Lo que las apariencias esconden

IV

En las cenas de casa de mis tíos nunca faltaba entretenimiento. La gente iba y venía de la mansión como si de un puente se tratase. Comerciantes que volvían de lejanos lugares o que partían hacia ellos, personas en busca de consejo o ayuda… hombres de toda clase y condición. En algunas circunstancias resultaba sencillo descartar a alguien de ser un noble por el atuendo que llevaba o por su forma de hablar, pero en otras ocasiones era tan complicado. Yo no estaba para perder mi tiempo con alguien sin título o posesiones. Posiblemente en otras circunstancias habría disfrutado de la compañía y diversión de cualquiera de ellos, eran encantadores. Definitivamente la “norma” de anonimato de mi tío no facilitaba mi cometido en lo más mínimo.

-¿Qué opina usted sobre esta mujer?- Preguntó Luis, el ayudante de mi tío a Guillem.

-Es curioso como la envidia puede llevar a un ser a desear algo que por naturaleza no le corresponde.- Contestó Guillem.

Yo no tenía muy claro cuál era el tema de conversación, no era muy dada a leer el periódico y quizás esa era la razón por la que no solía enterarme de nada de lo que pasaba en nuestra sociedad y por consiguiente, tampoco podía participar en los temas de conversación. Con disimulo intenté leer el título de la noticia ‘Lord Quin rompe su compromiso con la señorita Chatin al descubrir que esta sabe cazar’. El asombro debió reflejarse en mi rostro, puesto que Luís me miró intrigado y me preguntó.

¿Y usted señorita Sant qué opina?- Obviamente me parecía que aquella noticia era absurda y ese tal señor Quin era estúpido, la señorita Chatin era afortunada de que se hubiera roto el compromiso ¿Cómo era capaz alguien de romper su compromiso porque su prometida supiera cazar? No obstante, esa no podía ser mi respuesta…

 

En mi opinión… Me alegro de que Lord Quin descubriera que no le agradaba la señorita Chatin antes de que se casaran, sino el daño habría sido irreparable.- Contemplé la reacción de Guillem y comprobé que mi respuesta era de su agrado.

 

 

Bueno, esa es una respuesta un tanto ambigua- dijo Luís.- Yo deseaba saber su opinión con respecto a que ella supiera cazar.- ¿Pero qué le pasaba a ese hombre? ¿Por qué me colocaba en una situación tan complicada?

 

Yo creo que su respuesta ha sido magnifica Camille…- Intervino Guillem.- Bueno, ¿Le importa que le llame Camille señorita Sant? – Preguntó cortésmente.

 

 

No, por supuesto que puede llamarme Camille, pero entonces yo tendré que llamarle Guillem- Dije al tiempo que dibujaba en mi rostro mi mejor sonrisa.

 

Nada me haría más feliz- Aquel hombre podía ser un buen candidato…

 

 

¿Entonces…? – Preguntó Luis carraspeando para recordarnos que no estábamos solos.- ¿Contesta la señorita mi pregunta o prefiere contestar usted por ella señor Gil? –Odiaba que la gente hablara en mi nombre y más cuando no me conocían, pero estaba segura de que a Guillem no le agradaría mi respuesta.

 

Yo opino- Comenzó Guillem.- Que el hombre tiene sus actividades y la mujer las suyas, mezclarlas es algo… bueno antinatural. – “Este hombre es tonto” pensé.- No obstante, he de decir que lord Quin y yo fuimos a la misma escuela y después coincidimos en un par de eventos y su habilidad con la caza es nula, no me sorprende que hasta una mujer pueda ganarle- Añadió con la intención de hacer una broma de la que nadie se rio.

 

Después de aquella intervención comencé a hacer una lista de mental de los pros y contras del señor Gil. Si quitábamos el hecho de que el doctor infravaloraba a las mujeres como si du basura de tratase, el hombre no era un mal partido. Además acababa de desvelarme que de algún modo pertenecía a la nobleza… ¿Cómo sino habría coincidido con ese Lord? Observe a los dos caballeros, mis pensamientos me habían abstraído tanto que ya no seguía el hilo de su acalorada conversación. Por ello, decidí que una retirada a tiempo sería mi mejor victoria. Me conocía lo suficiente para saber que si permanecía allí más tiempo no sería capaz de morderme la lengua.

 

-Caballeros.- Dije interrumpiendo su disputa al tiempo que me levantaba del silloncito.- Creo que ya he tenido suficiente aire libre por un día, con su permiso me retiro al interior de la casa. Ambos hicieron una reverencia y gracias a Dios ninguno se ofreció para acompañarme al interior de la casa.




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