Dos días antes
Camino por las frías calles, normales en una mañana de invierno. Noto mis labios helados por el clima y me arropo más en mi bufanda de lana. A pesar de todo esto, amo el frío.
Voy directa a mi lugar de trabajo. Cada día es una aventura nueva, de hecho, si lo pienso, es como una película de miedo, terror, comedia y chismorreo. Si, así es la vida de una periodista.
Trabajo haciéndole llegar al mundo noticias fascinantes de personas impresionantes o acontecimientos puntuales. Soy como los ojos del mundo y la letra de los censurados, o al menos eso dicen. Me detengo en un paso de cebra donde justo el semáforo se ha puesto rojo para mí.
Miro rápidamente en todas las direcciones intentando tener la oportunidad de cruzar al otro lado, pero cientos de coches pasan a toda prisa. Delante de mí el Instituto Fortuny, conocido por su importancia en la historia de la educación femenina, luce tal y como lo recordaba.
Su primera directora, María de Maeztu, comprendió que la situación de inferioridad de las mujeres estaba vinculada a la falta de educación y de perspectivas profesionales, ya que, en 1910 había en España un 70% de mujeres analfabetas y la ( para entonces) residencia, pretendía formar a profesoras, intelectuales y científicas con el propósito de atender a la futura formación de todas las mujeres.
Todavía recuerdo la última vez que estuve aquí, solo que no fue sola como ahora.
Flashback
—Te dije que trajeras una chaqueta —sonríe divertida. Aprieto mis manos y les doy un soplo de aliento para intentar calentarlas.
—Se me olvidó, ya sabes como soy —frunzo el ceño enfadada. —Además, ni siquiera me lo repetiste varias veces como de costumbre, así que técnicamente es tu culpa también.
Abre los ojos como platos y apoya sus manos en las caderas para demostrarme su enfado. Ella me conoce desde que tengo memoria y parece mentira que crea que con una sola vez que me digan las cosas, la voy a hacer. Desde la muerte de mis padres ella siempre me ha cuidado y se ha hecho cargo de mí. Al fin y al cabo es lógico, ella es la hermana mayor.
A pesar de sacarme diez años, ha accedido a acompañarme a mi fiesta de navidad. Es difícil para mi ver a muchas compañeras acompañadas de sus padres y yo no poder disfrutar este momento con los míos en un día tan especial. A pesar de todo el dolor que siento ahora mismo no creo que me derrumbe delante de todos.
El semáforo se pone en verde y cruzamos el paso de cebra rápidamente. La miro y con una sola sonrisa le doy las gracias por todo lo que ha hecho por mí. Legalmente es mi tutora y la verdad estoy en deuda con ella por haber accedido a tal responsabilidad. Sino, estaría en un orfanato o en un convento. ¿Quién sabe?
Fin del Flashback
Parpadeo varias veces y trato de alejar los recuerdos de ese momento. Camino deprisa hasta que al fin llego al gran edificio de diez pisos que ha sido mi segundo hogar durante estos últimos meses. Estoy en mi último año de Universidad, y por ello debo hacer las prácticas en empresas.
Lo único malo es que debo hacer un trabajo de fin de grado que pienso que es bastante complicado.
—Buenos días, Elia. —El saludo enérgico de mi instructora me levanta el ánimo. Sonríe mostrando su perfecto pintalabios rojo resaltando sus blancos dientes.
Le sonrío también. —¡Al fin has decidido vestir como debe hacerlo una periodista!
—Futura periodista. —Trato de pensar en positivo y creerme que puedo con este gran reto que se me ha presentado.
Ella asiente convencida y me guía, como siempre, hasta mi puesto de trabajo.
Es simple. Una mesa de oficina con un ordenador y un montón de papeles con miles de anotaciones, las cuales debo pasar a Word para que se pueda publicar en el diario de la ciudad.
Lea se despide de mí y va directa al despacho del jefe. Me quito el abrigo y la bufanda al fin.
Observo mi reflejo en el espejo de mi puesto. Falda tubo azul con camisa blanca metida por dentro. Algo básico, pero elegante. Mi cabello rizado color azabache estaba hoy rebelde, así que tuve que arreglarlo haciéndome un moño agarrado con una pinza blanca.
Algunos mechones me caen por la sien haciendo que se me vea un rostro delicado y cuidado.
Me siento y comienzo a leer las anotaciones. La mayoría de las veces no tiene ninguna falta, pero la puntuación... Es un aspecto para mejorar. Quizás soy muy tiquismiquis porque debo hacerlo todo perfecto si quiero que me contraten en esta empresa, pero sinceramente, es muy importante esos pequeños detalles para esta profesión.
Lea sale enfadada pisoteando el suelo como si fuera un niño en un charco. La observo disimuladamente. Detrás de ella está Valbuena, mi jefe. Hace mucho que no lo veía, no suele salir de su despacho por lo que esté asunto debe ser importante.
—Ya te he dicho que no pienso hacerlo. —Lea está muy enfadada a juzgar por su tono de voz. Nunca la había visto así.
—Pero puede ser un gran impulso a nuestro diario, es un gran beneficio tanto para ti como para la empresa. —Valbuena trata de calmarla poniendo una mano en su hombro. Lea se la quita rápidamente con un movimiento brusco.
—Es muy arriesgado, y como sabes, tengo dos hijos a los que no tengo ninguna intención de dejarlos sin madre. —Recalca las últimas palabras, haciendo que toda la sala vuelque la cabeza para mirar lo que ocurre. Lea los fulmina con la mirada y todos siguen con su trabajo rápidamente.
Es la encargada de toda la planta de redacción por lo que tiene mucho poder sobre nosotros y nuestro trabajo. Con una sola palabra puede hacer que Valbuena los despida.
Lea se aleja desesperada y se dirige a mí. Hago como que estoy leyendo las anotaciones para evitar problemas.