Prologo

Si pudiera regresar el tiempo al momento en el que todo cambió y alguien pudiera advertirme de lo que estaba a punto de sucederme, estoy totalmente segura de que jamás creería que algo como esto podría pasarme.

Mi vida era más común que ordinaria, sin embargo yo no lo era; desde pequeña fui diagnosticada con una enfermedad muy delicada llamada “Depresión”, desgraciadamente aquello no es como la gente lo piensa, no es una simple tristeza que te da de momento a otro y que hace que te sientas decaída a veces, no, esta enfermedad va mucho más allá, no solo te hace sentir a veces inútil, impotente y al borde de querer cortarte la garganta en cualquier momento, sino que también te hace sentir todo a flor de piel, la cosa más pequeña te puede llevar al borde del llanto o la furia, los recuerdos te pueden dejar atrapada en tu cabeza y tu mente es capaz de matarte lentamente.

Vivo en una pequeña casa en Nuevo México Estados Unidos, soy originaria del mismo lugar y tengo una hermana mayor, una madre amorosa y un padre despreocupado que abandono a mi madre antes siquiera de que yo naciera.

Mi vida es común como ya lo había dicho, mi vida es un martirio y todos los días debo de tomar medicamento para que mi mente no termine devorándome día con día, siempre creí que estaba destinada a pasar mis miserables días uno tras otro sin hacer nada importante de ellos, siempre creí que mi vida terminaría el día que por fin tuviera el valor para tomar el cuchillo de la cocina y clavarlo sobre mi garganta, sin embargo jamás creí que mi vida terminaría de esta forma o al menos no que me encontraría en estas circunstancias.

La mirada de tres hombres diferentes se encuentran fijas sobre mi cuerpo atado en la parte trasera de la camioneta, las lágrimas se derraman por montones mientras dos de ellos sonríen provocándome un escalofrío.

Oh madre… Lamento tanto esto.

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