Lo que Diciembre se llevó.

Capítulo 9: El estreno.

El estreno sería mañana por la noche y Ruth seguía desaparecida. Desde la semana pasada cuando do reorganizaron el elenco pues otros dos se retiraron en último momento, habían hablado muy poco.  

Entendía que seguramente seguía molesta por usurpar su lugar en la obra pero esperaba que se le pasara pronto. Necesitaba de su amiga ahora, más que nunca. 
 
Estaba completamente perdida cuando se trataba de chicos, bueno, cuando se trataba de uno que le gustaba mucho. Requería de sus muchos consejos para averiguar si las señales eran las correctas o no. Y qué hacer con ello.  


—Entonces, ¿Te gusta?  
—Sí.  
—¿Y vas a decirme quién es?  
—M…  
—No entiendo para qué tanto secreto.  
—Es que es el primer chico que me gusta de verdad Ruth. De verdad. De verdad.  
—Sí. Eso parece. Y también parece ser que solo cosas vergonzosas te pasan con él.  
—Sí, eso… también. Pero, ¿Y esas cosas? Lo que él ha dicho y hecho. ¿Qué hago? — preguntaba sentada frente a su amiga con quién compartía el colchón. 
—¿Y cuando vas a verlo? — inquirió tocando su mentón.  
—El… día del estreno.  
—¡Oh! ¿Es alguien de la obra? ¿Quién es? Tienes que decirme — decía sacudiéndola.  
—Ruth. La idea de decirte es para que me guardes el secreto y me ayudes.  
—Ay pero cómo no querer saberlo, si tú, señorita perfecta le pasa todo lo malo frente a un chico. Eso es de no perderse ni un capítulo — dijo sonriendo.  

Mary Jane se cubrió el rostro con una almohada.  

—Deberías decírselo mañana.  
—¿Decirle qué?  
—Eso. Ya sabes. Declararse como se dice. Qué mejor noche que mañana. Es víspera de Navidad y con el éxito de la obra, qué más quieres.  
—No lo sé Ruth.  
—Tienes que hacerlo mañana o no hará más oportunidad.  
—¿Tú crees?  
—Claro. Will se irá antes de año nuevo.  


Se incorporó de golpe en la cama con el cabello revuelto sin poder creer lo que escuchaba.  

—¿Qué has dicho?  
—Eh. No nada — dijo repasando una uña con el barniz de brillos.  
—Has dicho Will. ¿Will se irá?  
—Sí. ¿No te dijo? Su mamá consiguió un apartamento en las afueras de París y trabajo. Se irán antes de que sea Enero.  
—No… No lo dijo — pronunció con un tremendo dolor en el pecho  pero, entonces cayó en cuenta en algo más.  
—¿Cómo sabias que era William?  
—Lo intuía — dijo para luego soplar sus uñas frescas —. Pero tú me lo has confirmado.  


Maldijo para sus adentros. Era cierto. Ahora su más profundo secreto había salido del diario que pasaba escondido en su cajón.  

—Pero no te culpo. Es lindo. Y es mil veces mejor hermano que Max.  
—¿No te molesta?  
—No. Lo que me molesta es que no me lo hubieras dicho antes — dijo fingiendo indignación.  


Mary Jane sonrió y le abrazó.  

Pero la realidad decidió darle un buen porrazo en la nariz. Justo como cuando una pelota de béisbol te noquea.  

Si él se marcharía dentro de unos días. ¿Valía la pena el riesgo? 
 
***  

El mismo día del estreno, los adultos decidieron que la obra se presentara en la iglesia central, así que hubo más trabajo mudando todo los cachivaches de la utilería, cortinas, muebles y decoración preparada.  

La función comenzaría a las ocho de la noche pero Mary Jane ya se sentía tan molida como cualquier documento participó en el triatlón de la escuela.  

Luego de la pequeña siesta, su madre la llevó a la iglesia para que comenzara a prepararse.  

Tanto como ella y Ruth, corrían por todos lados asegurándose que todo estuviera en su sitio y que los actores estuvieran presentes.  


—Creo que es todo — anunció marcando su lista —. Hay que vestirnos.  
—¿Y José?  
—¿Cuál José?  
—José. José. Tú marido. William. ¿Dónde está Will?  


Comenzaron a buscarlo como locas pero no daban con él. Tan solo faltaban cuarenta minutos.  

—Ve a vestirte tú — dijo a Ruth.  
—Ok. Espero venga a tiempo.  
—Yo igual.  


Era justo lo que le faltaba. Qué su compañero de escena no apareciera. Eso no era un buen presagio.  

Luego de meterse la túnica y ponerse el velo dio un último vistazo a su alrededor buscándolo. Se asomó por una esquina del escenario y contempló a la audiencia. Todos los vecinos, amigos y conocidos de River Folk estaban ahí.  

De pronto comenzó a hiperventilar y a tener mucho calor. Ya no parecía tan buena idea salir a actuar. Estaría arriesgándolo todo.   

Con las esperanzas puestas en que un milagro ocurriera, fue a dar otra vuelta en busca de “José”.  

Un gran suspiro de alivio liberó una buena parte de la tensión que sentía al verlo. Entraba por la puerta designada para “el equipo”, giró para despedirse de alguien, una mujer que probablemente era su madre. Junto a ella, una chica de cabellos rubios y labios gruesos y rosas se puso en puntillas para abrazarlo.  

William no tardó en devolverle el abrazo y estrecharla con fuerza. Y como si eso no fuera suficiente, ella le entregó un beso en la mejía.  


—Esto es todo. Se acabó — dijo para sí misma retrocediendo.  

Ya no quería ver más.  
Se dirigía al área de “camerinos” cuando Ruth chocó con ella.  


—Ay. Ruth. ¿Qué…, que tienes?  

La chica lloraba desconsoladamente cubriendo su boca con sus manos  

—¿Qué ocurre?  

Pero ella solo negaba con la cabeza y echó a correr en dirección contraria.  

No muy lejos de ellas, Jackson salió de entre las sombras donde estaba el resto de la utilería para las escenas.  

El chico parecía avergonzado. No imaginaba que pudo haber ocurrido pero se dispuso a averiguarlo.  


—Jane. Jane — le llamaban.  
—Ahora no.  
—Jane. Espera. Tengo que decirte algo — decía siguiéndola.  
—Tu y yo no tenemos nada que hablar — dijo enfrentándolo.  


¿Cómo podía ser tan descarado como para querer fingir seguir siendo cercanos cuando era claro que tenía a alguien más?  

Le dejó ahí sin oportunidad de expresarse y buscó a Ruth. El reloj corría y solo quedaban veinte minutos para comenzar. 

 
—Aquí estás. ¿Qué pasó?  

La encontró en uno de los cajones de los confesionarios llorando en una esquina.  


—No lo haré MJ.  
—¡¿Qué?! ¿Cómo que no? ¿Qué pasó?  
—No puedo. No después de esta humillación.  
—Pero, no lo entiendo. ¿Tiene que ver con Jackson?  

La chica comenzó a llorar de nuevo y asintió.  

—¿Te… te hizo algo?  
—¡Si! Dios. Qué vergüenza — dijo sin dejar el drama.  

El tiempo estaba en su contra pero era su mejor amiga. No podía dejarla ahí y obligarla a subir. Si la obra se iba a la basura pues que se fuera.  

—Ven aquí — dijo abrazándola.  

Los gimoteos no cesaban pero de pronto ella comenzó a hablar. 

—Sabes, siempre pensé que mi primer beso sería el mejor, mágico e inolvidable. Con el chico perfecto. Y ahora — continuó incorporándose para limpiar sus lágrimas —, por culpa del estúpido de Jackson no voy a olvidar esto.  


“¿Su primer beso?” Sabía que su amiga ya había tenido un par de novios, de esos que duran dos semanas o menos. Asumía que era una experta en el tema de los labio pero ahora veía que no.  

No sabía que decir, ella tampoco tenía tanta experiencia que se diga. De hecho su “primer beso” en teoría, fue desperdiciado con Max. Un suceso monumentalmente estúpido considerando las circunstancias y la persona. Nunca lo olvidaría. Solo esperaba que aquello que atormentaba a Ruth, no fuera tan desastroso.  


—Estaba por ocurrir y todo iba perfectamente. Entonces, él me dijo, que también era su primer beso y que siempre ha estado enamorado de mí. Desde tercer grado. ¿Te lo imaginas? Y yo, no podía creerlo. Todos estos años he estado ocultándolo pero él también lo sentía. ¿Qué podía ser más perfecto que el primer beso con el chico que de que has pasado enamorada toda tu vida? Y bueno, él, nosotros. Pero él — dijo cubriendo su rostro de nuevo —, estaba siendo un poco torpe, lo sé, yo también, estaba nerviosa y se lo dije. Entonces volvimos a intentarlo pero esta vez él… Yo hice algo de lo que algunas hablan. De usar la lengua y eso pero él… Me mordió la lengua — concluyó llorando otra vez.  
—Ay Dios.  


Fue todo lo que pudo decir.  

Además de vergonzoso era doloroso. Sí. Ese beso era el peor.  


—Aún me duele un poco pero no podré salir ahí y fingir ser tu prima y esposa de ese descerebrado que no tiene idea de besar.  
—Lo lamento tanto Ruth.  
—No importa. Ese chico murió para mí. Si alguna vez pensó en que tenía oportunidad conmigo la ha perdido por completo. Jamás lo perdonaré.  


Y conociéndola, decía la verdad.  

De pronto la puerta se abrió y ambas saltaron emitiendo un gemido ahogado. Era Jackson quien se veía más que incómodo.  


—Perdón pero, ya faltan cinco minutos.  
—Yo no voy a salir — soltó Ruth reusándose a mirarlo.  
—Bueno, yo me adelanto. Los dejaré solos para que hablen.  
—¡No! Y tú, vete. No quiero verte.  
—Ruth, perdóname por…  
—¡Cállate!  
—Ruth, tengo que irme.  
—Pero yo no voy a salir — sentenció cruzándose de brazos.  
—No te preocupes por eso. Ya nos arreglaremos. Ustedes… Bueno.  


Los dejó solos esperando que no terminara matándolo ahí mismo en la iglesia.  

Con este nuevo incidente tendrían que saltarse la parte de Elizabeth o usar a uno de los actores suplentes.  

***  

El telón se abrió y la obra dio inicio. Ya no solo debía controlar sus nervios escénicos, estos estaban siendo sustituidos por su preocupación por Ruth y Jackson, y la novia de William que estaba sentada en tercera fila junto a la señora Bowman.  

Cada vez que él aparecía, un nudo se instalaba en su garganta.  

Por lo menor el enojo le servía para seguir en pie olvidando a él resto. Solo esperaba que no pareciera una novia frustrada.  

Para su sorpresa, los actores perdidos aparecieron con una sonrisa extraña en los labios.  


—¿Todo bien? — preguntó a su amiga en un susurro.  
—Puede mejorar pero vamos por buen camino — respondió con una risita antes de salir al escenario.  


Sonrió de felicidad por ella.  

“Que locos son los enamorados” pensó.  

—Jane.  

Suspiró antes de girarse. ¿Por qué tenía que arruinarle el momento?  

—¿Qué?  
—¿Todo esta bien?  
—Sí. Todo es perfecto. ¿Por qué?  
—Bueno, estás, algo extraña desde que llegué.  
—¿Extraña? ¿Yo? No. No. No soy yo quien anda por ahí engañando a la gente con falsas esperanzas ni ocultando cosas.  
—¿Qué? Pero, ¿Qué estás diciendo?  
—Nada. Mejor vete a esperar tu turno, estoy ocupada.  
—No. Quiero sabe qué ocurre.  
—No es por mi por quién deberías preocuparte. Mejor trata de quedar bien con la francesita es que está sentada en tercera fila. Me sorprende que no le reservaras un asiento en primera fila con flores y toda la cosa.  
—¿Qué? ¿Lucille? No. Espera. Eso no es así. Déjame que te explique.  
—¿Para qué? De todas formas te irás con ella, cierto. Qué me importa a mi si es o no así.  


La expresión de sorpresa en sus ojos decía que había dado en el clavo.  

—Por que, vas a volver a Francia, cierto. ¿Pensabas despedirte al menos?  

Pero su silencio lo dijo todo.  

William seguía con la cabeza gacha mientras ella que en ella solo crecían las ganas por irse y dejarlo todo ahí tirado como basura.  

Es cierto que nunca hubo nada entre ellos pero, llevaban casi todo un mes conviviendo, habían compartido secretos y cosas que solo se hacen con los amigos. Y ahora se preguntaba: “¿Ni siquiera fuimos amigos, de los que te despides al menos antes de marcharte?”. 

Alguien llegó a decirles que era su turno así que aprovechó la oportunidad para tratar de enfocarse en lo más importante.  

Para colmo de males venía la escena más famosa y culminante, el nacimiento. Debía sentirse emocionada, dichosa, bendecida, agradecida por la familia, llena de esperanza y anhelos. Pero no era así. No sentía nada de lo que ni su personaje ni la época pedían sentir.  


—Jane. Déjame explicarte.  
—Sh. Intentó concentrarme — susurró rebuscando sus líneas en su mente. 


Pero era inútil. Estaba en blanco. Tendría que improvisar, quedarse muda o comenzar a discutir con William en el escenario lanzándole el pequeño muñeco que el reverendo les prestó para la representación.  


—Me gustas — escuchó decir.  

Su corazón se detuvo un momento pero no se dejó cautivar por la emoción.  

—Ve y dile eso a la rubia.  
—Jane. Es cierto — dijo, esta vez tomando su brazo.  


Estaba por reclamarle y decirle que le soltara cuando él dijo:  

—Me gustas. Y voy a probarte que digo la verdad.  

El tiempo no le permitió soltar su respuesta incrédula y sarcástica pues debían salir a escena.  


***  

Los tres reyes magos presentaban dos obsequios. Debía admitir que Ruth se lució haciendo los trajes de sus hermanos, casi los veía adorables.  

Los animales de cartón los rodeaban y los ángeles que estaban apostados sobre unas escaleras que ocultaron con nubes para evitar accidentes haciéndolos colgar de una cuerda. Los pastores se presentaron y también algunos otros que representaban a los ciudadanos de Belén.  

La idea de Ruth sobre el coro quedó perfecta mientras todos contemplaban al muñeco de ojos brillosos en el pesebre.  

Esperaban a que Ruth, dijera las palabras de despedida junto a la pequeña reflexión que redactaron. Hablaba sobre los valores, la importancia de la familia y la amistad. Y que sobre todas las cosas, el amor debía sobresalir.  

Seguramente su final feliz con Jackson le hacía decir todo aquello con mayor inspiración.  

Estaba en la parte final cuando notó que William le miraba fijamente.  

Detrás del disfraz y la barba falsa, estaba ese chico que quería y que ahora, había roto su corazón antes de si quiera entregarlo.  

La conclusión llegó con un audible: ¡Feliz Navidad! Un saludo de despedida de parte de todo el elenco de la obra.  

Aquello le hizo desprenderse de sus ojos para mirar al público, estaba por moverse para sonreír a todos cuando unas manos sujetaron su rostro y la mantuvieron quieta.  

William le miraba determinado, como si no hubiera más opción que aquella.  

Congelada por lo que sus ojos le decían, no tuvo oportunidad de pensar siquiera cuando sus labios ya tocaban los suyos fundiéndolos en un beso.  

El telón volvió a levantarse y todos salieron al escenario pero ella no podía sentir nada más que no fueran sus labios encajando.  


—Oigan. Qué rayos hacen — espetó Ruth molesta.  

Se separaron pero William no liberó su rostro hasta que su amiga volvió a urgir que se pusieran en posición.  

Vio el telón alzarse mientras todos se tomaban de las manos y se inclinaron agradeciendo. Los aplausos y vítores hicieron sonreír a todos sus amigos menos a ella.  

Mary Jane aún estaba en el cielo, flotando en una nube mientras que un ángel sujetaba su mano. Y en efecto, William mantenía su mano fuertemente asida hasta que de nuevo se quedaron tras la cortina.  

Se abrazaban y sonreían celebrando el éxito de la noche pero de pronto todo parecía muy abrumador.  

Se dirigió sola a los camerinos improvisados buscando un poco de silencio.  

“¿Qué ocurrió allá afuera?”.  


—Jane. Te buscan. Quieren tomarse unas fotos con la directora.  
—Yo, aún estoy nerviosa — dijo ella mirándolo.  

¿Habría soñado con ese beso?  

—Lo hiciste bien. Vamos. Tengo alguien a quien presentarte — dijo extendiendo su mano.  

La tomó asumiendo que aún estaba en un buen sueño y lo siguió.  

Luego de los montones de fotos, felicitaciones, ramos de flores y comentarios sobre “el final” de la obra, William le llevó hasta ese par de mujeres que no conocía.  


—Jane. Ella es mi mamá. Quería que la conocieras.  
—Un gusto cariño. Te felicito. Ha sido todo un éxito. Tienes mucho talento. Espero pueda saber que eres actriz en Broadway y directora de una gran producción — dijo con una cálida sonrisa. 
—Gracias pero, no hubiera podido hacerlo sin un buen equipo. Mis compañeros son los mejores — respondió con un leve sonrojo.  

La madre de William ensanchó su sonrisa y entonces notó que era la misma de su hijo.  

—Y ella es Lucille, mi hermana.  

La chica sonrió al instante con la presentación. Sin esperarlo, le entregó un gran abrazo y no dejaba de decir lo encantada que estaba de conocerle.  


—Will no me ha dejado de hablar de ti estos dos días. Me encantó el final. Fue hermoso.  
—Bueno, dejemos a las estrellas respirar antes que la fama se les suba a la cabeza — dijo el señor Johnson acercándose a ellos para abrazarla.   

***  

Los Johnson y los Bowman habían hecho una reservación en uno de los dos pequeños restaurantes de la ciudad para celebrar.  

La madre de William y Lucille también fueron invitadas así como Jackson quien no se separaba de Ruth en ningún momento y viceversa. 

Las cosas habían ocurrido un tanto extrañas pero era un alivio ya no tener que ocultar sus verdaderos sentimientos.  

Así que cuando llegó el turno de ubicarse, Mary Jane y William no dudaron en sentarse uno junto al otro y mantener sus manos unidas bajo la mesa.  

Para su sorpresa, no hubieron comentarios incómodos por parte de los adultos al verlos juntos, todo transcurría con total naturalidad como en cualquier otra cena. Excepto por sus tres hermanos quienes seguían con sus disfraces puestos.  

Mac no tardó en ponerse celoso al notar que Ruth brindaba su atención al chico a su lado y no a él pero pronto su mal humor mejoró cuando Lucille se interesó en el curioso cuadro de Rubic que armaba con facilidad.  


—Por una noche de éxitos, por la familia, los amigos y el amor — dijo el señor Bowman alzando su vaso de gaseosa.  


Los demás acompañaron el pequeño brindis entre sonrisas y charlas amenas.  

Nada podía arruinarlo. Todo era perfecto. Mientras no recordaran lo inminente. Su partida.  
 




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