Si un día los estándares dejasen de imponer sus papelitos verdes y barreras, si las opiniones nos fuesen tan fáciles de botar por la coladera.
Si dejásemos de tomar amores exprés cada mes tan fácil como tomar café, entonces te invitaría a filmar nuestra propia película otra vez.
Seríamos los ridículos protagonistas imitando un nuevo amor. Seré tu directora, tu serás mi productor, y ambos podemos repartir todos esos besos que en la ausencia no nos dimos, amor. (Los diálogos y las escenas también, claro).
Que finalmente la estrenen en todas las plazas de la localidad, que hagan de ello pinturas, murales, arte lleno de harto color, de notable felicidad, que enseñemos a los demás a perseguir sus sueños, pero que ya no nos vuelvan a arrebatar el nuestro.
Que nos den el premio a mejores actores, y que lleve tu nombre porque eso de los premios Óscar es tan cliché.
Que la próxima vez que filmemos sea para rehacer mejores momentos.