Lo que callaron los faroles

Capítulo XII: El retornar de cadenas

 

Contaban tres las personas desaparecidas aquella tibia mañana de primavera, Danilo  pensó que quizás necesitaría ayuda, pero si eso pusiera en riesgo la vida de alguien más entonces prefería arriesgarse solo. Pasó la noche reflexionando y llegó a la conclusión de que si el misterio provenía de la casa, no había nada que buscar fuera, tendría que comenzar por descubrir el por qué de tantos años de encierros, de habitaciones prohibidas, de gritos por las noches, de toques de queda y por último, una terrible idea le estropeó su ánimo emprenderor, quizás la identidad oculta de su padre formara parte de aquel rompecabezas, nada le dolería más, porque la idea que se había creado de aquel hombre que nunca conoció pertenecía a una de las pocas cosas puras que aún conservaba en la vida, sin embargo, para su desgracia, nunca, ni siquiera cuando encontró las cartas de Graciela Valladares estuvo más cerca de la verdad.


 

La acción estaba, por supuesto, obligada a realizarse de noche y en la más absoluta discreción de la oscuridad, no le habían parecido jamás tan convenientes los toques de queda sino hasta ese momento. Su visión más clara de los hechos era que se tratase de algún interés relacionado con asuntos de origen material, no era lo que su corazón deseaba pensar, de hecho en muchas ocasiones  defendió ardientemente a Graciela, cuando en su presencia se le acusó de avara e inescrupulosa , sin embargo, no se dejaba engañar por el amor. Bien  conocía de negocios ilegales, de sobornos y de la libertad de su madrina para disponer de fondos religiosos y gubernamentales para uso personal. No se le hubiera ocurrido buscar a los desaparecidos dentro de la mansión, pero sabía que algún indicio de su paradero se hallaba detrás de alguna de las decenas de candados. Lo que nunca imaginó Danilo, era que una de las claves principales para desenlazar el misterio había estado siempre tan cerca como en su propia habitación, lo descubrió aquella misma noche, cuando se disponía a salir en busca del llavero que reposaba bajo la almohada  de Dorotea y no pudo abrir la puerta de su dormitorio asegurada por fuera. Estaba encerrado y seguro de que al día siguente todos actuarían como si nada hubiese ocurrido, no había solo un misterio, sino alguien interesado en que no se descubriera y eso significaba que el asunto era más grave de lo que en un principio supuso. Sacó de su bolsillo una pequeña navaja e intentó forzar la cerradura, pero fue inútil, luego se percató de que había una manivela más antigua encima de la actual, quizás el seguro aún funcionaba pero estaba atascado por un trozo de plástico que observó a través de la ranura. Entonces   procedió a desatornillar la caja metálica que rodeaba la manivela y cubría su mecanismo interno de la vista, estaba oxidado , lo que hacía más difícil, lento y ruidoso el proceso. Cuando por fin hubo desarmado la tapa herrumbrosa, un montón de cosas le cayeron encima, un llavero de plata, un encendedor, varias flores secas, un caracol de playa, un cuaderno pequeño y una pluma de pavo real, parecían haber estado allí por mucho tiempo, escondidas quizás, o tal vez se habían juntado accidentalmente con el paso de los años.


 

El cuaderno tenía grabado en una esquina las iniciales L.R & Co, que de inmediato Danilo reconoció como el logo que utilizaba la compañía hotelera del difunto esposo de Graciela Valladares para los asuntos comerciales de la empresa, de la cual solo quedaba, el motel de mala muerte de Asunción López. Dentro solo habían fechas, horas y coordenadas escritas de tal forma que solo quien las escribió podría entenderlas. Mientras recogía los objetos del suelo para estudiarlos con detalle sobre la cama, Danilo tropezó con una silla en la oscuridad y todo se vino abajo haciendo un estruendo espantoso, tuvo miedo de que alguien lo escuchara y escondió los pétalos y pedazos de caracol dejabo de la cama con el pie y guardó, instintivamente, uno de ellos en el bolsillo delantero de su camisa, esperó cinco minutos y cuando nadie apareció en su puerta respiró aliviado. Tomó como precaución volver a poner en su sitio la tapa metálica para que no se notara el faltante y la atormilló cuidadosamente. Luego recogió los pétalos y el caracol vuelto añicos, fue cuando encontró dentro del remolino  nacarado que había sobrevivido y aún conservaba su perfecta espiral esculpida por la mano de Dios, un pequeño papel rasgado, enrollado como un cigarillo, dentro reconoció la pobre caligrafía de su madre casi analfabeta, era una nota que decía "Si no tiene los pantalones de decirle a su mujer, váyase conmigo, lo espero en la estación central el domingo después de misa". Entonces Danilo comprendió que se trataba de un escondite para intercambiar correspondencia secreta, le tomó unos minutos procesar aquella información que se negaba a aceptar, no podía comprender que su madre hubiera tenido  alguna relación con el difunto esposo de su madrina, no entendía aquella traición, y muchísimo menos podía siquiera contemplar la idea de que aquel hombre fuera su padre, se imaginaba que Graciela estuviera ajena a todo aquello, pero, aún así no se snetía con fuerzas de mirarle a la cara cuando la viera al día siguiente, llamándolo hijo y consintiéndolo como tal. Lo que restaba de noche no logró dormir, confundido y triste. A la mañana siguiente decidió enfrentar la situación con la determinación que lo caracterizaba  y las llamó a las dos al estudio del segundo piso, donde dió un preambulo de lo que harían él y su madre después de la confesión, ya tenía planeado comrpar una casa modesta a las afueras de la capital con algunos ahorros que tenía para la universidad. Graciela y Dorotea estaban nerviosas, y para cuando él reveló por fin la causa de tantas intrigas, ambas respiraron entre alarmadas y aliviadas, lo que a Danilo le pareció más extraño fue que no se inmutaron con la revelación donde las había puesto de cara a cara con las verdad, sino que se sintieron muy sorprendidas de que él lo supiera. La respuesta de Graciela Valladares fue serena y concreta, dijo que era algo que pasó hacía muchos años ya, que Leonardo Ristre había muerto  y Dorotea era una anciana decrépita y que además, de todo aquello le había quedado él, que fue el hijo que nunca pudo concebir. Tales revelaciones le hicieron perder el control, nadie en aquella casa estaba en sus cabales, decidió llamar a la policía y reportar a los desaparecidos además de ordenar que revisaran la mansión sospechando de actividades de dudosa índole. <<no deberías habernos hecho llegar a estos extremos hijo>> dijo Graciela chasqueando los dedos, desde una puerta que conectaba el despacho con otra habitación desconocida, salió el padre Hilario Berrantes sacándose del bolsillo una pequeña aguja, se acercó a Danilo  y la enterró en su cuello antes de que pudiera darse cuenta. Aquella misma tarde, Graciela se reunió con los pocos habitantes de la mansión que quedaban, necesitaba quitarse de encima cualquier habladiría que anduviera rondando con la desapareción de Bittalo, Sade y Paula, además de excusar la repentina ausencia  de Danilo. Nicholas Franser intentó adelantarse a la reunión para avisar que había decidido irse a vivir a la casa de los faroles  con Malena Ristre, ya pasaba más tiempo allí que en la mansión y estaba dispuesto a pagar la habitación todas las noches de todos los días de su vida con tal de que las sábanas de lavanda no arroparan a ningún otro hombre. Era el momento preciso de sacar el as bajo la manga, en el despacho del segundo piso apareció el pergamino que Franser imaginaba muy bien guardado en su cofre de  tesoro  pirata, la amenaza no se hizo esperar, la prueba estaba allí, y a falta de un culpable todo el peso de la evidencia recaería sobre el único sospechoso. Nicholas Franser en sus ires y venires estaba ajeno a las desapariciones de los últimos tiempos, pero en la reunión de aquella tarde, a la cual Malena Ristre fue cordialmente invitada, no le pareció que fueran simples coincidencias, Graciela  Valladares dijo con su despotismo habitual, que prefería a la prima tercera pasando las noches en la mansión que al australiano  llegando todos los días a las 6 de la mañana tambaleándose con el cuello lleno de marcas pecaminosas y las ropas en paupérrimo estado. A Malena Ristre no le agradó la idea, pero su amante no estaba en posición de negociar y la convenció de que era lo mejor.



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En el texto hay: misterio, suspenso, paranormal

Editado: 29.06.2020

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