Isabel lloraba en el regazo de Guadalupe, ella simplemente acariciaba con ternura su cabello y la consolaba.
— Fue bochornoso, Guadalupe.— Isabel se levantó y limpio sus lágrimas.
— Niña, ¿Por qué le aflige tanto?
— También me he preguntado lo mismo, Guadalupe. Te lo dije, esa mujer sin escrúpulos es el mismo demonio.
— Tranquilícese, niña.
— Pero que malvada soy, he venido a llorarte cuando tú necesitas llorar en mí, ¿Cómo ha estado todo? ¿Cómo te encuentras? ¿Dónde está Amparo? Por piedad, habla y no me dejes con esta angustia.
— Le agradezco mucho, niña. Mi madre esta deshecha, dice que no podrá vivir más, no alcanzará llegar a verla de novia y eso me ha roto el corazón.
— Dile a tu madre que no hable así, que solo Dios nuestro señor sabe el momento que debemos partir, nosotros no podemos elegir.
— Niña, que bonitas palabras ha dicho.
— Dile a Amparo, que todo estará bien, sé el dolor que le embarga pero que debe seguir adelante por ti.
Llamaron la puerta y ambas se quedaron en silencio.
— No abras, es el señor Rousseau— siseo Isabel.
Ambas se inmutaron hasta que la puerta siguió sonando. Isabel se puso de pie y se recostó.
— Dígale que estoy fatigada y que me he quedado profundamente dormida.
Guadalupe asintió, arropó a Isabel y salió a atender la puerta. En efecto encontró a Jacques, pero le sorprendió encontrarse con Jules también.
— Se bondadosa y dime si tu ama sigue despierta.
Guadalupe negó.
— La niña ha estado tan fatigada que apenas se recostó y se quedó profundamente dormida.
— Necesito hablar con ella, ¿Podrías avisarme en cuanto ella se haya levantado?
Guadalupe asintió.
— ¿Cómo se encuentra Guadalupe? - Guadalupe salió de la habitación y cerró la puerta a su espalda.
— Agradezco su preocupación, ahora solo me queda seguir adelante por mi madre y por la niña.
— Usted adora a su ama— intervino Jules.
— La niña me ha dado amor sincero y jamás podría dejarla.
Jacques quien no tenía el ánimo para seguir conversando se disculpó y abandono aquella platica, aunque Jules no se movió y siguió conversando con Guadalupe.
— Guadalupe, seré sincero ¿Tiene a alguien en su vida?
Guadalupe quien miro perpleja a Jules, sintió como sus mejillas se encendían y negó. Jules respiro con alivio.
— Entonces permítame seguir frecuentándola.
Guadalupe lo miro con confusión.
— Es incomprensible, señorito. ¿Por qué querría frecuentarme?
— Mi estimación a usted es sincera, Guadalupe— tomo su mano — Quizás no se ha dado cuenta, pero la he estado mirando desde que llegue y su sencillez me ha cautivado y deseo que me permita seguir haciéndolo.
Guadalupe negó.
— Sería una deshonra para su familia, señorito. No puedo permitirme que usted corra ese riesgo.
— Corrí el riesgo desde que empecé a hacerlo y lo haría mil veces. Guadalupe, usted no es una deshonra.
Guadalupe miro confusa a Jules. Pero él deposito un tierno beso en su mano.
En cuanto Isabel se despertó, se despertó angustiada y se puso a rezar como nunca lo había hecho. En cuanto Guadalupe llego y le llevo el desayuno a la cama, Isabel lo rechazo. Isabel había amanecido aturdida y cuando llego a sus oídos que Jacques había tenido otra recaída, la angustia la hizo desmayarse. Magdalena quien había estado cerca de la habitación no se despegó hasta que el doctor vino a revisarla, pidió a Cristóbal que nada la alterara y que estuviera en reposo. Cristóbal mando a Guadalupe a dormir en la habitación de Isabel por si se ofrecía algo y estuviera para cuidarla.
Isabel constantemente se despertaba gritando debido a pesadillas que temía en contar.
Guadalupe comenzó a limpiar delicamente el sudor de Isabel mientras ella dormía.
— ¿Se encuentra bien? - susurro Isabel sin abrir los ojos.
— Ya está mejor, ahora solo esta descansado, niña.
Isabel no dijo nada, pero Guadalupe vio como una lagrima caí a su sien y mojaba su almohada.
— Niña, niña ¿Qué la aturde tanto? - limpio la lagrima. Isabel abrió los ojos, se incorporó con cuidado y miro a Guadalupe.