Lo llaman Halcón

12

—Buitre ya vale —Cuervo lo mira enfadado.

—No —lo detengo—, déjalo que hable —sonrío—. Quizás se lleve un puñetazo en la boca.

—Que miedo —Buitre hace temblar sus manos exageradamente. Me sorprende como tengo coraje para hablarle así.

—Basta —la voz ruda de Halcón hace eco por toda la mansión. —Elia vete, mañana haces la entrevista y te vas de aquí. Y tú, Buitre —se acerca a él posicionándose delante de mí—. Controla más esa boca si no quieres que yo mismo te pegue un tiro en ella. El ave se ríe y niega con la cabeza.

—¿La defiendes? —suena irritado. Me mira directamente a los ojos ignorando a Halcón. —Solo ha venido a causar problemas. ¿O es que de verdad te la estás tirando? —Veo como Halcón aprieta el puño muy fuerte y comienza a respirar más rápido. Se está controlando, y se nota que le cuesta.

—Haced lo que he dicho ahora mismo.

Camino hacia la puerta. Esquivo la mirada de todos en la habitación y trato de centrarme en ir a mi habitación. Si estoy en el lado sur y mi habitación está en el lado norte tengo que ir por el pasillo...Una frase interrumpe mis pensamientos.

—Por lo menos tu hermana tenía más dignidad que tú —Buitre suelta sin tapujos la frase. Respiro hondo trato de calmarme, pero nunca he sido pacifista, creo que la violencia me llama demasiado. La adrenalina recorre mi cuerpo como un cohete. Me doy la vuelta y me abalanzo sobre Buitre, no sin antes darle un rodillazo donde más duele.

—¿¡Como te atreves!? —comienzo a pegarle puñetazos en la cara. Para mi suerte, mi ex me enseño como pegar. Buitre está aturdido recibiendo golpes por todo el rostro y comienza a sangrar por la nariz. La rabia impide que pueda contenerme y ni siquiera puedo pensar en las consecuencias de esto, solo quiero seguir pegándole. —¡No tienes ni idea de cómo era mi hermana!

—Elia, ya basta, tranquila. —Halcón me levanta de encima de Buitre como un saco de patatas y me aleja de él.

—¡Déjame! —pataleo con todas mis fuerzas. Me baja de su hombro y me agarra el brazo. Con un movimiento brusco me zafo de su agarre.

—¡Zorra! ¡Te mataré niñata! —la ira se nota desde lejos— ¿Te crees que no conocimos a tu hermana? —me grita desde el otro lado del pasillo. Trato de ir corriendo hasta él, pero el fuerte brazo de Halcón me lo impide— ¡Conocemos a todas las mujeres que vienen aquí en busca de ayuda!

Cóndor y Búho le tapan la boca mientras se lo llevan. Sigue gritando cosas que no soy capaz de distinguir. Me quedo en shock ante sus últimas palabras. De repente la adrenalina se me va y comienza a pesarme el cuerpo.

—Ya está tranquila —Halcón trata de abrazarme. Lo empujo con la poca fuerza que me queda. Me mira frunciendo el ceño.

Cuervo se acerca hasta a mí.

—¿Estás bien?

—Me duele la mano —susurro. Halcón me levanta el brazo. Emito un quejido de dolor y es cuando me doy cuenta del daño que me he hecho. La piel de mis nudillos está levantada y la sangre que emana de ellos mancha la camiseta de Halcón.

—Vamos —me levanta y me lleva en brazos. Cuervo camina a nuestro lado.

Llegamos a la habitación y me sienta en la cama. Miro a la nada y unas lágrimas comienzan a salir de mis ojos una vez que la rabia deja paso a la frustración y melancolía.

—Tranquila — me susurra Cuervo y me abraza. Siento sus músculos fuertes y su aroma a hombre. No sé porque, pero su gesto me tranquiliza. Miro por encima de sus hombros a Halcón. No sé qué siento ahora mismo, pero estoy segura de que él está incomodo con la situación.

Se acerca a mí con el botiquín del baño. ¿Va a curarme? Cuervo se aleja de mí.

—Hasta hace unos minutos tenías ganas de matarme —observo su reacción. Sonríe.

—Eso ha sido antes de que pasaras a ser la víctima de todo esto —me mira—. Buitre se ha pasado mucho contigo, y en mi opinión se merecía la paliza.

Cuervo asiente.

—Pero si me has separado de él —contesto levantando una ceja. Saca un algodón y le echa alcohol.

—Si seguías así lo matabas, no quería que fueras una asesina —vuelve a mirarme—, y creo que tú tampoco.

—No tiene derecho a hablarme así —sin previo aviso comienza a limpiarme la sangre delicadamente. Otro quejido de dolor. Trato de evitar el tercero y para mi sorpresa soy capaz.

¿Has oído eso de perro ladrador, poco mordedor? —asiento—. Él es así, solo sabe hablar, pero no es muy bueno con los puños. ¿Dónde aprendiste a pelear?

—Mi ex me enseñó, es policía —Halcón se detiene unos segundos. Cuervo y el se miran unos segundos. Tras un instante vuelve a bajar la vista a la herida.

—Tu técnica es buena, pero podrías evitarte tanto daño —lo miro confusa—. Si mantienes la muñeca recta con esa trayectoria que hacías, lo primero que impacta son las falanges y no los nudillos. La posición de tu muñeca no debería variar demasiado, pues corres el riesgo de adoptar un ángulo que facilite que ceda ante el impacto al perder el refuerzo que otorga la alineación con el antebrazo. Es por ello, que para golpear a ciertas zonas o con determinadas trayectorias, resultaría más adecuado golpear con el puño vertical en lugar de horizontal como has hecho tú— me sorprendo ante su explicación.

—Lo tendré en cuenta la próxima vez.

—Esperemos que no haya próxima vez —Cuervo me mira fijamente.

—Pega siempre con el nudillo del dedo índice y corazón, así evitarás daños en los dedos más frágiles y con suerte no te sangrará tanto la próxima vez —me aconseja Halcón.

—Con lo que me dices se nota que no sé nada de peleas.

—Por lo menos pones el pulgar encima de los dedos y no al lado. Mucha gente hace eso y por eso se lo rompen. —me mira y sonríe—. Ya te enseñaré a mejorar algún día.

Unos minutos después tengo hielo envuelto en un trapo sobre los nudillos de ambas manos.

—Esto te calmará el dolor y reducirá la inflamación. Mantenlo ahí un rato.



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En el texto hay: misterio, romance, periodismo

Editado: 13.10.2021

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