Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 5: Arquedeus

Este día la temperatura ascenderá hasta los cuarenta y tres grados según nuestros datos. Recomendamos a todas las personas utilizar ropa clara y ligera. Tampoco os olvidéis de llevar vuestro paño húmedo para cubriros la boca en caso de cenizas. En otras noticias, el nuevo tren que cruzará el mediterráneo, para enlazar Galus con el continente africano, se ha comenzado a...

Jack bajó el volumen de la radio y continuó picando fresas, tarareando la Sonata No. 14 de Beethoven. Su cabello desarreglado, de recién levantado, caía por su rostro obligándolo a soplar de vez en cuando para evitar que nublara su visión. La luz matutina daba de lleno sobre la mesita en la que preparaba el desayuno.

La casa de los Relem era bastante amplia. La cocina, el estudio y la sala de estar se conectaban con un pasillo largo, colindante con la puerta de entrada y las escaleras al segundo piso. Dentro de la cocina estaba el comedor, conformado por una pequeña mesa rectangular rodeada de cuatro sillas de madera fina, con figurillas de lagartos talladas en las patas. Colgando del techo, yacía un candelabro dorado y, las paredes, eran de mosaicos blancos que brindaban una iluminación casi perfecta.

—Buen día, hermosa —dijo él, al ver a Lina bajando por la escalera de madera—. ¿Quieres desayunar ya?

—Muchas gracias cielo, no debiste —dijo Lina, sonriente, sentándose a la mesa. Su cabello rojo se encontraba amarrado en una coleta de caballo. Su vientre ya era bastante notable incluso a través del holgado vestido verde que llevaba puesto—. ¿Qué tenemos?

—Para usted, bella dama, tenemos hot cakes bien suavecitos—decía Jack mientras colocaba poco a poco el desayuno frente a Lina—, su jugo de naranja favorito y, de postre, un delicioso coctel de fresa.

—¡Que delicia! —respondió Lina, alcanzando un tenedor para picar directamente el postre.

Habían pasado ya algunos días desde que el verano alcanzó Nivek. El sol abrasador se añadía a un misterioso calor que emanaba de la tierra, atribuido a la reciente reactivación del monte Brauquiana. Las comunidades más cercanas ya habían sido evacuadas por el Alto Consejo de la ciudad y, tal como había dicho el Dr. Rogers, la lluvia de ceniza se había convertido en algo común para los habitantes. Lluvias provenientes de las grietas en la base del volcán, ya que el cráter, no demostraba ninguna abertura. Según los datos, este volcán se comportaba de una manera nunca antes vista.

—Hoy debes disfrutar del día, mañana estaremos en una hermosa playa de Alabis, disfrutando de la brisa marina y el buen clima —pronunció Jack, contento de poder llevar a su esposa lejos de la ciudad por una buena temporada.

Lina se atragantó un poco por la emoción.

—¡Lo sé! Me hace ilusión —dijo—. Hace tanto que no salimos de vacaciones. Además... ¡Arquedeus! es un lugar tan misterioso, estoy tan contenta.

Jack sonrió ante el comentario de su esposa. Él también estaba feliz, no cabía duda. Lina y Jack eran una pareja muy ocupada. El trabajo y las investigaciones apenas les dejaban tiempo libre. La naturaleza de dichas ocupaciones —política y seres vivos— les hacía imposible ausentarse por mucho tiempo. Ahora que Lina estaba disfrutando de unas vacaciones largas en su puesto en el Alto Consejo de Nivek, parecía ser la mejor oportunidad.

—Pero... ¿Estás seguro de esto? ¿No afectará a tu investigación? —preguntó Lina, atacando uno de los hot cakes con el tenedor.

Jack bufó. La chica había dado en el punto crítico de todo el plan. El único punto que hacía que Jack titubeara. Aun así, trató de responder conforme lo que tenía en mente.

—No te preocupes por eso —dijo él, sentándose a lado de su esposa para disfrutar de una taza de café y pan—. Niel y los otros se encargarán de todo. Después de que perdimos las lagartijas hemos tenido que empezar de nuevo y mi equipo hace su trabajo perfectamente. Además, hay dos chicos que se han unido recientemente, estuvieron de acuerdo en cuidar de los animales y apoyar en el laboratorio con lo que se requiera. Creo que todo estará bien.

Lina sonrió y acarició la mano de su esposo.

—Ya verás que estarán bien. Son chicos listos ¿no?, digo, es Jack Relem quien les ha enseñado.

Sonrió. Sólo ella podía darle tal confianza. La sonrisa de su esposa lo embelesaba. Sus labios rosados parecían llamarlo, como si rogaran por ser besados a cada segundo. Un escalofrío recorrió su espalda. A pesar de los años que llevaban casados, todavía tenía ese efecto en él.




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