― ¡Austin! ―Me levanté en medio de la noche y encendí la lamparita de noche. Mi corazón estaba por salirse de mi pecho y las lágrimas inundaban mi rostro. ―Solo ha sido una pesadilla, solo ha sido una pesadilla… ―repetí varias veces para creerme lo que estaba diciendo.
La puerta se abrió de golpe y Austin apareció por ella, al verlo allí acercándose, me dieron más ganas de llorar, esta vez eran lágrimas de alegría. Él estaba vivo. Cuando llegó a la cama se sentó a mi lado y empezó a acariciarme.
―Prométeme, que nunca me vas a abandonar ―le supliqué mientras lo abrazaba y ocultaba mi cara entre su cuello―, por favor.
―Nunca te voy a dejar, y lo sabes. ―En realidad no lo sé, me afectó sentir que te perdía, que ya no estabas más conmigo. Quise decirle aquellas palabras, pero no me atreví. —Ya pasó, todo ha sido un mal sueño.
―Se sentía tan real —dije en un leve susurro—, y me da miedo perderte.
—Sshh, estoy aquí, a tu lado —su voz salía tan tranquila y calmada—. Nada malo va a pasar.
—Lo sé, sé que estás a mi lado, pero —entre hipidos dudaba si continuar con la frase— ¿qué pasará cuando te canses de mí? ¿Cuándo te des cuenta de que soy una mujer inmadura?
Tenía miedo de que él se fijara en otra chica, pero más pavor tenía a perderlo para siempre. Porque a pesar de que nos estuviéramos tomando nuestro tiempo, mis sentimientos no habían variado, el problema radicaba en que me sentía traicionada y quisiera o no debía asimilar muchas cosas.
—Eso no nunca va a pasar, porque me gusta tu forma de ser, tu personalidad, mejor dicho, me gusta todo de ti —hizo mucho énfasis en la palabra todo. Aquello hizo que mi corazón se derritiera—. Aunque a veces actúas como una adolescente me agrada, porque demuestras que, aunque los años pasen, siempre nos queda una pequeña parte de como fuimos antes.
—¿Me acabas de llamar vieja? —Le cuestioné mientras me alejaba unos pocos centímetros de él, su rostro se tornó pálido y aunque intentaba hablar sus palabras no eran emitidas.
Hice mi mayor esfuerzo para no reírme de la situación que estábamos pasando, mi intención era fingir por unos minutos estar enojada con él.
—Yo nunca dije que estuvieras vieja, solo que… —algo nervioso, se empezó a rascarse la nuca y a morderse el labio inferior. Aquellos simples gestos eran los que conseguían que mi corazón se acelerara— ¡Aggh! No quería decir eso, solo que no has perdido tu esencia aún cuando has ido ganando años de experiencia.
—No lo estás arreglando, pero me agrada que te pongas nervioso, y más si yo soy la causante de eso —un impulso hizo que cambiara mi posición y me sentara a horcajadas sobre sus piernas. Al tener su rostro tan cerca del mío, no lo pude evitar y junté nuestros labios, los había echado tanto de menos.
—Te amo —solté cuando nuestro beso finalizó.
—Yo también te amo, eres lo más preciado que la vida me ha dado, igual que nuestros hijos —con su mano derecha empezó a acariciar mi vientre.
Las horas fueron pasando y por primera vez en semanas me sentí en paz, le pedí a Austin que durmiera conmigo, él no se opuso. Me acurruqué entre sus brazos, sentí una inmensa paz, que me dejé llevar por el momento: entre las caricias y las dulces palabras que me iba susurrando, hicieron que lentamente fuera cerrando los ojos.
Cuando me desperté, la cama estaba completamente vacía. Mi mente se encontraba hecha un lío, y ya no sabía diferenciar entre la realidad y la ficción —algunas veces cuando sientes que la fantasía es real, cuesta diferenciarla de la realidad, porque tienes la sensación de haberlo vivido en carne propia —.
Antes de salir de la cama, apoyé mi espalda contra el respaldo de esta y empecé a reflexionar. Me llevé las manos a la cara, queriendo evitar que las lágrimas salieran, el embarazo había provocado que mis emociones estuvieran a flor de piel; podía pasar de estar contenta a llorar o con la mínima tontería acababa como una histérica y me enojaba con todos.
Al final no me contuve y las lágrimas empezaron a escaparse, quise que se detuvieran, pero no podía. Lo peor vino cuando por la puerta aparecieron Liam y Austin, ambos me miraban preocupados. Mi hijo dejó atrás a su padre y se subió corriendo a la cama y me abrazó muy fuerte. Mientras tanto, Austin seguía estático en la puerta, llevaba una bandeja con el desayuno; unos segundos le bastaron para dejar la charola en el mueble y reunirse con nosotros.
—¿Por qué lloras, mami? —Me preguntó mi pequeño, sin romper el abrazo que me estaba dando, solo levantó su rostro.
—Por nada —le mentí descaradamente. Austin, en cambio, no me creyó, sin emitir palabra alguna, con la mirada me suplicaba que le contara la verdad, pero no podía. Que4ia contarle
Me sequé las lágrimas e intenté fingir una sonrisa, aún cuando no conseguí formularla correctamente, Liam se puso contento. Aquel gesto de mi pequeño me conmovió demasiado.
No sé en qué momento me distraje, pero Austin aprovechó aquel instante para colocar la mesita plegable encima de la cama y de paso también depositó el desayuno.
—Mami, he ayudado a papi a preparar el desayuno —el entusiasmo con el que dijo todo aquello y la sonrisa que lucía era hermosa.
Editado: 02.12.2021