Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 15

Capítulo 15

Es un buen chico

 

Luego de aquel inevitable disgusto por su desaparición en la casa quinta, mi amado, se disculpó el otro día a clases. Hablamos algunas horas en el pasillo del instituto, donde nadie nos veía, me beso como lo hacía siempre y me prometió que no se iría la próxima vez sin antes avisarme. Ahora bien, me permitiré adelantarme en el tiempo, solo a finales de junio y casi principios de julio, para contarles algunas de las cosas más bonitas que había experimentado en mi vida como nuestra primera cita. Desde ya que no tuvimos antes la oportunidad para llevarla a cabo, porque surgieron muchas cosas en el camino, como el hecho de que caí enferma y tuve que hacer reposo. Así como también, asistir a la maratón de Mariana, en la que tuvo que correr 10 kilómetros y como no hacerle el aguante a semejante reto. A su vez, tuvimos una salida de amigos, en donde Lele pudo conocer a Miguel y yo a Evelyn, la fulana que de hace tiempo lo tiene embobado y casi nunca habla de ella.

Es así que nuestro encuentro romántico se dio en un bowling, donde pasamos el rato jugando a los bolos y compitiendo por quien ganaba más puntos. Esa tarde, me enseñó a jugar al pool, quien resulto ser todo un maestro; hicimos karaoke e incluso algunas travesuras, como tocar el timbre de la casa de algún desconocido en el centro y salir corriendo. Me compró un collar con un dije, en el que estaba grabado nuestras iniciales y me lo colocó. Fuimos a la costanera a ver la creciente del río, el cual había acaparado gran parte de las zonas verdes y las de tierra, el parque, hasta los miradores. Entonces, en medio de ese desastre natural, me propuso ser su compañero de vida formalmente.

¿Por qué en medio de una inundación? Porque tal vez éramos eso y allí nos reflejábamos, nos sentíamos identificados. Porque éramos la representación de un desastre natural, el caos… o porque no había lugares abiertos a esa hora y justo llegamos para uno de los acontecimientos que se repite cada año, por algún inconveniente con el funcionamiento de las turbinas de la represa. Aun así, eso no quitaba el hecho de que deleite cada pequeña cosa que hizo y que estuviera mi lado.

—¿En qué piensas cuando me ves? —Inquirí curiosa.

—Desde ya que no en el futuro, no sabemos que es lo que nos espera y anticiparnos podría hacernos desear que todo ocurra con rapidez. Entonces, diré que solo pienso en el ahora, en el presente, en el poder que tendrá el tiempo, en el permitirnos recrear y generar nuevos momentos. Seguir compartiendo las mañanas, los recreo buscándonos, uno al otro para hallarnos, y el pasillo, ese en el que final de cada adiós me gusta dejar mi marca en tu piel. Los atardeceres, los que aún nos quedan por presenciar y los sitios que aún nos faltan explorar. Las noches, cada una de ellas, las más frías y las más calurosas, un cuarto y un techo en donde quepamos ambos, tu ropa… mi ropa. La fantasía, la típica de los te amo debajo de la lluvia, los apodos tiernos, las llamadas telefónicas hasta la madrugada, las caricias, las sensaciones, lo diferente, lo atrevido, lo verdadero. Y en lo absoluto, todo lo relacionado a ti Victoria. Pero, más que nada en nosotros, así de a dos, así en plural.

—A veces te pones muy romántico —dije burlándome y soltó esa risita ronca con el chillido agudo que tanto me gustaba escuchar.

Me acompañó hasta la parada de colectivo para regresar a casa. Lo invité a que se quedara, quería prestárselo a mi mamá y a la familia. Nunca lo había visto tan nervioso, pero se terminó quedando.

—Mamá, ¿dónde estás? —La llamé mientras ingresábamos— Mira quien vino, quiero presentarte a…

Me encontré con Miguel abriéndome la puerta.

—No creo que sea el momento ahora, Victoria —dijo aquel, quien le faltaba poco para ser otro de los integrantes de nuestra familia, debido a que con recurrencia solía encontrarlo. Quien dice, un poco más y Sebastián necesitara un cuarto más grande para que Mariana puedan entrar junto a ellos.

Mi hermano nos ve y se para del sillón de inmediato.

—¿Por qué trajiste a Mauricio? Bueno, supongo que él es el chico.

—Eh, sí. Mauricio, él es Sebas, mi hermano. Y Miguel, su mejor amigo.

—Que tal. —Saludó levantando su mano y la colocó de nuevo en el bolsillo de su pantalón.

—¿Qué es lo que está pasando?

—El tío tuvo un accidente. Mamá y papá fueron a verlo, no es grave, pero querían asegurarse.

—Esta bien. Si hay más noticias, no dudes en decírmelo. —Miré a Mauricio y agregué—: Lo siento, no sabía que me encontraría con esto, tal vez deberías…

—No, Viqui, si quiere puede quedarse. No falta mucho para cenar. —Indicó mi hermano.

Pensaba que esto podía acabar de la manera más desventurada posible, como una pelea por parte de los dos, un desafío por quien podría quedarse con mi amor. Pero no, ¿qué nos estaría pasando por la cabeza? ¿Arruinar y dañar la felicidad del otro solo por una chica? ¿Qué tan mal o necesitados estamos? Aunque, eso sí, las miradas de sorpresa e indagación hacia aquel no faltaron.

En resumen, todos la pasamos genial. Hicimos una ronda de chinchón con el experto de Leo. Comimos guiso de fideos y miramos una película de comedia. Miguel tuvo la oportunidad de conocer un poco más a Mauricio, aunque mi amado, ya supiera quien era por aquella escena de la salida de la escuela. ¿Podría ser esta el comienzo de una buena amistad entre todos? Sí, podría. Por otro lado, también conoció mi cuarto, el cual nunca dejaba de estar llena de papeles, lapiceras de colores, fibras, acuarelas, paletas, pinceles y dibujos por doquier. Y uno de estos le llamó la atención, un lienzo con diferentes tonos de amarillos, mariposas en cada esquina en forma de enredadera y el rostro de un joven en el centro de todo el cuadro. Ese era él.

—¿Ese soy yo?

—No, es mi vecino de en frente.




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