CAPITULO 2
Al poco rato sonó la trompeta que anunciaba la llegada del rey y su ejército, el terreno entre el castillo y la fortaleza se llenó de hombres y caballos, el rey desmontó al igual que su primer general y se dirigieron sin dudar hacia el castillo con la idea de descansar, de pronto Dalfon les salió al encuentro inclinándose y poniendo la rodilla en la tierra
- buena llegada mi rey y señor
- Dalfon, ponte de pie por favor, deja tanta ceremonia
- quería preguntar por su campaña mi señor
- es algo que aún no comprendemos – fue Carix el que respondió – eran como cincuenta nada más; fue como si…
- como si fuera solo una distracción – completo Dalfon
- ¿Cómo lo sabes? – Interrogó Vardem – la mayoría huyó cuando llegamos, matamos como a la mitad pero me hubiera gustado tener un prisionero
- aquí le tenemos 25, mi rey – anunció Dalfon – 9 están siendo atendidos porque están heridos, 16 están en la mazmorra, y en la pira que espera para que usted le prenda fuego afuera de la fortaleza, hay 175 cadáveres
- ¿Qué estás diciendo? ¿Qué fue lo que ocurrió?
- verá señor, pienso que esto de hoy fue solo una distracción; un poco más de una hora después que ustedes se fueron, por el sur oeste más de un centenar de hombres, intentaron tomar la fortaleza, fue solo gracias a la señora que los vimos a tiempo, y también gracias a ella, le tenemos esos prisioneros; me avergüenza el admitirlo, pero a la vez me honra decirle que fue ella quien propuso la estrategia de defensa y quien capturó con vida a los 16 que están en las mazmorras.
- ¿insinúas que mi esposa participó en la batalla? – Vardem no perdía los estribos con facilidad – ¿Por qué lo permitiste?
- cuando ustedes se fueron ella salió a caminar por lo alto de la fortaleza, uno de los soldados fue a avisarme y yo me presenté en la torre sur oeste con el fin de hacer que regresara a sus aposentos; me pidió que la dejara pasear otro poco y que si yo tenía tiempo, la acompañara; subí con ella a la torre, ya que su petición me pareció más que razonable; cuando estábamos en la torre estuvo admirando el panorama y viendo hacia el bosquecillo, así se pudo dar cuenta cuando unas aves levantaron vuelo y esto llamó su atención, me llamó y me informó, yo revisé y lo comprobé; cuando intenté dar la alarma, ella me dijo que diera una alarma silenciosa
- ¿alarma silenciosa? – Pregunto Carix – he de sentarme con ella para que me enseñe todo lo que sabe
- y harías bien – le confirmó Dalfon – enviamos a 3 hombres a la carrera que pusieron en aviso a mis soldados y nos preparamos ocultos por las almenas, di la orden de ataque cuando ya estaban alejados del bosque y los tomamos desprevenidos matando más de la mitad en corto tiempo, cuando empezaron a escapar 2 de los siervos de ella, ella misma y yo, los perseguimos a caballo dándole alcance a esos 16 a los que ella atrapó adelantándose a nosotros y disparando una saeta con una cuerda atada, justo delante de ellos – hizo una pausa y continuó – cuando nos acercamos pudimos ver que los hombres de Keilan la reconocían, incluso le temían
Vardem no salía de su asombro, el interés y la curiosidad por su esposa empezaba a crecer en él de manera alarmante, juntando la nueva información con la belleza de la joven; en fin; sacudió la cabeza alejando sus pensamientos
- ¿Dónde está ella ahora? – preguntó
- en sus aposentos, le pedí que fuera a descansar. Pienso que de Keilan enviaron tres centurias, ya que se estima que unos cincuenta fueron los que escaparon y ustedes dicen que contra Jay solo fueron cincuenta
- está bien Dalfon, te felicito por tu propia campaña en la defensa del castillo; pero me parece que fue una temeridad que dejaras que Kaira participara en la batalla, después de la última comida del día iré a ver a los prisioneros.
Se retiró y entró al castillo pero esta vez Carix no lo siguió se quedó con Dalfon sediento de más información.
El rey fue directamente en busca de su esposa pensativo, “¿quién rayos es ella?”, a cada paso se sentía más indeciso, “esto no cambiará las cosas” se decía para sí mismo, pero ya su convicción estaba tambaleándose; se detuvo ante la puerta y llamó; Tara fue quien le abrió
- Mi rey y señor – dijo la sierva inclinándose
- ¿tu señora?
- está ahí, en su aposento