¡lo dulce y no exótico no combina!

Capítulo I

Antonio Ramos

El programa concluye de forma animada, después de una súbita entrevista que ni Antonio ni Martina se esperaban. No obstante, gracias al ambiente experimentado durante el segmento de cocina, el matrimonio no se mostró ansioso con las preguntas que se les dirigía.

 

Antonio se dispuso a ordenar su zona de trabajo, ayudando a los asistentes con la limpieza de utensilios y platos. Martina lo espera en el auto, encargándose de alimentar a Ronald con las papillas que él mismo elabora para el infante. Habiendo terminado de ordenar los platos en la cocina del edificio, Antonio se encamina hacia al parqueadero, topándose con Alexander, que salía del baño con una muda de ropa ligera, contraria al extravagante terno azul que llevaba durante el programa.

 

—¡Hey, Antoni! —saludó, acercándose al mencionado— ¿Ya te vas?

—Eh, sí… —replica el manaba, arrastrando sus palabras—. Debo asistir a un evento, un matrimonio.

—¿Y qué hay de Marti y Ronald? —pregunta Alex.

—Martina se quedará en casa; sabes que ella es paranoica con eso del virus y el contagio.

Antonio se alza de hombros, revelando un quemeimportismo por la preocupación de su esposa. Alexander tuerce los ojos ante el comentario.

 

—Pues, considero que su paranoia es razonable. —expresó, mirando a Antonio con el ceño fruncido—. Y tú mismo lo sabes.

—Pero no puedo estar en mi casa sin trabajar. —se defiende, cruzándose de brazos—. No es la primera vez que me contratan en eventos desde que comenzó la pandemia. Además, el matrimonio al que voy cumple con todas las normas de bioseguridad.

—Eso no asegura nada, idiota. —siseó.

—Alex…

 

El manaba mira al presentador, sintiéndose como niño regañado. La mirada de Alexander es de reproche, fulminante, manteniendo una postura firme. Antonio carraspeó, rascándose la nuca.

 

—Se me hace tarde, ¿sabes? —dice escuetamente—. No voy a perder mi tiempo discutiendo contigo.

Antonio empieza a caminar, dándole la espalda a Alexander.

 

—¡Si te atreves a buscarme, te patearé! —gritó el quiteño, observando la figura del chef alejarse por el opaco pasillo gris.

 

El manabita camina a zancadas, con su atención turnándose entre su reloj de muñeca y el camino. Antonio llega al ascensor que lleva al parqueadero subterráneo. Esperó, viendo cómo los números iban en ascenso hasta detenerse en el piso en que está. Sin embargo, antes de que pudiese entrar, se detiene al encarar una cara… familiar.

Jean Carlos. —saludó Antonio, seseante, forzando una débil sonrisa por la presencia del guayaquileño. El antes mencionado también encara al más joven, con la única diferencia de que éste no cambia su expresión desinteresada.

—Buenas tardes, Ramos. —corresponde el saludo—. Hmm… ¿Me dejas pasar o te vas a quedar ahí parado?

Antonio se muerde el labio, moviéndose inmediatamente para dejar pasar a Jean Carlos. El pastelero sale del ascensor; sus miradas se cruzan, revelando la tensión e incomodidad que sienten al tenerse tan cerca.

 

El chef entra al ascensor, cerrando las puertas para no visualizar la figura del guayaquileño. Suspira con pesadez, dirigiendo su atención al panel que muestra el piso en que está.

 

—¿Qué hace él aquí? —se pregunta en voz baja, adoptando una postura pensativa.

Sabe que el pastelero trabaja en un programa mañanero que es trasmitido por la televisora; no obstante, Jean Carlos no suele regresar hasta el día siguiente. Entonces, ¿por qué está ahí?

Antonio intenta ignorar los pensamientos que maquina su mente, sintiéndose cada vez más ofuscado. “No tiene caso amargarse la vida” pensó, pasando una mano por su rostro; relaja su cuerpo, cerrando sus ojos hasta oír que las puertas del ascensor se abren en la planta baja.

 

Caminó hasta su auto, tocando la ventana del copiloto. Martina levanta la cabeza para verlo, diciendo algo que no logra ser oído por Antonio.

 

—¿Ya se durmió? —preguntó Antonio cuando Martina desbloqueó el auto, abriendo la puerta del conductor para dejarse caer en el asiento.

 

Ambos observan el asiento trasero, viendo a Ronald dormido en el asiento de bebé.

 

—Tenía más sueño que hambre; apenas comió. —contesta la española, regresando su mirada al mayor— ¿Pasó algo?

—¿Eh? —balbuceó—. No pasó nada…

—Demoraste mucho, Antoni. Recuerda que aquel evento te quiere ahí a las una y media. —le recuerda Martina, haciendo que Antonio abra los ojos y vea su reloj de manera abrupta.

Son las una y quince de la tarde.



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En el texto hay: chef, romance, gaylove

Editado: 10.11.2023

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