—CAPÍTULO 6—
EDUARDO
Eva se irgue apenas nota mi presencia. Supongo que Cassia y sus ojos saltones me delataron. Pretendía acercarme a ambas y que Cassia luego nos dejara a solas, no esperé que huyera tan rápido. Carraspeo antes de dirigirle la palabra. Me siento extraño, extremadamente nervioso por como se lo tomará todo esto. Quiero disculparme, lo he querido hacer desde que me enteré que por culpa mía le habían tachado de ladrona y echado del trabajo. Si bien la razón me llegó después de escuchar su versión de los hechos, no quita lo mal que me porté con ella, dos veces. He llegado a creer que no hay palabras que disculpen mi actuar.
—Hola.
Eva me devuelve el saludo con una mueca. Al igual que yo está nerviosa, más bien aterrada. Tal vez piensa que le haré daño, y no estaría tan equivocada.
—Podemos caminar —Sugiero. Ella asiente instintivamente y empieza a andar—. Yo en verdad lo siento. Ayer estaba con un cabreo inmenso, sé que no me justifica, pero el verte de lo más normal en mi casa después de lo que pensé que habías hecho me cabreo aún más. Eva...
—Evangeline. Para usted, Evangeline.
Asiento. No sé que más decir, su tono borde sólo me impulsa a querer salir corriendo de aquí, teniendo en cuenta de que me odia lo preferible es huir. Pietro dijo que Eva era dócil, conmigo está siendo huraña. Y es lo menos que espero de ella. Voy a por todo. O gano está partida o me regreso al auto con el rabo entre las piernas. La tomo de los hombros para detenerla y luego la giro para que esté frente a mí. En el proceso se estremece y por eso decido soltarla al instante.
—Bien, Eva. No te voy a prometer la Luna y las estrellas a cambio de tu perdón, tampoco te voy a decir que te quites de la cabeza la idea de que soy un reverendo imbécil. Porque claramente a veces lo soy.
Enarca una de sus cejas con escepticismo. Increíble, duda que sólo a veces sea un imbécil.
—Pero, lo que quiero es que no abandones el trabajo por mí. Sé por Pietro y Cassia que lo necesitas y que también lo estás haciendo bien. Piensa en el trauma que le dejarías a Thomas si te vas. Tendrás que pagar sus terapias por haberlo abandonado a tan temprana edad.
Eva blanquea los ojos, está claro que la he exasperado. Así que pongo ojitos de cordero yendo al matadero para que su endurecido corazón se ablande.
— ¿Qué te hace pensar que dejaré el trabajo?
¿Eh? Pensé que en esta conversación el único que hablaría era yo, ya que Eva parecía querer no hacerlo.
—Pues, hoy no fuiste y Cassia ha dicho que estabas tomando una decisión y...
Me interrumpe. —No te conozco y tampoco es como si me estuviera muriendo por hacerlo —Auch. Sin haberme tocado un pelo Eva me ha dado un golpe bajo—, así que acepto tus disculpas. Pero no comparto tu comportamiento. Y el que debería tratar sus traumas eres tú.
No pensé que sería tan fácil, pero me doy por servido. Creo que Pietro estaba en lo cierto Eva es el ser más dócil que he conocido.
—Bien. Gracias por tu consejo. Lo tendré en cuenta.
—Bien. Ya me puedo ir. —No es una pregunta, me lo está informando. La tomo del brazo apenas da un paso para irse.
Su cuerpo nuevamente se estremece. Es como si tuviese miedo a que mi contacto sea agresivo, que claramente lo fui ayer. Pero no lo volvería a hacer. Ni a ella ni a nadie. No soy esa clase de persona y me cabrea que ella lo crea. Ahora entiendo porque ha aceptado tan rápido mis disculpas tiene miedo de que si hace lo contrario yo responda mal.
—Lo siento. —Es lo primero que sale de su boca. —Pero debo ir con mi hija.
Ahora se está excusando. —No te preocupes, yo lo entiendo. El que tiene que disculparse soy yo, no debo tocarte como si nada. Yo lo siento. Sólo quiero asegurarme que seguirás trabajando con mi hermana.
—Usted debe saber mejor que nadie esa respuesta. Ayer le dejó claro a su hermana que debía tomar una decisión sabia. Permiso.
Como si estuviese huyendo de mí veo a Eva perderse entre las madres de familias y los pequeños niños que corren de un lado para otro.
Llego al estacionamiento en pocos minutos, Pietro está al teléfono cuando me uno a él en el asiento de copiloto. Finaliza la llamada al segundo.
— ¿Cómo te fue?
—No lo sé. He de suponer que bien. Aceptó mis disculpas.
—Mmm. Te dijo algo acerca del trabajo. —Él está tan angustiado como Cassia de que Eva decida abandonarlos.
Y eso sería mi perdición. Dieciocho años de mi vida he visto pasar a una docena de niñeras. Cassia desesperaba e irritaba a todas ellas. Y es obvio que ella no quiere lo mismo para su hijo. Y como es culpa mía que el estado de Eva sea incierto, Cassia me lo recordará cada que me deje al cuidado de Tom.
—No. Así que a esperar.
Pietro me asesina con la mirada. —Tú te encargarás del cuidado de Tom si Eva nos deja.