Caminaba por el lugar, absorta en mis pensamientos, cuando alguien me agarra bruscamente la mano y me obliga a voltear. Ahí estaba mi mejor amigo, Logan, con una enorme sonrisa en su rostro.
Pero antes de que pudiera reprocharme por lo que hice la semana pasada, decidí adelantarme a sus palabras.
—Supéralo—le dije con desdén.
—Dejar plantado a tu mejor amigo y bloquearlo por una semana, eso no se supera, se aprende a vivir con ello—me respondió ofendido. —Pero puedes remediarlo si mañana por la noche me compras un litro de helado para que veamos The Walking Dead.
—Me encantaría verte gritar por muertos vivientes, pero estaré en la gran fiesta del rey.
Frunce el ceño y coloca una mano en su pecho, haciendo una pose dramática.
—¿Me cambias por la realeza? Pensé que nuestra amistad era más valiosa que eso—dijo con amargura.
—Deberías escribir novelas, Logan, te inventas demasiadas historias—respondí con sarcasmo.
—Así me amas, cariño—replicó con una sonrisa burlona.
—Y solo para que dejes de llorar, la única razón por la que no puedo ir contigo es porque mi padre usó su don de manipulación y me obligó a asistir a la fiesta—me justifiqué.
—Bueno, si su alteza real no puede venir, tendré que esperar hasta el lunes para verte—hizo una reverencia exagerada.
—Deja de actuar, Logan. Ni que fuera princesa como para que te inclines—le dije con simpleza.
Él puso su brazo alrededor de mis hombros, acercándome a él. —¿Quién sabe, Madie? Eres adoptada, nunca digas nunca—comentó con indiferencia. —Además, imagínate si fueras la próxima princesita Sofía; yo podría ser tu futuro rey. No suena mal, ¿verdad?
—No creo que eso sea posible. Busca una identidad más realista—dije, riendo por su exceso de imaginación.
Logan siempre tenía ideas locas, a veces me preguntaba de dónde las sacaba. Pero, aun así, lo amaba.
Olvidando el asunto de la realeza, me preguntó cómo había logrado convencer a mis padres para que nos dejaran venir los cuatro. Mamá no solía permitirnos ir a ese tipo de eventos, y para ser sincera, tampoco era mi lugar favorito.
—Papá nos dio un horario de llegada y mamá accedió, siempre y cuando no volvamos tarde—respondí, tratando de mantener la calma.
Él arqueó una ceja, sorprendido. —¿Y eso te parece normal?
—¿Por qué no debería serlo?—respondí. Pero en ese momento saqué mi teléfono y me di cuenta de que ya era casi la una de la madrugada. No tenía idea de cómo había pasado tan rápido el tiempo. Estábamos en serios problemas.
—¡Dios mío!—exclamé, horrorizada. —¿Cómo no me di cuenta de lo tarde que es?
Logan me miró sin entender. —¿No entendiste lo que dije?
—Si llegamos tarde, nos castigará de por vida—dije, dándome cuenta de las terribles consecuencias que nos esperaban.
Pensé en mi futuro sin internet ni teléfono, sin mis libros y sin mis personajes literarios favoritos. ¿Soy la única que piensa que no se puede vivir sin eso?
Y luego decían que Logan era dramático.
Mi papá no solía establecer un horario de llegada, bueno, casi nunca. Pero cuando lo hacía, no quería ni recordar lo que pasó la última vez.
Antes de irme, Logan notó mi expresión preocupada y soltó una carcajada como una foca. ¿Es posible que alguien se ría tan feo?
—Buena suerte. Creo que tendrás que comprarte un traje naranja para ir a la moda de presidiaria — bromeó, y como una chica madura que soy, le saqué la lengua antes de salir a buscar a mis hermanos.
Nos subimos al auto y, en el camino, no puedo evitar observar a Bryan coqueteando con otra chica. Me siento tentada a cobrarle todas las veces que me ha molestado cuando hablo con chicos, pero sé que no hay tiempo para eso. Hay algo más importante en juego.
Cuando llegamos a casa, las luces están encendidas y puedo sentir la tensión en el aire. Sabemos que estamos en problemas y que será difícil evadir el regaño de nuestro padre.
—¡ESTAMOS MUERTOS! — Dijimos todos al mismo tiempo.
De está no nos salvamos.
Concuerdo.
Sin embargo, él nos sorprende al no ser tan duro como esperábamos. Nos da una leve reprimenda y nos dice que, a cambio, tenemos que limpiar toda la casa y no asistir a fiestas durante un mes.
— Creí haber sido claro con la hora de llegada — comenta serio y su mirada se dirigió a los mellizos — les había dicho que mi condición para que fueran a la dichosa fiesta es que llegaran temprano.
Desconecto mi cerebro para dejar de escuchar el reproche que no soy capaz de anticipar.
Cuando noto que ha dejado de hablar, tras soltar un suspiro le doy un beso súper sonoro en la frente; con eso acabo de reducir cinco años de condena.
Resoplo y nos miro.
— Fuí joven y me llegó a pasar lo mismo que ha ustedes, así que por esta vez no seré tan duro, con la condición de que no se vuelva a repetir — todos asentimos de acuerdo.
— Pero, no irán a fiestas por un mes — Bueno pensé que sería peor, puedo vivir con eso, pero con una sonrisa que amenaza con tirar de las comisuras de sus labios — y se encargarán de limpiar toda la casa.
Parada en el umbral de la puerta de la sala, intento suprimir el chillido de fastidio que me da su nueva orden, pero por mala suerte, si me oyen. Mamá a su lado levanta una ceja de manera inquisidora y me mira amenazante.
— Papi pero ¿igual iremos a la fiesta del rey? — pregunta Gabi.
Cruzo los dedos de que diga que no, por favor que diga que no.
— Claro que irán, es un compromiso que la familia tiene con el rey, mañana les hablaré al respecto — ¿porque me odias papá?, pensé que era la favorita.
— Pero ¿Esta vez iremos todos verdad? —preguntó está vez Peter, es como si quisiera recordarme mi desgracia.
Y al ver su sonrisa burlona dirigida a mí, supe que mis sospechas eran ciertas.
— Irá toda la familia, pero ya es mucho de hablar, vayan a dormir —a Gabi y a mi nos dió un beso en la frente y se fue.
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Editado: 21.03.2024