Pasé la mano por mi casillero, noté que había cambiado un poco el lugar. Desde que me prohibieron entrar a este lugar hace ya casi seis meses, no había podido acercarme.
Ciertamente había al menos dos hileras más de casilleros; dos de ellos captando mi atención, uno más oscuro que el otro, teniendo como distintivo el nombre del propietario.
Uno etiquetado con el nombre en mayúsculas "ALEX" .
El otro etiquetado con una caligrafía tipo cursiva "Alonso".
Supuse que ese el del idiota que dejó un tiradero.
Jugué con la llave, poniéndome un poco nerviosa, probablemente ya habrían telarañas u algún bicho extraño viviendo en él. Me fui durante tanto tiempo y para nada previsto, que siquiera tuve tiempo de sacar mi bolso de ropa.
Tomé un suspiro. Coloque la llave y la giré, estaba tal cual lo recordaba, simplemente con un poco de polvo por la falta de uso.
—¡Oh por Dios!— gritaron a mis espaldas. Al girarme me encontré con el par de sonrisas que tanto había extrañado durante las vacaciones.
Mi par favorito: Juliette y Sabrina.
Ambas eran muy hermosas, si tuviera que describirlas diría sin dudar "PERFECCION" .
Juliette tenía el cabello castaño y muy rizado, su cuerpo era de infarto, sus facciones le daban ese toque de ternura y a la vez, de sensualidad. Ella era más alta que yo, un poco más, solamente. Teniendo en cuenta que es menor que yo por siquiera un mes.
Sabrina, en ella resaltaba la elegancia, sus facciones en comparación con las de Juliette eran un poco más maduras. Su cabello era levemente rizado y bastante oscuro. Ella, al igual que Juliette era un poco más alta, tal vez un par de centímetros.
Solíamos ser el trío bomba, las tres mejores en natación, cada una tenía una especialidad. Mientras yo destacaba con el estilo crol y mariposa, Sabrina destacaba en espalda y Juliette en braza.
Así funcionamos por conjunto, trayendo por tres años consecutivos la medalla de oro en cada estilo.
Sonreí. —¿Cuanto tiempo?— dije para luego dirigirme a ellas, dándoles un abrazo a cada una. —¿Me extrañaron en la piscina?
Asintieron repetidas veces. —¡No había quien callara a Megna! ¡Por poco y la golpeo!— soltó una muy divertida Sabrina.
—Vieras tremendo lío que hizo,— dijo Juliette poniéndose seria. Negó repetidamente. —¡La quería matar! Si no fuera por que Dakota la suspendió, su madre hubiese tenido que visitarla en un panteón.
Reí, realmente las había extrañado.
Esa era la mejor parte de mi vida, tenerlas conmigo y reír como lunáticas.
Miré el reloj. Mierda, llegaría tarde si no corría a clase, y no sería bueno tener un retardo en mi expediente.
—¿Chicas?— dije un poco angustiada. —¡Me tengo que ir, nos vemos por la tarde!
Dije para luego correr a toda prisa hasta el salón de química. Diablos, si que aún mantenía la línea. Durante el camino me topé con todo tipo de gente, unos cuantos sonrientes y otros tantos preocupados al igual que yo.
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Las clases pasaron volando, al menos el día de hoy solo tenía cinco materias con las cuales lidiar, así que fue relajado.
Caminé lentamente junto a Allen, mi mejor amigo, ciertamente nos conocíamos desde hace tiempo, prácticamente toda una vida.
Suspiré mientras seguía cuestionando. —¿Tan bueno es el chico que llegó cuando yo salí?— dije recordando las palabras de la entrenadora.
Allen suspiró enamorado, y después asintió efusivamente. —¡Por supuesto! ¡Y además está buenísimo!
Reí, este hombre no tenía remedio, así lo amaba. Sí, él gusta de los chicos.
—¿Cuál es su especialidad?— pregunté después de unos segundos en silencio.
Se lo pensó un momento y sonriendo contesto. —Igual que tú.
Vaya, aquello si que me sorprendió, tal parece aquel chico es una versión masculina de mi.
Iba a comentar algo más, pero, justo en aquel instante nos encontramos con la entrenadora Dakota hablando alegremente con el idiota de hace unas horas.
Al percatarse de nuestra presencia el chico nos señaló haciendo que la entrenadora girara rápidamente.
—¡Alex! ¡Allen! ¡Al fin llegan!— chilló emocionada. — Alex, cariño, acércate,— y eso hice, caminé hasta quedar a su lado. —quiero presentarte a Alonso Coss, capitán del equipo masculino.
Fingi una sonrisa, y estire mi mano. —Encantada de conocerte, mi nombre es Alex.
Él simplemente rió y contestó. —Ya nos habíamos encontrado antes, ¿recuerdas?
Mostré cara de asombro, fingiendo total sorpresa conteste. —¡¿De verdad?! Lo lamento, no te recuerdo de antes.
Se formó un silencio incomodo, que solo Allen sabía como romper. —¡Y esto es tan genial! ¿Verdad que si? ¡Alex está de vuelta!— llegó hasta mi lado y me abrazó tiernamente, para luego besar la comisura de mis labios. —Mi NOVIA me hizo mucha falta.
No dije nada, simplemente me mantuve a su lado.
—¿Novia?— dijo el chico de los lunares sorprendido. Suspiró y luego dijo con frialdad. —Felicidades, hacen una linda pareja.
Y no supe que fue más incómodo, si el hecho de que Allen dijera sin motivo alguno que era mi novio o que el chico lunares dijera "linda pareja" con tanta falsedad.
Decidida dije. —Allen y yo nos adelantaremos para alistarnos— tomé el brazo del mencionado y dije por último. —¡Nos vemos en la práctica!
Me lo llevé a jalones de ahí, una vez lejos lo solté y grité. —¡¿Qué demonios te pasa?! ¡¿Tu novia?!
Me miró tranquilo y se encogió de hombros. —De nada.
Dijo sin más, me contuve las ganas de golpearlo y tomando una muy artificial respiración dije . —¿Sólo dirás eso? ¿De qué carajos se trata esto, Allen?
Bufó. —De verdad que eres ciega, ese chico— señaló el lugar de donde veníamos. —te miraba deseoso, así que te lo quité de encima— sonrío. —además, cuando dije "mi novia" apretó los puños.
Arrugue el entrecejo. —¿y eso que tiene que ver?