Al quedar los cuatro nada más, los chicos se unieron, pues a pesar de la difícil situación le seguían peleando para salir adelante.
- Ya llevamos un mes que iniciamos el cuatrimestre y esto nada que mejora – refiere John.
- Y no creo que mejore –suelta Gadea– al contrario, no sé, me da el presentimiento que esto empeorará.
- No digas eso Kelling –inquiere Celeste– hay que ser positivos.
- Yo solo veo lo que es papable, pero Dios tenga misericordia y que esto mejore.
- Lo malo de todo esto –dice Kelling Hernán– es que la clase que sigue es la de la profesora Yanira.
- Ay no, el diazepam, ahora si me voy a dormir.
- No seas grosera –Gadea riendo.
- Hazte la de a peso, te reís porque es cierto, pregúntame a mí, o a cualquiera de la sección a ver si saben algo por lo menos de lo que esa señora habla.
- Es que yo creo que ni del título se acuerdan –dice John riendo, acompañado del resto.
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René observa a Josh caminando hacia la biblioteca de la universidad, va concentrado en un libro que lleva en la mano, cuando este se le acerca pasándole un brazo por los hombros, el joven lo volvió a ver incrédulo, pero al divisar que era su amigo sonrió.
- René… ¿por qué tan sonriente amigo? –preguntó Gonzales.
- Es que ayer que no fuiste a la iglesia la hermana Vilma me dio una muy buena noticia, tú sabes que a ella Dios la usa en revelación y eso, y ayer me dijo que tenga paciencia, que nuestro Padre Celestial conoce los deseos de mi corazón y que Él me lo concederá.
- Eso está muy bueno amigo.
- ¡Y que lo digas!... pero… ¿por qué tú no llegaste ayer?
- Maritza e Isabel se enfermaron, mi mamá y yo pasamos en la clínica con ellas, en tanto a mi madre le daban los resultados de los exámenes yo me fui a la farmacia a buscar los medicamentos, pero no fue sencillo, tuve que ir como a diez farmacias para encontrarlos, por eso no fuimos.
- Que mal, ¿cómo están las niñas?
- Bien, se puede decir, un poco enfermitas, pero no es grave ya, tenían vomito, pero fue porque comieron bastante y en un descuido jugando se pusieron a dar vueltas y toda la cosa, casi les da una congestión, pero gracias a Dios todo está bien.
- Qué bueno que ya está todo bien, yo al regreso me fui a fijar a tu casa, pero nadie me contestó, me estuve fijando a ver si te miraba, pero nada.
- Sí, llegamos como a las once y media a la casa.
- Me hubieras hablado para haberte ayudado, aunque sea en algo.
- Gracias amigo.
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Marcos estaba tendido en su cama, pues tenía pensado dormir, sin embargo, se le había vuelto complicado, la situación económica actual lo tenían con un estrés nivel 5 –si no me tranquilizo me volveré loco– pensó –es mejor que busque cómo distraer mi mente… la pregunta es ¿cómo? Los chicos están en la universidad, y no tengo ni perro que me ladre en romanticismo.
Se puso de pie para salir de su habitación, al salir a la sala su madre no estaba, al parecer ella sí había conseguido dormir, eso era bueno, observó a Fredy jugando con unos carritos, esa era la oportunidad, qué mejor que distraerse con su hermano menor.
- Fredy –lo llamó, el pequeño de ocho años se lo quedó viendo– ¿jugamos?
- Sí –dijo levantando sus manos, a Fredy le gustaba jugar con su hermano mayor, pero este nunca tenía tiempo, así que esos casos eran muy raros y de aprovecharlos.
- Anda trae los carritos, hay que ir al patio de atrás a jugar –dijo tomando las palitas de juguetes de su hermano– más tarde iremos a practicar fútbol.
- ¿En serio hermano?
- Sí.
- ¡¡Yupi!!
Ante la alegría del menor, López no pudo evitar sonreír, era un privilegio la mentalidad de los niños, ellos que están libres de preocupaciones, esos tiempos son los más lindos, solo era jugar sin pensar en algo que no fuera la diversión, él único dilema que tenían a esa edad era la escuela –increíble que para entonces pensamos que el colegio es el peor calvario que existe– pensaba Marcos ya armando una especie de carretera en el suelo– no tenemos ni idea de lo que realmente son las preocupaciones.
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A las una el grupo de estudiante salían de la universidad, se ubicaron en las bancas fueras del recinto, para acordar como harían para la elaboración de los trabajos grupales que le habían asignado en las clases que recibían.
- Entonces, a mí déjenme el de presupuesto –dijo Gadea.
- Me parece, yo haré el de contabilidad –decía Celeste– si no le entiendo a algo te pregunto Gadea.
- Sí.
- Bueno, a mí me correspondería el de contabilidad gubernamental, la investigación –mencionó Hernán– ahí te lo mando al correo Kelling para que le eches el último ojazo.
- Bueno, bueno –afirmó Gadea– solo no me lo envíen a última hora porque se me complica.
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amor y desamor, sufrimiento y lucha, amor incondicional y felicidad
Editado: 02.10.2020