Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 20: El Coloso de Fuego

I-II

Jack corría mientras se cubría la boca con la manga de su camisa. La ceniza seguía cayendo. La gente lo empujaba y le gritaba cosas que no escuchaba, nada le importaba, sólo quería salir de ese lugar.

La multitud comenzaba a disminuir cuando llegó al final de la fila de autos atorados. Había una camioneta con la puerta abierta, se veía resistente. No había nadie en su interior y el motor ya estaba encendido, así que subió sin miramientos, dio marcha atrás y giró el volante para dar la vuelta. Pisó el acelerador a fondo y avanzó a toda velocidad en dirección a su casa, o lo que quedase de ella...

Los limpiadores de la camioneta funcionaban a todo lo que daban, pero la ceniza y el polvo dificultaban la visión. Estaba oscuro, y ni siquiera las luces permitían ver más allá de unos cuantos metros de distancia. Sin embargo, esto no le preocupaba desde que volvió a ingresar a la zona de desastre, aquí no había rastros de vida.

«Relem».

«¡Ahora no! —pensó Jack».

Acababa de escuchar la voz en su cabeza. No quería interrupciones. Siguió avanzando a través de la nube de humo, polvo y ceniza.

«¿Dónde estás?»

Sacudió la cabeza. Ni fuego, ni escombros, polvo o una voz extraña, iban a impedir que llegase a casa.

Siguió conduciendo a toda velocidad, hasta que alcanzó a divisar su destino. Sin parar su vehículo, atravesó su jardín hasta el pórtico. Apenas logró detenerse a centímetros del muro. Bajó de la camioneta de un salto y entró en el lugar. No parecía que la primera nube de fuego hubiese golpeado directo, y eso lo tranquilizaba. A pesar de ello, la casa estaba en llamas y no se escuchaban gritos de ayuda.

—¡Lina! —gritó Jack con desesperación—. ¡Lina! ¡Delia! ¡¿Dónde están?!

Una viga cayó del techo, la casa se estaba derrumbando. Su estómago estaba revuelto por la desesperación. Sin importarle, bordeó el obstáculo y subió las escaleras, destrozando la madera con cada paso que daba.

—¡Lina! ¡Delia! —seguía gritando.

Escuchó una tos proveniente del cuarto del bebé. Se acercó corriendo. Había un cuerpo bajo los escombros.

—¡Lina! ¡¿Eres tú?! —preguntaba Jack, angustiado, mientras quitaba los escombros.

Retiró piedras y astillas hasta que vio una cabeza, el polvo convertía en gris el color del cabello. Jack pasó saliva. Sacudió con cuidado el polvo. El cabello era de una mujer, un cabello castaño que relució ante las llamas del fuego. No era Lina, era Delia quien estaba inconsciente, atrapada entre una viga y el suelo.

—¡Delia! ¡Delia! ¡Despierta, Delia! —decía Jack, moviendo un poco a su amiga. Delia se movió.

—¿J-Jack? —dijo ella, con dificultad—. Jack...

—¡No hables! Te sacaré de aquí.

Jack buscó algo para levantar la viga. Alguna palanca, cualquier cosa.

—No, Jack... Lina y Kail—dijo Delia. Tosió sangre.

Jack se quedó pasmado por un instante, pero agitó su cabeza para recuperarse. Siguió buscando. No encontró nada, además de un trozo de madera chamuscado. Lo tomó e intentó usarlo como palanca. Se rompió enseguida.

—Jack... escúchame. D-debes irte —dijo ella.

Él cayó de rodillas, junto a ella.

—¡No te dejaré! —respondió.

No quería hacerlo, no quería dejar que nadie más muriese hoy, así que sostuvo la viga con fuerza —sin importarle que estuviese caliente— y trató de moverla... No cedió.

Delia le dirigió una sonrisa compasiva.

—E-está bien Jack. Ve por Lina... yo esperaré.

Jack golpeó el suelo, furioso. Levantó polvo con el golpe, comenzó a toser.

—¿En dónde está? —dijo él, con un hilo de voz.

—Con Kail. En el... el c-cobertizo —dijo Delia antes de que sus ojos se cerraran. No le quedaban fuerzas.

Jack se apresuró a tomar el pulso en su cuello. Estaba viva. Liberó un suspiro y una lagrima de frustración rodó por su rostro. No quería dejar a Delia, pero no tenía la fuerza para liberarla. Lina y Kail podrían estar en la misma situación, tenía que darse prisa.




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