Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 22: El Mago y el Dragón

Kail lloraba, pero el sonido era opacado por el eco de los rugidos del dragón. Jack corrió y siguió corriendo hasta que el silencio volvió a reinar en los túneles. Sin embargo, algo no le gustaba, tenía un mal presentimiento. Se sentía observado, era como si hubiese alguien «o algo» siguiéndolo. Miró atrás, pero su linterna no le daba un buen rango de visión; la oscuridad devoraba la luz, a tan sólo unos dos metros de distancia.

Siguió avanzando, salpicando agua con cada paso que daba. Creyó escuchar pisadas, volvió a girarse, pero no vio nada. Emprendió la marcha y... ¡ahí estaban de nuevo! ¡pisadas! Pisadas de algo grande y pesado, pero que se movía con agilidad. Esta vez no se giró, corrió con todo lo que tenía; estaba seguro de que algo lo seguía y no quiso detenerse para comprobar lo que era.

Tomó velocidad avanzando a través del túnel. No sabía exactamente a donde se dirigía, le bastaba con alejarse del peligro, tenía que encontrar un lugar seguro para él y su hijo. Torció a la derecha en una intersección de túneles y prosiguió con su escape hasta llegar a otro cruce. Al virar en la esquina, una llamarada pasó frente a él, iluminando el lugar por unos segundos. Jack se estremeció por lo cerca que había estado. Dio media vuelta, optando por tomar otro camino, pero, al girar, pudo divisar una oscura silueta que se dirigía hacia él. Era grande, quizá del tamaño de un caballo.

Al ver la aparición, Jack supo que no podría volver por ahí. Avanzó esperando que ninguna llamarada lo alcanzara y, apenas tuvo la oportunidad, se desvió por el túnel más próximo. Esperaba perder a esa cosa entre las alcantarillas, a la vez que evadía el fuego.

Otra llamarada iluminó uno de los caminos. Jack viró en una esquina para tratar de esquivarla. Entonces, divisó una luz en la parte superior del túnel. Parecía una tapa de alcantarilla abierta. Fijó su destino en ella y corrió a toda velocidad. Al llegar a la fuente de la iluminación vio unas escaleras, subió hasta llegar a la entrada de la alcantarilla y salió al exterior.

Un fuerte aroma —a polvo y azufre— lo recibió al salir a la superficie. La ceniza volcánica seguía cubriendo el sol, pero la densa capa de polvo no estaba. Eso sólo podía significar que se encontraba lejos de la zona alcanzada por la destrucción, las montañas debían estar cerca.

No se detuvo ni por un momento, salió de la alcantarilla con un salto y siguió corriendo. Sin embargo, después de cinco pasos, recordó la razón principal de haber buscado refugio en un subterráneo. El enorme dragón carmesí descendió frente a él, bloqueando el camino.

Jack frenó de golpe y dio media vuelta, sin embargo, una figura grande tapaba el otro lado. Había roto el agujero de la alcantarilla, lo que lo perseguía en el túnel, era un animal bastante grande. Tenía una cola larga, poderosas escamas color verde oscuro recubrían su cuerpo, sus fuertes patas terminaban en dedos con afiladas garras y, de sus fauces, asomaban grandes colmillos por dónde escapaba una larga lengua viperina. Andaba a cuatro patas, pero su tamaño le permitía mirarlo prácticamente de frente al rostro.

Jack se quedó atónito al ver a la figura reptiloide, pero no por su impresionante aspecto, sino porque se dio cuenta de que, esa cosa, seguía teniendo forma de un… varano. Era uno de los varanos perdidos de la mina de Valtag. Pensar en esto entrelazó algunos hechos en su cabeza; una conexión con una vida que, justo ahora, parecía tan lejana. Frente a él tenía las respuestas que había buscado por tanto tiempo y ni siquiera le importaba. El volcán, las mutaciones en los reptiles, el calor, los temblores, la voz. Esa pieza faltante que conectaba todos estos extraños eventos, la pieza que encajaba en el gigantesco hueco en la mina de Valtag, estaba justo ahí: el dragón.

El dragón era el causante de todo. Se había estado moviendo bajo tierra, produciendo temblores, habitando en la mina de Valtag. Por supuesto, ahora que sabía eso, a Jack, le surgían nuevas dudas: ¿Qué rayos hacía un dragón ahí? Una bestia mitológica, una leyenda... ¿De dónde había salido? ¿Qué buscaba? Tenía que haber una explicación lógica para ello, pero ahora... nada de eso importaba.

Giró la cabeza hacia el enorme reptil mutante. Lo examinó de arriba abajo. «Los reptiles más grandes y fuertes eran los que resistían la mutación —recordó». Mutación que el dragón debía haber provocado de alguna manera. Desde las lagartijas y los reptiles que habían muerto excavando en la mina, hasta la iguana de Finn y esta criatura. Lo que el dragón buscaba, ¿era crear estas cosas? ¿Pero por qué había decidido salir ahora? ¿Había cumplido su cometido?




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