Lo llaman Halcón

06

Cruzamos el gran recibidor y subo las escaleras lentamente siguiendo a Buitre. Nos desviamos a la derecha y cruzamos un gran pasillo lleno de cuadros extraños cuyas pinturas no muestran nada concreto. Gotas de pintura derramadas al azar, líneas de colores, manchas como si hubieran tirado globos de pintura y hubieran explotado en el lienzo etc.

Parece que tardamos varios minutos en atravesar el interminable pasillo, pero estoy segura de que no son más de unos cuantos segundos.

Por fin, Buitre se detiene delante de una doble puerta blanca. Cuenta con dos manillas enfrentadas de color dorado brillante y formas de arco en la parte superior.

—Da gracias que le has caído bien niña. —Abre la puerta con ímpetu y se hace a un lado para dejarme entrar. Río seca.

—Casi me mata con la mirada —entro mirando a mi alrededor sin dejar de asombrarme por cada cosa que veo.

La habitación es enorme. Hay una cama doble de 1'50 m recubierta de sábanas blancas con bordes dorados. La mosquitera dorada cae sobre ambos lados de la cama como si fuera seda, me recuerda a las mosquiteras de las películas antiguas de caballeros y princesas. Visualizo dos mesitas de noche blancas, igual que la puerta de entrada y el cabecero de la cama formando un corazón de madera.

El escritorio delicado y bien pulido tiene en su superficie un portátil plateado HP. Un armario enrome ocupa la mayor parte de la habitación. Me acerco lentamente y al abrir la puerta me quedo perpleja. Un vestidor escondido en el armario. Quizás con suerte me lleve a Narnia. Abro otra puerta y doy con un baño normal y corriente con un espejo enorme.

Veo una bañera hidromasaje incrustada en el suelo de la habitación, parece un jacuzzi. Lo que más me llama la atención es el delicado tocador con espejo y silla pequeña que se encuentra en la habitación. Me giro a mirar a Buitre.

—Te dije que le caías bien —levanta una ceja—. Aunque la verdad no sé porqué —frunzo el ceño. —Cuando tengas hambre no tienes más que ir a la cocina que está al fondo del pasillo a la derecha y te prepararán algo.

—Gracias.

Se que no debería agradecerle a él pero la verdad prefiero no darle ese gusto a Halcón.

—No me las des a mí. Por ahora espera aquí y aséate o lo que tengas que hacer hasta que aparezca el jefe para aclarar que hará contigo —no contesto—, aunque por los privilegios que te ha concedido... —mira alrededor —Parece que no será muy duro contigo.

—Yo he dicho la verdad, ahora es su decisión creerme o no.

—Entonces no tienes nada que temer niña —una voz conocida me sorprende. Giro rápidamente la cabeza para dar con aquella voz y entonces lo veo.

Pelo castaño, ojos verdosos y una sonrisa enrome. Cuervo.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sorprendida—. Al fin una cara que conozco

—La pregunta es: ¿Qué haces tú aquí? Creí que eras una chica normal.

—Solo necesito un buen artículo para conseguir un trabajo de fin de grado, que los deje a todos con la boca abierta y tener un puesto fijo como periodista.

—¿Vas a contar lo que hacemos aquí? —pregunta Buitre enfadado. Asiento. —Ni se te ocurra. —Se acerca a mí y rápidamente me estampa con el armario cogiéndome del cuello.

—Tranquilo, no creo que se atreva —Cuervo trata de ayudarme, o eso quiero creer. Después de lo que he visto, tengo miedo por lo que puedan hacerme a mí. —¿Qué sabes?

—Trata de blancas y tráfico de drogas, entre otras cosas —la sonrisa del castaño desaparece. Las palabras suenan entrecortadas por la presión de su mano en mi garganta. —Vi a Cóndor y Búho en un callejón sacando mujeres de una furgoneta.—Buitre me aprieta todavía más fuerte. Emito un pequeño grito ahogado y trato de respirar lo mejor que puedo. Cuervo intenta apartarle el brazo, pero no lo toca, solo se limita a decirle unas palabras con un tono tranquilo. ¿Es que no ve que me puede matar?

Cierro los ojos creyendo que este es mi final, pero cuando estoy a punto de quedarme sin respiración me suelta, haciendo que caiga al suelo de rodillas. Apoyo mi mano derecha en el suelo y con la izquierda me sobo el cuello. Cuervo se agacha a mi lado y coloca una mano en mi hombro.

—¿Estás bien?

—¿Pero eres idiota? Esta zorra nos va a destruir a todos —escupe mi agresor con odio.

—Eso no lo sabes. El tono de Cuervo muestra cierta incertidumbre. Yo en su lugar también la tendría. ¿Una universitaria arriesga su vida por su posible trabajo? Creo que sirve para un artículo del periódico El País. Una vez aquí comienzo a pensar que todo esto ha sido un error. Cierro los ojos un segundo y trato de pensar en mi objetivo real.

—¿Qué no lo sé? ¡La pillo husmeando, miente para caerle bien a Halcón y ahora se hace la victima para llamar la atención! Venga ya ¡Si solo ha sido un pequeño apretón!

—Deberías irte cuando aún estás a tiempo. —Cuervo se acerca a mí y examina mi cuello. —Siento mucho el recibimiento de...

—No importa.

—Halcón quiere que estés atendida en todo momento así que si necesitas algo avísame.

—Esto es enorme, no entiendo cómo voy a encontrarte —hago una mueca.

—Puedo enseñarte todo.

—Ya basta —una voz grave retumba por toda la habitación obligándonos a todos a mirar al responsable. —Elia, te quiero en el recibidor en diez minutos. Vosotros dos, ya sabéis que tenéis que hacer. —Cuervo se levanta sin dejar de mirarme y en tan solo unos segundos, me encuentro sola en esta habitación de ricos.

Me doy una ducha rápida y busco en el armario algo que ponerme. Una blusa básica y unos jeans. Me aprietan un poco pero no creo que se note mucho. Parece que la persona que estuvo aquí antes era más delgada que yo.

Intento memorizar el camino de vuelta al recibidor, pero esto es tan grande que creo que ya me he perdido. Doy con un pasillo enorme que se parece al que ya crucé hace un minuto. Me detengo unos segundos a pensar y me doy cuenta de que es otro pasillo ya que en este hay una peculiaridad: una foto de una mujer.



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En el texto hay: misterio, romance, periodismo

Editado: 13.10.2021

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