Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 24: Desgracia

Gianna había ido a buscar a Finn a su casa, el muchacho no había ido a la escuela durante algunos días y eso la preocupaba. La excusa oficial había sido una enfermedad, pero ella sabía que no era verdad. Algo andaba mal y ahora lo averiguaría.

Tocó a la puerta de la pequeña casa de madera y tejas de barro. A los pocos segundos, fue recibida por una mujer de aspecto acabado; su cabello castaño estaba enredado y su mirada denotaba tristeza, como si su vida fuese algo que nunca deseó.

A Gianna siempre le resultaba incómodo encontrarse con la madre de Finn, ya que no era muy cordial, pero sabía tratar con ella. Insistió e insistió hasta desesperar tanto a la mujer, que la dejó subir a buscarlo. Había usado una táctica parecida cuando la «obligó» a llevar la iguana a la universidad, meses atrás.

La habitación del muchacho se encontraba en una de las tres puertas que se divisaban al terminar de subir unas escaleras rechinantes. No había ningún pasillo o espacio, además del necesario, para que una persona decidiese en cuál de las habitaciones quería entrar. Gianna tocó a la puerta de la habitación de Finn y esperó. Nada sucedió.

Después de varios intentos sin respuesta, amenazó con derribar la puerta si no la abrían.

—¡Finnister Gupper! Tienes tres segundos para abrir, o derribaré la puerta. Ya sabes que no estoy mintiendo, a tu madre le importará —exclamó Gianna, y comenzó a contar—. Uno...

Nada sucedía.

—… dos…

Silenció total.

—… tre...

—¡Esta bien, está bien espera! —una voz suave y temerosa se filtró a través de la puerta.

—¡Finnister! ¡Abre inmediatamente! —dijo la chica enfurecida—. ¡Me tenías bastante preocupada!

Finn abrió la puerta y recibió a la joven, quien entró como el viento.

—¿Por qué no has ido a la escuela? —preguntó Gianna, yendo directo al grano.

—Ya no tendrá caso dentro de poco —dijo Finn, encogiéndose de hombros.

—¿Y por eso te ocultas? Explícate —dijo la chica, aún furiosa.

Finn hizo un gesto de incomodidad ante la cuestión, e invitó a Gianna a acercarse al terrario donde tenía a sus iguanas. Gianna lo siguió, pero al observar dentro se dio cuenta de que sólo estaba la enorme Bertha —bastante agitada, por cierto—. Finn le contó que ya llevaba así unos días, desde que su madre, Martha, había muerto. El mensaje "LLUVIA DE FUEGO", aún podía apreciarse en la tierra.

—¿Es por esto que no has ido a la escuela? ¿Porque tu iguana aprendió a escribir? —preguntó la joven, riendo.

Finn se puso colorado, pero se irguió ante ella con valor.

—¡No seas tonta! Eso fue sólo el inicio —dijo él, exaltado—. Esto es muy serio, Gianna.

La joven se sorprendió un poco por la reacción de su amigo. Normalmente nunca se habría atrevido a hablar tan seguro de sí mismo, y mucho menos habría utilizado un tono tan audaz. Eso la hizo dudar.

—¿Qué quieres decir con que el inicio? ¿De qué estás hablando? —preguntó.

Finn sonrió con autosuficiencia, después de todo, parecía ser la primera vez que él tenía información que Gianna no poseía.

—¿No te das cuenta? —dijo él, hablando como un detective—. El terremoto del 22 marcó el inicio de algo, Bertha ha estado muy inquieta desde entonces. Además… me ha mostrado cosas.

—¿Cosas? —dijo Gianna, arqueando una ceja.

—¡Sí! ¡Cosas! Bertha, ¿podrías mostrarle? —dijo Finn, acercándose a acariciar a la hermosa iguana.

Gianna miró a Bertha con curiosidad. La iguana extendió su larga cola para tocar suavemente su rostro. En ese instante, rápidas visiones borrosas comenzaron a pasar frente a sus ojos.

Se movía entre las profundidades de la tierra. Era como estar en los ojos de alguien más, observando rocas, fuego y oscuridad. Después vio lo que parecían ser escamas rojas y luego, más fuego. Fuego lloviendo sobre la ciudad de Nivek. La chica dio un grito de sorpresa cuando la visión desapareció, volviendo a encontrarse en el cuarto de Finn.




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