"En la vida existen muchos altibajos, así como oportunidades que nos cambian la vida cuando menos lo esperamos.
Jean Carlos perdió muchas oportunidades a lo largo de su niñez y adolescencia. Nacido en Guayaquil, fue el único hijo que tuvo el matrimonio de Rosa y Marcelo Vera. La situación de la familia era decadente, teniendo a su padre desempleado después de haber perdido los dedos de su mano izquierda en un accidente laboral; el único sustento era el pequeño negocio de su madre Rosa, que se dedicaba a elaborar pasteles y bocaditos bajo pedido.
Sin embargo, estando al borde de la ruina, tuvieron que mudarse a casa de los padres de Marcelo, a las afueras de Guayaquil. Allí, Jean Carlos fue criado por sus abuelos, quiénes le inculcaron con mano dura ante mínima desobediencia.
Y fue su abuelo, Rodrigo, el más severo con él. No obstante, Jean Carlos sintió una gran admiración por el mayor.
El hombre viajaba constantemente a causa de su trabajo como obrero en una azucarera fuera de la ciudad. De eso subsistía, y aunque la paga no era piadosa, buscaba verle el lado positivo a las cosas. Él fue quien le enseñó a Jean Carlos sobre el arduo proceso para la elaboración de azúcar blanca y azúcar morena, familiarizando al menor con los tratos y vivencias que se vivían en un ingenio azucarero en aquellos tiempos.
Años después, bajo la tensión y crisis creciente en el país, Jean Carlos tuvo que dejar sus estudios para ayudar a su familia. Rodrigo había sido despedido a causa de la masiva ola de desempleo que se propiciaba en el país, dejando a su madre como única fuente de ingresos.
Con dieciocho años, obtuvo trabajo como obrero en el Ingenio San Carlos, la misma en que trabajó su abuelo antes de ser despedido.
Logró mantenerse en el Ingenio hasta los veintiséis años, edad en que se dejó el puesto para retomar sus estudios y adentrarse en el mundo de la repostería. Tuvo en mente abrir una panadería cerca de su casa, para así estar cerca de sus padres y abuelos, quienes, ante el peso de los años, se empezaron a ver afectados por enfermedades y complicaciones a la hora de realizar tareas cotidianas.
Dedicó su tiempo libre a la elaboración de panes y postres bajo pedido, a veces repartiendo lo que preparaba por el barrio y más allá del mismo. Al acabar el colegio, Jean Carlos optó por cursar cursos de gastronomía, enfocándose en la repostería, donde atrajo la atención de los pasteleros y organizadores de los cursos en que asistía.
No solo por sus pasteles y postres, sino también gracias a su temperamento serio y dedicado, el cual es acompañado por su gran creatividad e ingenio a la hora de combinar sabores endulzados, dando creación a postres que cautivan el paladar.
A partir de ahí, todo es historia.
En la actualidad, a sus cuarenta años, Jean Carlos Vera es considerado un pastelero de renombre, graduado en la carrera de gastronomía y poseedor de una repostería en el centro de la capital, en donde reside junto a su madre y pareja sentimental, Miriam Cáceres.
***
El cielo sigue teñido de un manto apagado, a pocas horas de la llegada del sol mañanero. Las calles están heladas, vacías, siendo transitadas por los ventarrones de la madrugada.
Desde la ventana vislumbra el lento pasar de las nubes, que son casi imperceptibles gracias a la oscuridad de la noche. Con una taza de café amargo a medio beber, Jean Carlos yace bajo una crisis de insomnio, producto de la ansiedad y carga de pensamientos que ha tenido en la última semana.
Miriam duerme al otro lado de la casa, encerrada, apartada de él y su madre por seguridad. No puede dormir sabiendo que ella sigue recuperándose del virus; aunque los síntomas han desaparecido en totalidad, teme que vaya a recaer ante el mínimo descuido.
A las cinco debe preparar el té de cúrcuma para dárselo a ella y a su madre, así como dejarles el desayuno antes de salir rumbo al mercado. Afortunadamente, las cosas empiezan a mejorar: los contagios iban gradualmente disminuyendo, por lo que las medidas iban restando importancia.
No obstante, su clientela no había aumentado. Seguía bajando: algunos de sus más fieles clientes fallecieron, mientras que otros parecen haber desaparecido al ya no mostrar señales de vida por ningún medio. Al menos sigue subsistiendo gracias al contrato que realizó junto a la televisiva "Club del mañana", en donde tiene su segmento de consejos y repostería.
Parpadea cuando suelta un bostezo, arrimándose en la silla mientras vuelve su vista al celular. Dos horas más y serían las cinco.
Suspiró.
—La gente pregunta mucho por Miriam. —murmura para sí mismo, viendo los comentarios que dejan sus seguidores en las redes sociales.
Editado: 10.11.2023