Llena eres de gracia.

Capítulo 10: Una pequeña muestra.

Jacques dejo el libro que estaba leyendo sobre el pequeño escritorio que había en su habitación y se levanto a abrir la puerta   

Jacques dejo el libro que estaba leyendo sobre el pequeño escritorio que había en su habitación y se levanto a abrir la puerta. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró con Isabel vistiendo un vestido de color rosa pálido, podía notar como el corsé detallaba delicadamente su cintura y mientras tanto el miriñaque (1) ayudaba a resaltarla, Isabel llevaba puesto un sombrero del mismo tono del vestido y con un enorme moño que estaba unido al sombrero en la parte de la nuca de color crema.

— Señorita De Villaseñor...— tartamudeo Jacques.

Isabel entro a la habitación e inspecciono todos los lugares, mientras que Jacques cerraba la puerta tratando de no hacer ruido.

— Llego a mis oídos que prefirió quedarse aquí. — Isabel hojeo el libro que Jacques estaba leyendo y lo dejo en su lugar.

— Necesitaba descansar.

— ¿Se siente mal? — Isabel miro a Jacques. Él trago saliva.

—  ¿Por qué usa un atuendo para salir si está en casa?

Isabel sonrió.

— Venia por usted, pero al parecer esta indispuesto.

— ¿Por mí?

— Sería justo que empezáramos con el trato cuanto antes ¿No cree? ¿Le gusta el pan? Conozco un lugar en donde siente que está en el cielo.

— Creí que estaba dando una caminata con mi hermano.

La sonrisa de Isabel se desvaneció y bajo la mirada.

—  ¿Usted también?

Jacques sintió que había herido a Isabel, por lo que no supo que decir respecto a ello, en su lugar tomo su sombrero de copa y su bastón.

— Lo seguiré como ciego.

Isabel levanto la mirada y sonrió.

 

 

— Seguiremos nuestro camino por aquí— Anuncio Isabel mientras Guadalupe bajaba del carruaje. Jacques bajo seguido para ayudar a bajar a Isabel.

— Gracias— Le sonrió y miro para todos lados para lograr ubicarse. - ¿Ve ese hotel? -Señalo

Jacques giro en dirección a su dedo y asintió.

La gran sociedad, ese es su nombre.

— ¿Eso quiere decir?

— Eso quiere decir que tendremos que caminar un poco más. Si no me equivoco estamos entre Coliseo Viejo y Espíritu Santo (2). ¿Estoy mal, Guadalupe?

— No, niña. Está en lo correcto.

— Bien, entonces sigamos.

Mientras caminaban por las calles Isabel iba mostrándole a Jacques cada uno del negocio más prominente de la zona al igual que los que ella ya había visitado.

— Sabe algo, señor Rousseau. Algún día lo llevare a Sombreros Tardan (3) seguro encontrara algo a su altura.

— Conozco el negocio, señorita De Villaseñor. Pero aun así no rechazaría aquella oferta.

Dirigiéndose hasta calle Av. Oriente (4) Jacques encontró atractiva la vista y en un enorme cartel leyó: La Vasconia.

Una enorme edificación con una arquitectura exquisita y grandes vitrales en donde podían apreciarse bizcochos y toda clase de panes que enamoraban a la vista.

— Lindo ¿cierto?

Jacques había tardado en comprender que tenía la boca abierta, por lo que pestaño y volvió a cerrarla.

— Luce muy atractivo.

— ¿Atractivo? Debería sentir el sabor en su paladar.

 

— He quedado bastante satisfecha, es muy probable que no quiera cenar en cuanto llegue a casa.

Jacques sonrió.

— He notado que su sonrisa no se parece a la de su hermano, Señor Rousseau.

— Tiene razón, yo he heredado la sonrisa de mi padre y Alain la de mi madre.

-Es extraño verlo en usted, no se ofenda, pero su padre no parece el tipo de persona que suele sonreír.

— No me ofendo, diría lo mismo de su padre.

— Afortunadamente he heredado la sonrisa de mi madre, Señor Rousseau.

— ¿Y qué le hace sonreír?

Isabel se puso pensativa, era el tipo de pregunta que nadie se atrevería a hacerle.

— Ciertamente, Señor Rousseau... no lo he descubierto.

 

 

Jacques estaba frente a la fogata calentando sus manos cuando sintió como su hermano se ponía a su lado e imitaba su acción.

— Saliste.



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Editado: 12.03.2018

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