A la mañana siguiente contamos con un invitado de más en el desayuno. Al entrar en el salón comprobé que aquel hombre sentado junto a Toni sería una pesadilla.
-Camille.- dijo Toni al verme.- Te presento al señor Remilgren. Señor Remilgren, le presento a mi nuera, la Señora Cigar.
-Señora Cigar, un placer volver a vernos.- Dijo besando mi mano.- Puede llamarme Jonh, ya que podríamos decir que somos familia.
-Perdone usted.- dije recordando al fin cuál era nuestro parentesco.- Usted era el primo del marido de mi cuñada.
-En efecto.- respondió complacido.
-En ese caso puede usted llamarme Camille.- Toni no parecía muy contento con nuestra conversación.
-El señor Remilgren se hospedará con nosotros unos días.- dijo Toni.- Si me disculpan debo atender algunos asuntos.
Cuando Toni se hubo marchado el señor Remilgren acercó su silla a la mía.
-¿Qué le trae a nuestro hogar? – pregunté intentando mantener una conversación banal.
-El rey en persona me ha enviado para tratar el delicado tema del intento de asesinato de mi primo.- El zumo que estaba bebiendo en ese instante pareció desviarse de su camino y comencé a toser.- ¿Está usted bien?- dijo dándome unas palmaditas en la espalda.
-¿Ha dicho usted asesinato?- ¡Por qué nadie me había mencionado eso!
-¿Podría usted quitar las manos de mi esposa?- escuche la voz de Luis.
-Señor Cigar un placer volver a verlo- Dijo despreocupado Jonh sin dejar de darme golpecitos en la espalda.
-¡Un asesinato!- Exclamé poniéndome en pie- ¿enserio?- Aquella pregunta había ido dirigida única y exclusivamente a Luis.- Otra mentira más.- murmuré- Discúlpeme Señor Remilgren pero no tengo apetito.
….
Dos días fueron el tiempo que pase sin acudir a ninguna comida ni cena, estaba muy enfadada con todos los Cigar. En esta ocasión ninguno de ellos se libraba de haberme mentido… SOLO TE LO HEMOS OCULTADO- En mi cabeza resonaba la voz de Luis. Todo aquello era demasiado, archiduques, una amante y un intento de asesinato ¿qué sería lo siguiente? Mi cabeza continuaba elucubrando que más podría pasarme cuando el señor Remilgren se acercó hasta el banquito que yo ocupaba en el jardín.
-Buenas tardes Camille… está usted más hermosa cada vez que la veo.- Dijo besando mi mano más tiempo del necesario.
-Buenas tardes Jonh.
-¿Puedo ser sincero con usted?- dijo sentándose junto a mí.
-Claro, no hay algo que odie más que las mentiras.- respondí poco interesada a lo que él tuviera que decirme.
-Si yo fuera su marido no me atrevería a tenerla tan desatendida.-Aquello era demasiado fuerte para mí… ¿cómo se atrevía a decirme algo así cuando era un invitado en mi casa?- No tiene usted que responder nada querida… solo permita que nos conozcamos.
-Estoy casada señor Jonh, y dudo mucho que a mi marido le agrade que entable amistad con un caballero.- aquella fue la única escusa que se me ocurrió. La realidad era que yo haría amistad con quien quisiera, pero la mirada que me dirigía Jonh me hacía sentir muy incómoda.
-Vamos… ¿no le apetece a usted que suceda algo excitante en su vida?- mi respuesta se vio interrumpida por la llegada de Luis.
-Buenas tardes señor Remilgren, Camille.- Los modales de Luis fueron impecables, pero a pesar de ello dejó entrever su desaprobación de la situación.- Si nos disculpa señor Remilgren, tengo que discutir algo con mi esposa.
-Justo en este instante…- dijo con atrevimiento.- Camille y yo pensábamos dar un paseo.- concluyó poniéndose en pie.
El comportamiento de Jonh fue demasiado provocativo, pero al ver la cara de Luis fui incapaz de no seguirle el juego al señor Remilgren. Por lo que, me levante y me aferré al brazo que me había ofrecido.
-Ya nos veremos después Luis.
Me sentía ruin y mezquina, pero Luis se lo había ganado a pulso, mentira tras mentira. A pesar de ello, en cuanto lo vi desaparecer en el interior de la casa, formulé una excusa poco convincente y me alejé de Jonh.
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La casa que hasta el momento habíamos habitado únicamente los Cigar, acogió a otro nuevo huésped. Un tal David… cuyo apellido olvidé pronto, puesto que todos lo llamaban por su nombre de pila. Al parecer era pariente de los vecinos de los Cigar, los London, y junto al propietario, el señor London, Jorge, intentaban averiguar el paradero de Mariola, la hermana de Luis. Por consiguiente, también contábamos con las constantes visita de Laura… y qué podía decir malo de ella… era perfecta, toda una dama… pero claro, no podíamos olvidar que era la amante de mi marido. Toda esta situación no hacía más que recordarme que el último año de mi vida parecía sacado de una novela. Y por ello, en más de una ocasión debía esconderme de todos ellos, evadirme de una dolorosa y alocada realidad para sumergirme en un libro, en el cuidado de mis plantas, o vagar sin rumbo por mi mente.