MATEO DE NOVELIS
En los pequeños trozos de recuerdos de mi memoria recuerdo a una pequeña niña que llegó a llenarme de felicidad cuando más solo me sentía...
MI familia no era muy grande, solo eramos mamá, papá, mi hermana y yo por lo cual se podría decir que éramos muy unidos. Se podría decir...
Mis padres eran muy importantes en la comunidad por muchas cosas tontas que no entendía, los domingos en la iglesia hablaban más de ellos que de Dios, mi padre siempre salía temprano a trabajar y mi madre solo se iba con sus amigas con las que hacía "cosas buenas", siempre me dejaba solo con mi niñera repitiendo la misma frase, "Si quieres algo pídeselo a la señora Paz" y así era, si quería algo ella me lo daba sin hacer preguntas ni murmurar, pedía pastel, dulces, pizza, refresco, helado, galletas, pollo, todo lo que un niño pudiera desear yo lo tenía con solo jalar la falda de la señora de edad que siempre pasaba en la cocina.
Sin darme cuenta eso fue provocando cambios en mi cuerpo, las camisas me quedaban más apretadas y me cansaba mucho al jugar, además de eso los niños se burlaban de mí llamándome gordo y otros apodos que me lastimaban, por eso no me gustaba jugar con ellos, prefería jugar en el patio, en mi casa del árbol y con mi bicicleta.
Siempre solo, ni siquiera tenía a mi hermana para jugar, ella pasaba tomando clases de esto, clases de lo otro y cada vez que le pedía jugar me decía; "Mateo yo no puedo, estoy ocupada". Me resigne, bueno eso hasta que llegó ella, esa niña que se acercó con esa hermosa sonrisa plasmada en su hermoso rostro preguntándome si podría enseñarle andar en bicicleta. Al principio lo único que pude pensar es que era una broma de Liam y sus amigos ¿Como una princesa de cuentos de hada podía estar frente a mí queriendo ser mi amiga?, no lo creia hasta que me dijo que vivía en la casa de enfrente, era nueva y no conocía a nadie, solo a mi, era una oportunidad que no estaba dispuesto a desechar, ella sería mi amiga por siempre. Con respecto a su petición de enseñarle andar en bicicleta me negué porque no quería que se lastimara, ella era tan perfecta que nunca me podría perdonar que le sucediera algo, a cambio la lleve a mi casa del árbol a jugar, su risa, sus gestos, sus palabras era algo tan precioso de ver que no podía dejar de llamarla princesa, no encontraba otro nombre mejor para ella, bueno eso hasta que supe su nombre: Xaria Amar Delvey, Amar, ese nombre era como un canto de ruiseñor para mis oídos.
Los recuerdos que tengo de la primaria junto a Amar fueron simplemente hermosos, me encantaba estar con ella, siempre caminábamos por los pasillos juntos, era el niño más feliz y afortunado aunque eso también me causaba problemas, la envidia de los otros niños hacia mi se reflejaba con insultos y burlas acerca de mi peso, eso me hacía sentir muy mal hasta el punto de llorar, me dolía no poder hacer nada contra ellos en especial contra Liam quien era mi atacante principal. A pesar de eso me reconfortaba tener a Amar a mi lado quien siempre me consolaba, cuando le suplicaba que nunca me dejara ella siempre decia que estaria a mi lado como mi prometida, sus palabras me ayudaron a seguir adelante y a dejar los malos recuerdos atrás.
Después de clases volvíamos a ser solo nosotros dos, nos encantaba pasar tiempo juntos. Hacíamos la tarea juntos, dormíamos juntos en las pijamadas en las que tanto nos divertíamos, Amar para mi era como el aire, no podía vivir sin ella, incluso en las pausas que hacía para ir al baño la extrañaba. Ella confiaba mucho en mi y cada vez que tenía una duda sobre algo me la preguntaba y aunque yo no supiera la respuesta le inventaba algo y ella me creía sin dudarlo, era como su héroe y eso me encantaba. En esa época había una duda que mantenía en su hermosa carita una expresión triste, no podía tolerar que ella fuera infeliz, así que aunque en realidad no supiera porque su mamá no tenía amigas y porque mi mamá me había prohibido ir a su casa solo podía decirle que sentían envidia, lo mismo que sentían nuestros compañeros al vernos juntos,
Conforme fuimos creciendo nos volvimos más unidos, a ese punto yo no podía imaginar un mundo sin ella lo que provocaba que fuera un poco posesivo, no me gustaba que nadie quisiera jugar con ella, que nadie la mirara y que nadie le hablara, no lo podía tolerar.Es por eso que nunca podré sacar de mi mente ese día de San valentín en el que no pude controlar mis sentimientos y la hice llorar:
Por donde sea que dirigimos nuestra mirada había corazones, en las paredes, en las puertas de los salones, muchos corazones que celebraban el día de los enamorados, aunque muchos odian este día para mi es era uno muy lindo, después de clase nos íbamos para mi casa donde doña Paz nos tenía un pastel de chocolate con forma de corazón como una tradición inventada por mi para nosotros dos.
A pesar de que las clases apenas iban iniciando yo ya deseaba que terminaran. Llegamos a nuestro salón con nuestras manos entrelazadas, como un par de novios enamorados, aunque sabía que aún no estábamos en edad para ese paso yo no podía esperar a que ese día llegará. Caminamos hacia nuestros pupitres cuando note algo sobre el de ella, eran muchas cartas en forma de corazón, flores y chocolates.
—¿Qué es todo esto? —preguntó tomando una de las cartas—. Feliz día de los enamorados Amar —la leyó y luego la puso sobre la mesa y tomó otra—.Amar eres muy linda ¿Quieres ser mi novia?.