Jacques dejo el libro que estaba leyendo sobre el pequeño escritorio que había en su habitación y se levanto a abrir la puerta. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró con Isabel vistiendo un vestido de color rosa pálido, podía notar como el corsé detallaba delicadamente su cintura y mientras tanto el miriñaque (1) ayudaba a resaltarla, Isabel llevaba puesto un sombrero del mismo tono del vestido y con un enorme moño que estaba unido al sombrero en la parte de la nuca de color crema.
— Señorita De Villaseñor...— tartamudeo Jacques.
Isabel entro a la habitación e inspecciono todos los lugares, mientras que Jacques cerraba la puerta tratando de no hacer ruido.
— Llego a mis oídos que prefirió quedarse aquí. — Isabel hojeo el libro que Jacques estaba leyendo y lo dejo en su lugar.
— Necesitaba descansar.
— ¿Se siente mal? — Isabel miro a Jacques. Él trago saliva.
— ¿Por qué usa un atuendo para salir si está en casa?
Isabel sonrió.
— Venia por usted, pero al parecer esta indispuesto.
— ¿Por mí?
— Sería justo que empezáramos con el trato cuanto antes ¿No cree? ¿Le gusta el pan? Conozco un lugar en donde siente que está en el cielo.
— Creí que estaba dando una caminata con mi hermano.
La sonrisa de Isabel se desvaneció y bajo la mirada.
— ¿Usted también?
Jacques sintió que había herido a Isabel, por lo que no supo que decir respecto a ello, en su lugar tomo su sombrero de copa y su bastón.
— Lo seguiré como ciego.
Isabel levanto la mirada y sonrió.
— Seguiremos nuestro camino por aquí— Anuncio Isabel mientras Guadalupe bajaba del carruaje. Jacques bajo seguido para ayudar a bajar a Isabel.
— Gracias— Le sonrió y miro para todos lados para lograr ubicarse. - ¿Ve ese hotel? -Señalo
Jacques giro en dirección a su dedo y asintió.
—La gran sociedad, ese es su nombre.
— ¿Eso quiere decir?
— Eso quiere decir que tendremos que caminar un poco más. Si no me equivoco estamos entre Coliseo Viejo y Espíritu Santo (2). ¿Estoy mal, Guadalupe?
— No, niña. Está en lo correcto.
— Bien, entonces sigamos.
Mientras caminaban por las calles Isabel iba mostrándole a Jacques cada uno del negocio más prominente de la zona al igual que los que ella ya había visitado.
— Sabe algo, señor Rousseau. Algún día lo llevare a Sombreros Tardan (3) seguro encontrara algo a su altura.
— Conozco el negocio, señorita De Villaseñor. Pero aun así no rechazaría aquella oferta.
Dirigiéndose hasta calle Av. Oriente (4) Jacques encontró atractiva la vista y en un enorme cartel leyó: La Vasconia.
Una enorme edificación con una arquitectura exquisita y grandes vitrales en donde podían apreciarse bizcochos y toda clase de panes que enamoraban a la vista.
— Lindo ¿cierto?
Jacques había tardado en comprender que tenía la boca abierta, por lo que pestaño y volvió a cerrarla.
— Luce muy atractivo.
— ¿Atractivo? Debería sentir el sabor en su paladar.
— He quedado bastante satisfecha, es muy probable que no quiera cenar en cuanto llegue a casa.
Jacques sonrió.
— He notado que su sonrisa no se parece a la de su hermano, Señor Rousseau.
— Tiene razón, yo he heredado la sonrisa de mi padre y Alain la de mi madre.
-Es extraño verlo en usted, no se ofenda, pero su padre no parece el tipo de persona que suele sonreír.
— No me ofendo, diría lo mismo de su padre.
— Afortunadamente he heredado la sonrisa de mi madre, Señor Rousseau.
— ¿Y qué le hace sonreír?
Isabel se puso pensativa, era el tipo de pregunta que nadie se atrevería a hacerle.
— Ciertamente, Señor Rousseau... no lo he descubierto.
Jacques estaba frente a la fogata calentando sus manos cuando sintió como su hermano se ponía a su lado e imitaba su acción.
— Saliste.