Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 13

Capítulo 13

Deja de hablar tanto y bésame de una buena vez.

 

El estudio fue obligatorio para los restantes dias. Recuerdo que al momento de hacer la prueba de biología sobre las enfermedades infectocontagiosas y las células, no sabía si mi mente haría corto circuito, me jugaría una mala pasada y le agregaría fórmulas de logaritmo que pertenecían a matemática, sobre la economía y el modelo agroexportador de 1880 de historia o la teoría de los activos y pasivos de un asiento contable. Nos volvieron locos. Aunque estamos acostumbrados, es casi una rutina para nosotros, pero lidiamos con eso más cuando el trimestre esta cerrando. De hecho, siempre fue así, tal vez desde que sacaron las materias divertidas como artes visuales, música y tecnología; fue ahí donde colocaron las más serias o las que ocupáramos en el ámbito laboral en el futuro.

 

Me fastidiaba saber que mientras yo le dedicaba tiempo a cada uno de los exámenes, hasta lloraba por las noches porque pensaba que con salir mal podría terminarse el mundo, los demás lo hacían verlo tan fácil, utilizando el machete en la cara de los profesores. Lo peor era que ninguno de ellos se daba cuenta, o quien dice y lo sabían, y solo fingían. Eso sí, no ayudaba a ninguno, era tan maldita que si me pedían algo me hacía la ciega, sorda y muda. Por algo es que no todos se llevan excelente conmigo. No me confundan, yo no soy la chica amable que te va a dar las respuestas a los ejercicios, porque si te veo te voy a decir «arréglate como puedas, querido». ¿Por que tendría que ayudarlos? Discúlpame, pero yo no vengo a solucionarte la vida porque nadie lo hace por mí. Así que sí, te lo repito de nuevo, «arréglate como puedas, querido». 

 

¿Cómo podes decir eso? ¿Acaso nunca hiciste machete, Victoria? Sí, lo hice, en dos ocasiones y desde esa vez que me descubrieron, nunca más. ¿Que hubiese pasado si lo seguía haciendo? Amenaza y manipulación por parte de mis compañeros, porque recordemos que acá soy la buena y llevo una vida diferente al resto. La gente se aprovecha cuando eres así, te ven tan vulnerable que se creen que tienen el derecho de controlarte, como si fueras un muñeco con hilos pudiendo tirar de estos. No me cabe la menor duda de que se harán expertos y te darán a conocer lo que es la miseria, la vergüenza y la humillación. Vivimos en una sociedad en donde hay cosas que son injustas, a lo mejor esto sea lo de menos, y no podríamos luchar contra aquellos porque resulta que podrías ser la peor persona del mundo, cuando perfectamente no eres el villano. 

 

Haciendo un gran paréntesis con un punto y aparte, Mauricio salió mal en alguna de ellas y no le molestaba en lo absoluto, directamente lo guardaba en su mochila por semanas y que sea lo que Dios quiera. De todos modos, él ya daba por anticipado que se llevaba el año y quien te dice si hasta el recreo. No sé por qué hace eso, él entiende cada contenido, es listo y no le cuesta para nada participar. Podría halagarlo con todo lo puede hacer y no lo hace. Sin embargo, te da la respuesta más simple a tus interrogantes “me da pereza”. 

 

El preciado viernes a la noche fue nuestra escapatoria a todos esos pensamientos y responsabilidades que seguiríamos afrontando, aunque sonara cansador. Fui a esa casa quinta, era pequeña por fuera y espaciosa por dentro, amueblada, con un baño, cuatro habitaciones, una cocina, una sala de juegos y el comedor. El patio fue lo más hermoso que podías encontrar. A solo unos pasos, por un camino de cemento con plantas, bien iluminada de ambos lados, te conducía a la pileta climatizada que estaba bajo techo y con ventanas corredizas.

 

—¡Bienvenida, Victoria! —Me recibió Paula en la entrada, con un beso en el cachete, en bikini y con una toalla en su cintura—. Deja tus cosas donde quieras.

 

—Ok, gracias. —Dije con una forzada sonrisa, tratando de no sonar tan falsa.

 

Dejé mis pertenecía en uno de los sillones cercanos a mí y observé a los que estaban en la pileta. Eran cinco y para nada los conocía.

 

—¿Te vas a quedar ahí o vas a entrar? —Apareció de la nada a mi lado, mi amado, viendo que todavía seguía abrigada y tal vez acechando desde las sombras a los demás.

 

Es que verlos, me hacían sentirme fuera de lugar, imposible de pertenecer a su grupito. Me daban unas ganas de irme. No obstante, era muy tarde para arrepentirse. 

 

—¿Alejandro no llego aún?

 

—No, esta retrasado. Pero como no hay horario de entrada ni salida, no es un problema. —No me había percatado de que su torso estaba desnudo y tenía su pantalón corto de baño, el pelo mojado y una bebida en su mano—. Si vas a dejar de ser tan friolenta y vas a limpiar tu baba, te los presento.

 

No sé que iba a hacer sin Ale y Mariana.

 

—¡A mí no se me esta cayendo la baba! —Proteste.

 

—¿Ah, no? A mí me parece que si y justo por acá. —Lo dibujó en mi rostro y le pegué en la mano para que dejara de burlarse. Aquel negó con la cabeza, bebió de su vaso y evocó al mismo tiempo una sonrisa. 

 

Lo dejé solo y me fui hasta el baño para sacarme la ropa, ya que el bikini lo traía debajo. No me gustaba exponerme y más con extraños, porque soy insegura con mi cuerpo, mis piernas, mis brazos e incluso mi abdomen, que para nada era plano y estaba lleno de estrías. Así que me hice un rodete, me dejé la parte de arriba y abajo un pantalón, me puse mis ojotas y lleve mi toalla cubriéndome un poco. De camino y por suerte, me choqué con Lele, quien agradecí tanto que estuviera ahí. Nos saludamos, esperé a que aquel se cambiara y me acompañó.

 

Ingresé lentamente para adaptarme a la temperatura, porque desde afuera se sentía el frío y desde adentro el vapor que emanaba el agua. Tengo que destacar que apenas daba pie y eso para nada evito que me acercara al centro con los muchachos. Estaban en una ronda esperándonos.




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