Lo que callaron los faroles

Capítulo XIII: Vivir para morir

 

          Después de los exhaustivos trabajos de la semana, todo estuvo listo para el tan esperado evento. Desde muy temprano en la mañana la gran mansión se engalanó como en sus primeros años de construida, cuando Don Arturo Valladares y Encarnación Pavía estaban recién casados.

Mateo, Benjamín y Nicholas se tumbaron cada uno en un sillón, satisfechos por el deber cumplido, en la cocina, Malena y Dorotea orientaban a las muchachas que contrataron para servir los aperitivos, mientras Federico continuaba lánguido junto al ventanal en el living del segundo piso, aquel día, conoció un nuevo sentimiento, a diferencia de cuando falleció Cristobal Mejía, no era una mañana de calma, sino de mucha prisa y gentío, de ires y venires, de risas y expectación, sin embargo, aquel sentimiento de que sus propia respiración no le pertenecía volvió a adueñarse de él, un pánico a perder el control, a que todo se sale de las manos, a lo terrible y a la vez inevitable, dirían los estudiosos del tema, que Federico estaba teniendo una premonición.

Pasadas las 4 de la tarde, cuando los trabajadores contratados fueron enviados al jardín del frente, y la orquesta comenzó a tocar una música suave para ir dando la bienvenida a los invitados, Graciela  mandó llamar a sus inquilinos con Dorotea, detrás de un inmenso cuadro de Encarnación Pavía de Valladares que colgaba en el salón, la anciana introdujo una de sus tantísimas llaves en una cerradura jamás antes vista por ninguno, todos estaban un poco inquietos y curiosos, al abrir una pequeña puerta en la que Nicholas Franser tuvo que hacer magia para atravesar, encontraron una habitación vacía con una puerta que simulaba pertenecer a un armario. Dentro todo era penumbras, la anciana encendió una veladora mientras los advertía de una escalera de tablones podridos que descendía varios pasos adelante. Obedecieron ya un poco confundidos por cualquiera que fuese el motivo de aquella invitación, bajaron entre crujir de madera y los rasguños de las ratas que a cada paso se les enredaban en los pies haciendo que Malena chillara a la par de los roedores, Dorotea parecía cómoda, como los ojos ciegos que conocen un camino por la memoria de sus otros sentidos, olía a musgo y sangre, a medida que avanzaban la podredumbre hacía el sitio más asfixiante, Mateo hizo un intento por retroceder, pero a sus espaldas apenas se divisaban los escalones con huecos y clavos sobresalientes que amenazaban el paso. Federico lo abrazó de la cintura, fue un abrazo que le dió valor cuando más tarde lo necesitó, sintió un aliento de fe, de que todo estaría bien, en realidad, todo estaría bien, de acuerdo a los cálculos del destino.

Si, hay personas que nacen para cerrar ciclos, que vienen a la vida con una misión, algunos no son protagonistas de su propia existencia, pero trabajan arduamente detrás del telón en pos de aliviar un karma, de concluir una tarea. Este sería el duro destino de varios de los inquilinos de la gran mansión de la colina, acabar de una vez y para siempre lo que alguna vez se pensó sería indestructible. 

Minutos más tarde llegaron a lo más profundo del sótano, unos quejidos moribundos se escuchaban apenas entre el goteo constante del techo y las paredes filtradas, el agua  caía en perlas diáfanas que muy pronto se ambientaban a la fetidez del lugar.

En las paredes, la llama de la veladora creaba figuras amorfas que se retorcían de dolor y angustia, la luz amarilla y tibia iluminó lentamente comenzando por los ensangrentados tobillos amarrados con soga  y luego recorrió los cuerpos hasta descubrir los rostros de las tres personas desaparecidas durante los últimos meses, uno de ellos, se había transformado en un cadáver descompuesto, epicentro de la infección y el mal olor, donde las ratas hacían de las suyas . Antes de que los azorados inquilinos pudieran reaccionar o defenderse, cada uno recibió un golpe sordo que  fue apagando su visión hasta dejarlos  inconscientes en el suelo.

La última en despertar fue Malena Ristre, estaban amordazados y atados, el cuerpo sin vida de Bittalo Dibotti exhalaba el putrefacto aliento de la muerte.

Graciela Valladares,Hilario Berrantes y Dorotea Ponce estaban de pie alrededor de una mesa de tres patas cubierta con un paño negro, en el centro, había un ramo de plantas extrañas en un jarrón que Federico había fotografiado en una de sus investigaciones, Mateo no demoró en reconocer los brotes redondos que parecían observarlo todo, eran ojos de muñeca. En una silla de ruedas junto a la mesa estaba Danilo Ponce , con la cabeza gacha y la vista perturbada, las muñecas estaban enrojecidas por la gasa que las apretaba contra el brazo del asiento, Paula estaba en una de las esquinas, con la cara pegada a la pared mohosa evitando la mirada de Federico, apenas tenía fuerzas para moverse y llevaba un vestido de fiesta, al igual que el resto de las mujeres, era un momento de celebración para el que, listos o no,  todos deberían participar acorde al resto de los invitados. 

Sade Dibotti jadeaba, era la única que aún llevando días en semejantes condiciones, se retorcía e intentaba hace ruidos pateando cuanto tuviera delante. Benjamín dijo, en una de sus posteriores declaraciones, que nunca vió a nadie batallar tan fuerte por vivir, y que, si hubiese podido regresar a aquel instante rescatar a alguien, posiblemente hubiese sido ella, pues mientras otros apenas levantaban la mirada, ella utilizó hasta la última fibra de su joven y vital cuerpo para aferrarse a la vida.

Graciela Valladares sonreía, con la misma convicción con que se había construido aquel sótano muchos años atrás, de que aquellas paredes eran impenetrables, aún quedaban rastros óseos de los albañiles que trabajaron en la construcción y jamás volvieron a ver la luz del sol llevándose consigo el secreto pasaje.

Dorotea, evitando preámbulos, propuso comenzar a trabajar en la incógnita razón por la que todos se encontraban allí, Graciela no estuvo de acuerdo, prefería que esperar a que el jardín se llenara de invitados y la orquesta tocara más fuerte que nunca para celebrar, por todo lo alto, la llegada del ser que más anheló toda su miserable existencia.



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En el texto hay: misterio, suspenso, paranormal

Editado: 29.06.2020

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