Lo Que Soy

CAPITULO 8

—CAPÍTULO 8— 

EDUARDO 

Eva me da una mirada confundida. No sé qué está pasando por su cabeza, pero al parecer no cree que yo me haya ofrecido a llevarla. ¿Qué tiene de malo eso? No es como si fuese a casarme con ella. Su ceño empieza a fruncirse cuando me acerco a ella para tomarla del brazo e irnos. Eva aleja su brazo de mí, se despide de Cassia y empieza a caminar fuera de la habitación. Antes de seguirle el paso a Eva le pido a mi hermana que baje a la sala para acompañar a Julieta mientras no estoy en casa.    

Llego al primer piso y escucho el sonido sordo de la puerta al cerrarse, Eva ya está afuera.  Me fijo si en la sala sigue Julieta, pero no la veo así que salgo de la casa sin avisarle. En el patio me espera Eva con los brazos cruzados. Parece estar molesta. Antes de abrir el auto me detengo frente a ella y la encaro, ella, cómo no, evita mi mirada. Tomo su brazo izquierdo para inmovilizarla, ella se queja cuando aprieto más el agarre. No estoy apretando fuerte y me preocupa el hecho de que la haya lastimado. Suelto el agarre y alzo su mentón para que sus ojos me vean.   

  —Perdón si te he hecho daño.   

  —No me toques. —Masculla.   

Veo en su mirada que tiene el impulso de asegurarse si su brazo se encuentra bien, por ende, yo tomo la iniciativa. Tomo la solapa de su chaqueta y lo deslizo por su brazo. Eva intenta evitar que siga bajando, pero no me detengo, quiero saber por qué soltó ese gemido e hizo una mueca de dolor. Trago seco. El brazo de Eva está amoratado y la marca de una mano está grabada en su piel. Recuerdos de lo bruto que fui el viernes con ella vienen a mi mente. Me aparto de ella por instinto. No quiero estar cerca a Eva, no después de lo que hice.   

Por el amor de Dios, ¿cómo fui capaz de perder la cordura? ¿Cómo pude lastimarla de aquel modo?  Cuando decido por fin hacerle frente a esta situación Eva ya se subió la manga de su chaqueta y da un respingo cuando me acerco a ella.   

—No me tengas miedo, Eva. Por favor. —Suplico.   

Soy testigo de cómo deja salir un suspiro y las lágrimas resbalan por sus mejillas.   

—No, no. No llores, por favor. —Torpemente intento enjugar su rostro.   

Eva absorbe por su nariz e intenta calmar su sollozo, tirita cuando una fuerte corriente de aire choca contra nosotros. Acorto más el espacio entre nosotros, acuno mis manos en su rostro y la obligo a que me vea a los ojos.   

—Perdóname, Evangeline, por favor, perdóname. Estaba… ¡Dios! ―Me tiro de los pelos― No hay excusa que valga, pero, perdóname y haz que está culpabilidad no me consuma más.  

Porque sí, la culpa me está matando. Jamás he maltratado a una mujer, por lo contrario, lo repudio con todo mí ser. Joder. Mi hermana fui víctima de maltrato por años, yo simplemente no podría hacerlo. Pero a Eva se lo hice. Los moratones iban a desaparecer, la marca de mi mano también, pero el recuerdo de lo bruto que fui con ella estará grabado en su mente.   

La he condenado de por vida.   

Aparto mi frente de la suya, no sé como, pero acabé pegada a ella de esa forma tan intima. Eva toma mis muñecas con sus manos para luego apartarme de su rostro.   

Sorbe la nariz y aclara la voz antes de dirigirse a mí. —Perdona, no fue mi intención echarme a llorar.   

  ¿Qué acababa de oír? No es posible que ella otra vez se estuviese disculpando por algo que no hizo.   

―No puede ser que seas tan buena. Soy yo el que no parará hasta que me gane tu perdón. ¿Tu brazo está bien? Podemos pasar por una farmacia.   

―No te preocupes, estoy bien.   

―Pero necesitas una pomada.   

―Lo que necesito ahora es descansar. Por favor, llévame a casa.   

No lo pensé dos veces. Le abrí la puerta de copiloto y esperé hasta que estuviera dentro y con el cinturón puesto para poner en marcha mi auto. Mientras conducía no dejé de darle vueltas al hecho que debía ganar su perdón y su confianza. Cada tanto la miraba de soslayo para comprobar que se encontrara con vida. Eva no había hecho ningún movimiento más que respirar y parpadear.   

Por fin había conseguido pensar en algo que abriera la posibilidad de su perdón. Como no quería asustarla más de lo que ya estaba le expliqué que me detendría un momento porque tenía cosas que comprar. Eva me dio una mirada de reproche, sé que quería llegar lo más pronto a casa y por eso debía ser rápido.   

 

EVANGELINE    

No sé a ciencia cierta qué está tramando Eduardo. Regresó del autoservicio con un par de bolsas. Por mi parte, soy consciente que ha comprado chucherías, así que decidí no preguntar. Por hoy he tenido suficiente. Desde que el pequeño Tom había sido vacunado hasta la insoportable forma de ser de Eduardo.   

¿Por qué permití que viera el moratón?   

No me sorprendió que se volviera a disculpar, lo que sí lo hizo, fue el pavor que llenó sus ojos. Vi como esos hermosos ojos azules pidieron a gritos mi perdón. Vi a Ed como se lamentó en el alma haberme tocado siquiera un pelo aquel viernes. Vi el destello de miedo cuando supuso que yo le temía. No estaba tan alejado de la verdad. Lo que es cierto es que soy más temerosa que ninguna.   



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En el texto hay: problemas familiares, romance, amores

Editado: 09.11.2020

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