Lo que callaron los faroles

Capítulo IV: La parca

Asunción López llevaba 33 años de  casada con Víctor Ristre, primo hermano del difunto esposo de Graciela Valladares, Leonardo Ristre, como dice el dicho "hay cosas que pasan hasta en las mejores familias".

Resultó  que Asunción y Víctor tuvieron una hija a la que llamaron Malena, pero en aquella época, nadie conocía Malena alguna, en cambio, si preguntabas por "la roja" de la casa de los faroles, los hombres comenzaban a silvar como canarios.

Graciela sabía de su existencia y eso la convertía en prima tercera de una prostituta cotizada, sin embargo, Malena tenía algo que a ella le interesaba y fue por eso que decidió afrontar las habladurías de las familias burguesas, haciendo caso omiso con su objetivo por delante.

En la mañana del lunes, diecinueve de enero, antes de que cantara el gallo, el hotelito de Asunción López fue allanado por la policía mientras ella cuidaba de su cuadraplégico esposo.

Buscaban a Nicholas Franser a punta de pistola, el inquilino apareció somnoliento y despistado en la pequeña recepción del hotel, salió esposado y sin opener resistencia a rendir declaración en la comisaría.

Quizás su apariencia de gigante corpulento les hizo pensar que sería difícil detenerlo, pero el forastero asumió la actitud de "el que nada debe nada teme". La amá, por su parte, provocó desconfianza tras haber huído en medio de la noche , sin saber que poco tiempo después, dos personas  pagarían las consecuencias de su desaparición.

A Nicholas Franser lo dejaron ir media hora despúes por falta de pruebas, sin embargo, le fue ordenado que no saliera de la ciudad hasta que la investigación estuviera más encaminada. Aún así, ser el único sospechoso acarreó una mala fama que lo fue consumiendo; y no sería rescatado de los vicios sinó hasta meses despúes, por una mujer, que mucho tiene que ver con esta historia.

De regreso en la pensión, Franser se sentó en un escalón de la entrada, allí tocó una triste melodía con una filarmónica que había heredado de su difunto padre. Minutos despúes, vió a un niño abordar un autobús y una maleta  de cuadros rojos rodar desde la escalerilla , al parecer, nadie notó  el accidente y el vehículo avanzó dejando a su paso una humareda negra que Nicholas respiró.

Mientras corría detrás con la valija, a sus espaldas escuchó una voz femenina voceando su nombre, volteó unos segundos para ver en la puerta de la pensión contornearse con las sombras la figura de Asunción López.

—¡Oiga Nicholas como se apellide, si regresa, que sea a buscar sus maletas, porque en este hotel nunca antes había pisado una autoridad sino para pedir posada!

Sin reparar en las consecuencias de su desalojo, Franser tomó un taxi y dió orden de seguir el autobús tan lejos como fuera necesario. Una hora y media  transcurrieron hasta que vió al niño bajar, acompañado de dos adultos, pagó con un billete grande, y a pesar de no haber esperado el cambio, no fue suficiente para alcanzarlos, aunque sí para verlos internarse en una mansión erguida sobre la colina más alta de la ciudad.

—¡Fico! ...¿Dónde está tu maleta?—preguntó Paula.

En ese preciso instsnte hacia entrada Graciela en el salón para recibirlos. Los tres recordaron las advertencias hechas anteriormente y Federico comenzó a emular los primeros síntomas de una crisis asmática.

Se encontraban a punto de llamar una ambulancia cuando Dorotea irrumpió en la habitación acompañada de un hombre, era Nicholas Franser, quien ágilmente se hincó junto al niño morado como una uva.

Estuvo practicándole primeros auxilios y terminó poniéndole bajo la lengua una pildorita, que más tarde revelaría era un huevo de lagarto australiano.

Federico comenzó a recuperarse lentamente y cuando al fin logró sentarse tenía la maleta de cuadros rojos a sus pies. De inmediato Graciela comprendió lo que había sucedido.

—¡Vaya!, me gusta el respeto y que cada quien conozca su posición, pero no me considero la parca para llevarte al borde de la muerte niño, sería incapáz de matar una mosca.

—Mi hermano ha estado muy nervioso con todo lo acontecido en estos días señora, discúlpelo.

Entre tanto Nicholas y Mateo se habían reconocido del poco tiempo que compartieron en la parroquia.

—Es muy lamentable lo que ocurrió ayer, me gustaría decir que no he tenido que ver en ese asunto—masculló el australiano en su castellano de media lengua.

—Eso lo veremos.

—¡Mateo!—interrumpió Graciela—cómo te atreves a utilizar ese tono con tan distinguido invitado. Déjeme decirle, Nicholas Franser, que fui yo personalmente quien habló con el padre para mandarlo llamar. He oído hablar tanto de usted y se que es un hombre de principios, no preste atención al muchacho, él no tiene ni voz ni voto—Miró a los tres de reojo y los mandó a retirarse entre dientes, sin darle tiempo a Paula de agradecerle todas las molestias que se había tomado—Siéntese, por favor.

—Yo no quiero causar más problemas.

—Ni lo mencione, es un placer tenerlo por aquí. Tomamos el te y me cuenta sobre sus hazañas, debe ser tan peligroso. Alguna vez la muerte debe haberlo perseguido, ¿cierto?, le tengo pavor a las serpientes, ¿ha sido usted mordido por alguna?

—No solo perseguirme, de la muerte he visto hasta la guadaña, dos cascabeles y una pitón, sin contar las tarantúlas y la vez que estuve a punto de ser  devorado por pirañas.

Desde la escalera que conducía al segundo piso, Dorotea esforzaba su decrépito oído y sonreía misteriosamente.

—Que interesante ...es completamente irracional que siendo yo la más estimulada con  su llegada a esta ciudad, he sido una de las pocas personas que no lo ha tenido como huésped.

—No me extrañaría que haya perdido el interés, después del incidente de ayer me han cancelado todos los compromisos que tenía. Antes de salir para acá, me han echado del lugar donde estaba hospedado, lo peor de todo es que nisiquiera puedo salir de la ciudad hasta que me descarten como sospechoso del homicidio.



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En el texto hay: misterio, suspenso, paranormal

Editado: 29.06.2020

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