Siempre pensé que nuestra reconciliación fue una bonita forma de terminar e iniciar el año, era tanta la familiaridad de las cosas que se sentía como si realmente tú y yo nunca estuvimos tres meses separados. Todo seguía intacto, el lapso de tiempo que permanecimos distanciados no afectó en nada y la normalidad volvió; los detalles, los momentos, nuestra confidencialidad, como si nunca se habían ido.
Pero como nunca puede ser todo color rosa y hay cosas que verdaderamente el ser humano puede controlar hasta cierto punto; tus celos amenazaron con convertirse en un buen motivo de discusiones entre ambos. Siempre los noté, incluso desde el principio cuando callabas y disimulabas tu incomodidad.
Luke era la persona con la que mejor me llevaba dentro de la academia, quizás por su personalidad o por ser mi pareja de baile, no lo sé; fue un ángel caído del cielo cuando se ofreció a brindarme las tutorías de química que tú ya no me dictabas, porque Simon lo había intentado pero no tuvo la suficiente paciencia conmigo.
Intenté ponerme en tus zapatos en aquella ocasión; cuando me propusiste retomar las clases y te decliné la oferta solamente porque Luke ya me las estaba facilitando. Aún lo siento al recordarlo, pero en ese entonces me daba más pesar tener que decirle a mi buen amigo que ya no necesitaba sus tutorías únicamente porque mi novio ya podía dictármelas. Preferí seguir así, porque de todas formas la universidad te ocupaba mucho tiempo y no quería quitarte demás.
Tú callabas, aunque a mí se me hacía muy evidente descifrar cómo te afectaba. Y si no te dije nada para impulsarte a hablar, fue porque esperé que lo hicieras por voluntad propia. Pero tú preferiste acumular todo hasta que no pudiste seguir fingiendo más.
Casi logras acabar con una fiesta que organizó Andy en casa con sus amigos. Steve, el niño que me había invitado a salir en el pasado, había asistido, y según tú me estuvo dedicando una serie de miradas muy fuera de lugar. Esperaste a que me descuidara unos segundos, y medio ebrio le diste un empujón que casi tira la mesa ratona de cristal de mamá, amenazando con golpearlo.
Recuerdo cómo Andrew me ordenó que sacara a mi loco psicópata de casa porque estaba arruinando su fiesta, y a ti nunca se te pasó por la mente que papá habría estado encantado de telefonear al padre de Steffi para que te sacara de casa con las manos esposadas, y después encargarse personalmente de encerrarte tras las rejas con algunos cargos extras de haber hecho un escándalo mayor.
–Es que estás preciosa, ¿sí?, pero que te vean de esa forma es una falta de respeto, tanto para ti como para mí. –Fue tu argumento, cuando cerré el pestillo de la puerta de mi habitación y me crucé de brazos, enfadada contigo y pidiéndote una explicación ante aquel altercado.
La ebriedad se notaba en tu rostro, pero tu habla aún no era aletargada y podías caminar con absoluta normalidad; tu raciocinio aún funcionaba, entonces propusiste no salir de la habitación el resto de la noche. No quisiste hablar más del tema, y estuvimos intentando ver una película mientras se escuchaba la música zumbar por toda la casa. Sabías que yo estaba algo enojada y me abrazaste, besándome el rostro antes de caer dormido.
Y sí, estabas defendiéndome, pero ya sabías que la violencia es algo que aborrezco, y que optaras por tomar esa actitud que no iba para nada contigo y tus ideales, me descolocó muchísimo.
–Soy muy territorial, siempre lo has sabido, no sé de qué te quejas ahora. –Te excusaste con total desinterés una noche que cruzábamos la plazoleta camino a mi casa; volvíamos del cine y nos topamos de frente con Luke.
Mi compañero de baile era una persona extremadamente amable, quizás por eso al principio no se percató de tu actitud para con él. Tú ni siquiera disimulaste; cuándo me detuve a simplemente saludarlo tomaste mi mano y me atrajiste en tu dirección, para reanudar la caminata.
–Eso no es ser territorial, eso es ser grosero. –Te había dicho, soltándome de tu mano con brusquedad.
Tardé muchísimo en volver a mi rutina de ensayos debido a la tobillera ajustada que tuve que usar un par de semanas después de mi recuperación, por lo que veía a Luke solamente en nuestras tutorías dos veces por semana; que aumentaron a cinco debido a que necesité de su ayuda al retomar mis rutinas musculares y mi cuerpo parecía oxidado después de tanto tiempo en el mundo del sedentarismo.
Solamente se trataban de ejercicios de resistencia y elasticidad, pero tal parecía que era el fin del mundo para ti.
–Es que imagínate que una tarde quieras darme una bonita sorpresa y llegues a mi casa inesperadamente, ¡pero me encuentras en el jardín trasero con una chica ayudándome a que mi pierna se mantenga a la altura de mi cabeza!
Me hace demasiada gracia recordar aquél momento y tu indignación absoluta, aunque en ese entonces solo fruncí el ceño hastiada de tus celos absurdos. Andy había entrado a la cocina en ese instante y soltó tremenda carcajada tras oírte.