Habían pasado ya dos semanas desde lo sucedido, no lo volví a intentar, al menos no por ahora, el impulso se elimino de mi sistema dejándome temporalmente vacía.
Seguí con mi vida normal como si nunca hubiese tomado la decisión de suicidarme e intentarlo y haber fracasado por culpa de algún idiota entrometido al cual muy en el fondo mi cobardía y la poca sensatez que me quedaba agradecían.
Volví a encontrarme con Greg días después, el me preguntó si estaba todo bien y yo le dije que si, me creyó, era buena mintiendo, además Greg era un despistado de lo peor. Tuvimos sexo como otras veces y convivimos como dos amigos normales—que follaban de vez en cuando—acompañe a Luisa a perforarse la nariz como lo prometí después del trabajo y todo siguió su curso.
Nada había pasado ese día, solo yo y ese desconocido fuimos testigos de lo que no sucedió y no lo volvería a ver nunca, jamás. Solo quedaría en nuestras mentes como un recuerdo nada agradable.
Hoy era viernes y me encontraba camino a casa de Greg, el cual era un departamento muy mono cerca de la universidad, al llegar le envié un mensaje avisando que estaba en el ascensor a punto de entrar a su piso, justo cuando las puertas de este se abrieron la cabeza de Greg se asomó desde su departamento y me sonrió.
Camine hacia ahí y entre cerrando la puerta tras de mí, no esperamos mucho porque me lancé sobre el lista para besarlo.
No necesitábamos saludarnos, ya habíamos pasado esa etapa incomoda en la que conversábamos de cosas estúpidas y sin sentido esperando a ver quien daba el primer paso, o en este caso quién metía mano debajo de la ropa interior del otro.
Sentí como sus manos de adentraba debajo de mi jersey tocando mi abdomen hasta posarse en mis pechos y jugar con ellos aún cubiertos por el sujetador, para después volver a bajar con lentitud hasta mi trasero y muslos cargándome de un solo movimiento llevándome hasta su habitación, ya que era mucho más cómodo, al llegar este me bajo al suelo mientras que yo me retiraba la camisa de un solo jalón y el hacia lo mismo.
Volvió a besarme con voracidad sacándome un jadeo lleno de deseo mientras mis manos iban directamente hacia su pantalón a desabrochar su cinto logrando que estos cayeran al suelo, ni siquiera me di cuenta cuando sus habilidosos manos desabrocharon mi pantalón pidiéndome en silencio que terminara el trabajo, el me observaba de arriba abajo con lentitud disfrutando del momento como lo hacía siempre.
Ambos nos mirábamos con deseo y nos acercamos a la par, pude sentirlo completamente listo para mi como yo ya lo estaba para el, volvió a cargarme entre sus brazos llevándome a la cama listos para comenzar lo que ambos veníamos buscando.
...
Luego de varios momentos de esfuerzo físico me encontraba completamente desnuda recostada en la cama con el a mi lado, mientras lo oía parlotear sobre la semana en la que fue a visitar a sus padres.
—¿Y como va el trabajo?— pregunto llamando mi atención logrando que volteara a verlo.
—Normal, servir cafés y rosquillas glaseadas no es tan interesante Greg—el rio provocando que sus ojos se convirtieron el pequeñas rendijas.
Por un momento un suspiro casi brota de mis labios.
—Admito que cada vez que me respondes de esa manera me caliento un poco—la sonrisa aún no se borraba de su rostro, reprimí una sonrisa y rodé los ojos.
—Vaya, que sorpresa que te pongas cachondo—respondí con ironía y el volvió a reír, sentí como mi estómago rugía de forma imprevista alertándonos a ambos que tenía hambre.
—Vaya, tanta actividad física te a dejado con hambre—una pícara sonrisa se marcó en su perfecto rostro.
—Voy por un emparedado—le informe poniéndome de pie sin vergüenza alguna por mi desnudez—¿Compraste crema de cocoa?
Pregunto colocándome las bragas y poniéndome su suave camisa.
—Si, y no entiendo porque siempre que sales de la habitación te cubres, nadie va a verte—me informa como todas las otras veces—Además eso no te importa mucho cuando lo hacemos en el sofá o la cocina.
—Me cubro porque no vives solo, aún cuando se que tu compañero esta de intercambio no me siento a gusto paseando completamente desnuda por tu apartamento. Y voy a fingir que no dijiste lo último.
El levanta las manos en señal de rendición y yo no puedo evitar rodar los ojos.
—Podrías traerme uno con plátano— pide haciendo un ridículo puchero que en el logra verse sexy—¿Por qué te has sonrojado?
—No soy tu jodida sirvienta—respondo ignorando su pregunta, no quiero que sepa que puede provocar que mi cara se encienda cuando luce de esa manera.
Salgo de ahí y me adentró a la cocina sacando lo necesario sin preguntar dónde se encuentra cada cosa pues e estado aquí lo suficiente como para saber dónde Greg guarda la poca comida que compra, si es que a eso se le puede llamar comida. Preparo ambos emparedados de crema de cocoa con plátano y sin poder resistirme comienzo a devorar el mío, lo siento Greg pero por más que me gustes, en este momento solo somos el emparedado y yo.
Escucho como el pestillo de la puerta se abre y se cierra indicándome que Greg a salido de la habitación buscando el jodido emparedado que me estoy devorando, escucho los pasos resonar contra el suelo y espero verlo llegar pero nunca sucede y es ahí cuando caigo en cuenta que la puerta que fue abierta fue la de la entrada.
Y quien está ahí no es Greg si no su desaparecido compañero de piso, volteo con lentitud aún con el emparedado en la mano siendo consciente de que me encuentro en bragas y una ligera y muy delgada camiseta de algodón de Greg sin traer puesto el sujetador.
Lo que mis ojos ven en cuando me giro completamente me deja helada y de pronto el hambre que hace unos momentos sentía desaparece.
Santa mierda.
El chico, el desconocido de hace dos semanas, el idiota entrometido estaba justo delante de mi. No me muevo, no digo nada, no se si estoy respirando en este momento a decir verdad y el parece estar en el mismo trance que yo.