompe corazones de hombres inocentes.

—Pedro no era tan inocente, señor Rousseau. Con el tiempo se convirtió en un bandolero, asaltaba a personas ricas cuando viajaban.



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Editado: 12.03.2018

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