Lo que me queda por escribir

Si supieras

Si tuvieras una mínima idea de las cosas que me inspiras, lo mucho que te quiero para el corto tiempo y que no me creo eso de que seas el tipo de hombre que mi corazón anhelaba sin saberlo, tal vez tu autoestima no estaría tan vacía. 

Al escuchar la música que tú escuchas y leerte diariamente tus Buenos días que sin falta me envías, entiendo que no habrá otro chico en mi vida que me guste demasiado como para sacrificarme y quedarme a su lado como una amiga.

Te han parecido guapas la mitad de mis amistades, y he estado ahí escuchando como te quejas de que jamás te harán caso porque ellas son lindas y tú eres un asco. Me limito entonces a solo suspirar cuando leo tus mensajes y pienso mucho en cada palabra que estoy por enviarte, porque a pesar de todo eso hacen los amigos, se apoyan, no se hunden y contigo me ha quedado claro el separar mis sentimientos de lo que tenemos.

Varios son testigos de las muchas veces en que te he dicho que les hables, que puedo contarte de lo buenas que son ellas, que trates de ser parte de sus vidas, aún si eso condena a la mía.

Sé desde el segundo mes que no soy el tipo de chica que llamaría tu atención al pasar, pero la vida me ha posicionado como una de tus buenas amigas, mejor dicho a la cual le has contado de cada chica guapa que has conocido este año.

¿Acaso debo llamarle dulce agonía a esto de ser no más que tu amiga?

Me impresiona la manera en la que me hablas de Dios, me dejas sin palabras porque precisamente tú eres uno de tres que ha venido a poner en duda mis opiniones. No me juzgas y al contrario estabas tan emocionado ese día cuando me contaste todo lo que pasaste para llegar a donde estás, que no notaste mi cara de niña de prepa enamorada, sin exagerar, casi se me salía la baba.

No he conocido hombre que me hable de Dios como tú. Tampoco todos los días se encuentran personas que tienen metas y pensamientos buenos, que saben lo que son, en lo que van fallando y en lo que quieren mejorar, como tú, que va de la mano de él.

Sabes que no soy buena para terminar cartas, nunca lo he sido, justo ahora estoy escribiendo lo que mi corazón me dicta, nada de lo que lees aquí está prescrito.

Iluminaste aquellos meses de oscuridad en cuanto llegaste, que no sé de qué manera pagarte. Sin exagerar, aún tengo un poco de miedo de lo que pueda pasar, pero sé que si te lo cuento me siento armada nuevamente con tus diez audios de siete minutos o esos chale. Sé que me lees, sé que estás.

Existes, y ya es bonito que lo hagas porque así puedo de ti al mundo escribir.




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