Una noche mientras veía una película y no, no era cualquier trama de baja calidad y aburrida; era una de mis favoritas, “El extraño caso de Benjamín Button”; mis añoranzas viajaron hasta ti. Tú, un hombre que nunca he visto, jamás he tocado, acariciado y tan siquiera respirado.
Esa hora anochecida, en ese exacto momento, deseé que los kilómetros que nos separan, se volviesen nada. Yo deseaba estar rodeada de ti, tu olor, tu respiración, tu esencia y de tus brazos. Quería disfrutar las emociones que me produce ese film, pero contigo, a tu lado.
En ese soplo, mi mente divagó por un invierno; aunque yo nunca he vivido uno. No sé qué se siente continuar el curso de la existencia, mientras una capa de nieve lo cubre todo; descansando en un viejo sofá desgastado de un pequeño departamento con vista panorámica a las luces brillantes de la inmensa ciudad.
El poder del querer que eso fuera real, me llevó a sentir las sensaciones de sentir tus labios haciendo presión en mi cuello, mientras que con tus caricias, interrumpías una parte importante de la trama.
Sonreí en ese momento. Es tan lindo suponerme a tu lado.
La realidad golpea cuando abro los ojos y sigues sin estar y para mi mala fortuna, en el tiempo venidero tampoco estarás. Cuento con que en un época próxima, por fin te encuentre y seas tú quien sueñe con ver películas en mi compañía, enrollados en mantas y abrazados.
Esto lo escribo un veintisiete de septiembre del años dos mil dieciséis a las dos y dos minutos de la mañana de un día martes.
Para el segundo en que mi sueño se haga realidad, volveré para dejar plasmado entre las páginas, como se sienten las emociones en el corazón al estar rodeada por tus brazos mientras vemos mi película favorita.