Lo llaman Halcón

Capítulo 1

No le mires a los ojos, no le mires a los ojos, no le mires a...

—¿Qué haces? —Su voz varonil resuena en mis tímpanos.

Abro los ojos y miro a un punto fijo en el suelo. Estoy reflejada en él como si fuera un espejo y entonces caigo en la cuenta de lo ridícula que me veo. Él sigue esperando mi respuesta. Puedo ver cómo mueve el pie arriba y abajo. ¿Nervioso?

Trato de respirar para tranquilizarme, pero es inútil. ¿Cómo puedo estar relajada delante de personas como las de su calibre? Ya ni hablar de que me han pillado con las manos en la masa. Quizás no pueda ni respirar otra vez antes de morir.

Lo único bueno es que no le he visto la cara, por lo que no puedo delatarlo, aunque creo que eso a él no le importa a juzgar porque ha puesto su mano en mi barbilla y siento como hace presión hacia arriba, obligándome a mirarlo.

Miro para otro lado y trato de evitar el contacto visual. Desde aquí puedo admirar el gran recibidor que posee. ¿Por qué la policía no los ha encontrado ya con lo fácil que es?

La gran cantidad de armas de diferentes tamaños y tipos lucen dentro de una vitrina de cristal pegada a la pared. Debajo de ella hay unos delicados cajones de mármol en los que apuesto que hay todavía más armas.

Observo una enorme escalera que al final se divide en dos, hacia lados opuestos. Por último, visualizo la doble puerta por la que he entrado, la cual posiblemente sea mi única salvación.

La presión que ejercen los dos hombres que me sujetan en mis brazos aumenta. Reprimo un quejido de dolor para no darles el gusto y demostrarles que no les tengo miedo.

—Es una espía de la policía —dice uno de los hombres y me obliga a dar un paso adelante—. Estaba husmeando en la mercancía.

No tiene la voz tan grave como yo pensaba que tenían los mafiosos. Claro, estaba influenciada por las películas de acción como Tom Cruise de "Misión imposible" o Vin Diesel en "Fast&Furious". Pero esto es la realidad y casi nunca los malos son buenos.

—Una sola señal y me la cargo Halcón —. Su compañero me aprieta todavía más el brazo y saca una pistola. Abro los ojos como platos. ¿Halcón?

Levanta la mano para detenerlo y noto como me mira desafiante.

—¿Qué haces aquí? —Su aliento me golpea en la cara y siento su respiración casi en mi boca. Respiro hondo varias veces y con un movimiento brusco hago contacto visual con él.

—Buscándote.

 

2 días antes

Camino por las frías calles, normales en una mañana de invierno. Noto mis labios helados por el clima y me arropo más en mi bufanda de lana. A pesar de todo esto, amo el frío.

Voy directa a mi lugar de trabajo. Cada día es una aventura nueva, de hecho, si lo pienso, es como una película de miedo, terror, comedia y chismorreo. Si, así es la vida de una periodista.

Trabajo haciéndole llegar al mundo noticias fascinantes de personas impresionantes o acontecimientos puntuales. Soy como los ojos del mundo y la letra de los censurados.

Al fin llego al gran edificio de diez pisos que ha sido mi segundo hogar durante estos últimos meses. Estoy en mi último año de Universidad, y por ello debo hacer las prácticas en empresas.
Lo único malo es que debo hacer un trabajo de fin de grado que pienso que es bastante complicado.

—Buenos días, Elia. —El saludo enérgico de mi instructora me levanta el ánimo. Sonríe mostrando su perfecto pintalabios rojo resaltando sus blancos dientes.
Le sonrío también. —¡Al fin has decidido vestir como debe hacerlo una periodista!

—Futura periodista. —Trato de pensar en positivo y creerme que puedo con este gran reto que se me ha presentado.
Ella asiente convencida y me guía, como siempre, hasta mi puesto de trabajo.

Es simple. Una mesa de oficina con un ordenador y un montón de papeles con miles de anotaciones, las cuales debo pasar a Word para que se pueda publicar en el diario de la ciudad.
Lea se despide de mí y va directa al despacho del jefe. Me quito el abrigo y la bufanda al fin.

Observo mi reflejo en el espejo de mi puesto. Falda tubo azul con camisa blanca metida por dentro. Algo básico, pero elegante. Mi cabello rizado color azabache estaba hoy rebelde, así que tuve que arreglarlo haciéndome un moño agarrado con una pinza blanca.
Algunos mechones me caen por la sien haciendo que se me vea un rostro delicado y cuidado.

Me siento y comienzo a leer las anotaciones. La mayoría de las veces no tiene ninguna falta, pero la puntuación... Es un aspecto para mejorar. Quizás soy muy tiquismiquis porque debo hacerlo todo perfecto si quiero que me contraten en esta empresa, pero sinceramente, es muy importante esos pequeños detalles para esta profesión.

Lea sale enfadada pisoteando el suelo como si fuera un niño en un charco. La observo disimuladamente. Detrás de ella está Valbuena, mi jefe. Hace mucho que no lo veía, no suele salir de su despacho por lo que esté asunto debe ser importante.

—Ya te he dicho que no pienso hacerlo. —Lea está muy enfadada a juzgar por su tono de voz. Nunca la había visto así.

—Pero puede ser un gran impulso a nuestro diario, es un gran beneficio tanto para ti como para la empresa. —Valbuena trata de calmarla poniendo una mano en su hombro. Lea se la quita rápidamente con un movimiento brusco.

—Es muy arriesgado, y como sabes, tengo dos hijos a los que no tengo ninguna intención de dejarlos sin madre. —Recalca las últimas palabras, haciendo que toda la sala vuelque la cabeza para mirar lo que ocurre. Lea los fulmina con la mirada y todos siguen con su trabajo rápidamente.

Es la encargada de toda la planta de redacción por lo que tiene mucho poder sobre nosotros y nuestro trabajo. Con una sola palabra puede hacer que Valbuena los despida.

Lea se aleja desesperada y se dirige a mí. Hago como que estoy leyendo las anotaciones para evitar problemas.




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