Graciela Valladares entró en un estado de trance, con los ojos en blanco y la espumaraja brotándole de las comisuras de los labios, nadie hablaba, varios minutos después reaccionó con una expresión irreconocible, de cansancio, angustia, tristeza, tan extraña como si el rostro hubiese dejado de pertenecerle, balbuceó algunas palabras ininteligibles y luego dejó escapar a toda la fuerza de sus pulmones unos espantosos y desgarradores gemidos de bestia herida, aquel ensordecedor sonido tan familiar, al que ya se habían acostumbrado cada noche de su estancia en la gran mansión de la colina, pertenecía nada más y nada menos que a su propia dueña, cuando hubo recobrado un poco la calma, comenzó a hablar << ¿Mi nombre es Graciela Valladares ¿quienes son ustedes , donde estoy, quien me trajo aquí ? >> hizo una breve pausa levantando la vista mientras intentaba reconocer la habitación. Al encontrar los ojos de Dorotea Ponce que la observaban desde arriba y agregó, << ¡nana! ¿Cuánto tiempo ha pasado, como has envejecido tanto?, no sabes como te he llamado a gritos todos estos años, por favor , dime ¿que me pasó?>>. Hilario Berrantes hizo un ademán indicando que su presentación había terminado al tiempo que Dorotea Ponce la amordazó nuevamente.
<<Les he prometido que conocerían la razón por la que hoy vivirán la experiencia de la muerte ¿excitante y contradictorio verdad? Tomen asiento- sonrió- ¡oh! cierto, que ya están bien acomodados, me disculpo por mi falta de sentido común-dijo mientras cruzaba una pierna- su historia, desde que entraron a esta casa, es la misma que la mía, la que nos une a todos, por eso me siento obligado a contarles, como hemos llegado hasta aquí, escuchen con atención.
A los dos días de nacida, una criatura llegó al convento de las monjas de la orden de San Agustín, yo tenía cinco años, pero lo recuerdo bien, la trajeron en una camioneta militar con una nota dentro, las monjas estuvieron cuchicheando por días sobre el asunto, su madre había muerto al dar a luz, pero nadie creía aquella historia, Gelga Belarbi pertenecía a la servidumbre en la gran mansión de la colina, era la única negra y la niña, a pesar de ser bastante clara de piel, se le veía mestiza, además, en la nota se pedía absoluta discreción con respecto al lugar de donde provenía, lo rumores de si era hija de Arturo o de Emilio Valladares comenzaron a circular, pero la respuesta se fue haciendo cada vez más evidente con las visitas inesperadas de Emilio preguntado por la salud de la criatura, luego comenzaron a hacerse más esporádicas después de casarse, hasta desaparecer por completo tras él nacimiento de Cristina, la mayor de las Valladares. Esa niña creció en el orfanato bajo la identidad de Dorotea Ponce, me fuí acercando a ella y nos hicimos amigos de travesuras, nos cubríamos las espaldas y curábamos los rasguños y golpes, eran días difíciles, el convento tenía pocos recursos y pasabamos hambre y frío, en ocasiones la desesperación llevó a las monjas a maltratarnos y castigarnos injustamente, Dorotea y yo nos unimos en el dolor. Un día, cuando ella fenía 9 años y yo 14, surgió el tema de las familias que nos habían abandonado, yo desconocía se que me trajeron de muy lejos, nada más, pero respecto a ella, si recordé de inmediato los comentarios que había escuchado tras su llegada, lógicamente, la verdad de su origen fue un golpe nefasto y definitivo que cambió el rumbo de su existencia, y comenzó a fraguar, aún sin saberlo, desde aquella época, el de todos ustedes ¿curioso no ? Dorotea estaba furiosa y llena de rencor, por espacio de un año se dedicó a seguir y espiar a las hermanas Valladares.
Una tarde de verano lo vimos, nuestra mano derecha todo este tiempo tenía las fauces abiertas sobre la mesa de la biblioteca, era negro, como se podría esperar, una de las monjas nos agarró de los brazos y nos alejó de él advirtiendo que nunca más nos acercáramos, la persona que lo dejó fuera de su escondite recibió una fuerte reprimenda, y a él lo encerraron en una de las catacumbas que reposaban bajo el suelo de la iglesia. Como casi todo lo prohibido, el escondite del libro negro se volvió una tentación, escuché a una de las monjas decir que eran escrituras diabólicas, que no debían estar al alncance de ningún ser débil y corriente, que si aún no habían sido quemadas era por una discrepancia entre el gobierno (quien lo consideraban joya históricas de valor inclculable) y la iglesia ( para quienes era el horrible principio del armagedón). Lejos de relacionarlo con el rencor hacía la familia Valladares, Dorotea y yo decidimos buscarlo por la simple curiosidad de niños. Lo habíamos intentado muchas veces sin éxito, hasta que por fin, una mañana de otoño conseguimos nuestro objetivo, creo que había un movimiento popular, se escuchaban gritos en la calle y los silvatos de la policía , alguien que se encontraba en las catacumbas salió a ver que pasaba dejando la puerta abierta por unos segundos que nos bastaron para escurrirnos, fue muy fácil identificarlo, era el único libro sin título entre los muchos que habían, luego abrimos un hueco en el colchón de Dorotea, lo escondimos allí y zurcimos la abertura, una técnica que parece bastante común- dijo regalándole una sonrisa a Graciela Valladares- Cuando llegó la noche nos escapamos por una de las ventanas y nos sentamos a leer bajo el techo de una caballeriza alumbrándonos con una veladora. Recuerdo que uno de los primeros capítulos hablaba sobre la comunicación con espíritus, que no solo las personas dotadas de mediounidad podían acercarse a ellos, sino que habían otros métodos para quienes no los poseían naturalmente, fue la primera vez que supe la existencia de la tabla ouija, debajo del artículo, con pequeñas letras negras, advertía de efectos contraproducentes en el uso de lo que denominaban el portal a las nuevas dimensiones. Al principio tuve miedo, pero Dorotea lo ahuyentó con la ilusión que le hacia el poder comunicarse con su fallecida madre, fue así como siguiendo las instrucciones del libro prohibido construimos nuestra propia tabla ouija y para la noche siguiente relizamos nuestra primera sesión. Pasaron casi tres meses de intentos fallidos, a veces nos sugestionábamos con los ruidos de la noche o el viento, incluso nuestro propio pulso comenzó a mover el cartabón inconscientemente , no fue sino hasta una noche que decidimos cambiar el escenario por un lugar más tranquilo, donde nos puediéramos concentrar mejor y fuera mas propicio para atraer espíritus, nada más adecuado que el cementerio a la salida de la capital. Fue arriesgado alejarnos del convento , pero una vez allí, todo fue más fácil, aquella noche tuvimos nuestro primer contacto con un ser del más allá, se llamaba Diógenes Bilbao, había sido un capitán de barco Chileno que murió de un balazo en el pecho después de una larga lucha contra una embarcación pirata que atacó su buque, a pesar de los tantísimos años de su muerte, conservaba reacciones humanas y contestaba las preguntas como si aún estuviera vivo, tuvimos que pedirle permiso para cerrar la sesión durante casi una hora, porque pasó más tiempo pidiendo vino y queso que contestando lo que queríamos saber. En las siguientes dos semanas interactuamos con Ana, la andaluza que falleció dando a luz en su taller de costura, Angel José Fuentes Pereira, un alcalde peruano que fue envenenado por el partido opositor en una cena de negocios y muchísimas otras entidades que entraban y salían dejando llanto o risas , consejos o simplemente asustándonos en su papel de fantasmas capablancas. La noche que pudimos comunicarnos con la madre de Dorotea, ya estábamos a punto de marcharnos, habían pasado las 3 de la madrugada y no habíamos recibido ninguna señal, incluso de los que ya eran asiduos visitantes a nuestras reuniones nocturnas, se presentó con un aire frío, que se coló lento por las mangas de nuestras camisas, el cartabón se movió despacio marcando letra por letra el nombre de Dorotea, luego se presentó como Gelga Belarbi y nos contó las terribles torturas que sufrió hasta morir a manos del propio Arturo Valladares, en este mismo sitio, que antes de ser un sótano fue su habitación ¿muy original no? Después de terminar aquella espantosa historia de abuso, negligencia y olvido, preguntó a su hija, por qué había decidido comunicarse con ella, y tras Dorotea comentarle sobre el profundo rencor que sentía hacia su familia paterna, Gelga preguntó si estaba dispuesta a ayudarla para vengar su nombre y destruir a los Valladares, a ella le brillaron los ojos y a mi simplemente me pareció divertido. El plan fue minuciosamente premeditado, tomó varios años hasta que se comenzó a ejecutar, cuando Dorotea fue a pedir trabajo en la gran mansión de la colina, y yo me inicié en el sacerdocio para mantenerme cerca de todos los libros prohibidos para quienes no fueran altos miembros de las instituciones religiosas. Al principio fue fácil, los Valladares dejaron el camino libre cuando Graciela quedó al cuidado único de Dorotea , los primeros rituales no necesitaban de sacrificios humanos, solo un gato de la casa y un cordero fueron necesarios, pero el segundo se ha tardado sin duda demasiados años . Gelga comenzó a ocupar el cuerpo de Graciela durante el día luego de completar una serie de rituales de iniciación a finales de 1934, las primeras veces era confuso y sus espíritus se hallaban en una continua lucha por dominar un mismo cuerpo. Poco tiempo después, con prácticas y ritos logró dominarla completamente y se cumplió la primera parte del trato, para las noches, Dorotea y Gelga utilizaron la vieja poltrona de Arturo Valladares, la cual acondiconaron con tiras de cuero y hebillas para amarrar el cuerpo de Graciela cuando despertata de su posesión en las noches.