Lo que sucedió con Anna Kenz

Capítulo 2

—¿Ha mentido, señorita Athens? —inquiere el director Roberts, una vez me hallo sentada.

—¿Ha olvidado sus modales, señor Roberts?

—Por supuesto que no, pero usted me debe demasiadas respuestas.

—Bueno, buenos días, señores. Y déjeme decirle, director, que mi respuesta es la misma que la de usted. Negativo.

Él se cruza de brazos acomodándose en su silla giratoria mientras que el agente que fácilmente puede confundirse con la nueva pieza de decoración de su oficina simplemente me mira. Como siempre.

—No es lo que me han dicho, ¿sabe?

Frunzo el ceño ladeando la cabeza. Con que tengo a alguien queriendo jugar a las mentiritas conmigo…

—¿No se le ha ocurrido que el farsante aquí es otro? Mire, no le preguntaré quien ha sido porque me da igual, pero considero que el hecho de que me haya llamado es absurdo y no hay motivo para que yo esté aquí.

Consecuentemente, me levanto dispuesta a irme.

—Señorita Athens… —pronuncia el supervisor ingresando a la oficina, interrumpiendo mi escapada—. ¿Ya se va?

—Aún no. Athens, siéntense —responde el director.

Cierro los ojos buscando una pizca de tranquilidad y me giro hacia él, cumpliendo con su orden.

—Señor Koch, usted también, por favor. ¿Dónde está Dev, Jobs?

El supervisor Jobs, sonrojado a más no poder, baja la mirada.

—No está en… condiciones, pero ya fue atendido en la enfermería. No se preocupe, señor Roberts.

El director entrecierra los ojos, rodeado de un aire tenebroso. Pobre de Jobs cuando se entere de que un alumno se drogó cuando él debería de evitar ese tipo de actitudes y situaciones.

—Cuando termine con los chicos te quiero aquí junto a la enfermera —informa captando la actitud desconfiada y avergonzada del supervisor.

Cuando se retira, la atención del hombre se centra en nosotros dos solamente. El agente sigue sin mediar palabra. Ideal, ¿no?

—Bueno, Athens… Dudo realmente que un número tan grande de personas venga con lo mismo. Solo dígame, ¿estuvo o no esa noche?

Marc ladea la cabeza para mirarme, así, finalmente todos están mirándome.

Enarco una ceja, aunque no puedo evitar sentir la incomodidad de ser observada por los tres.

—No.

Lo veo respirar profundamente mirando al techo por un momento.

—Todos creen que tiene algo que ver, ¿lo sabía?

—No me importa.

Marc niega con la cabeza sonriendo levemente.

—¿Tienes algo que decir, Koch? —inquiero retadora, captando su burla.

Él borra la sonrisa y me mira directamente a los ojos.

—Te ves absurda intentado no demostrar tus emociones.

Me giro completamente hacia él. ¿No demostrar mis emociones? ¿Absurda?

—No tengo nada que ocultar, ¿y tú, Marc? ¿Tú tienes algo que ocultar?

—En lo absoluto, tampoco soy el sospechoso aquí.

Entreabro los labios, sorprendida, volteando a ver al director. ¿Soy la sospechosa de la que habló Amanda, entonces? Debo decir que quizás si lo pensé, pero no creí… Quiero decir, hay demasiadas personas en el instituto.

—Basta los dos, esta no es una reunión de críos —interrumpe el señor Roberts.

—¿Qué es lo que le dijeron? ¿Qué estuve esa noche? ¿Cómo se supone que ellos lo pueden afirmar, eh? Dicen que era una reunión privada, nadie más que un grupo de reducidas personas sabía de lo que pasaría en la madrugada, ¿no le parece sospechoso?

—Hablaron de su relación con ella.

Me acomodo incómoda en mi asiento todavía más incómodo que la situación en la que me encuentro.

—¿Sí? ¿Y qué relación tenía con ella, según lo que sabe? —inquiero, formulando una sonrisa leve a duras penas y forzando un tono burlón.

—Bueno, eran buenas amigas hace unos años, pero ya no lo son. ¿Por qué, señorita Athens? Según tengo entendido, ni se dirigían la mirada desde hace… ¿dos años? Si no era para lanzar dagas de odio a la otra.

Aprieto los labios entre sí y solo le observo sin dar indicios de querer responder, porque no quiero, y él, al percatarse de mi actitud a la defensiva, centra su atención en Marc.

—Señor Koch, usted tampoco se queda atrás y creo que lo sabe a la perfección. Dígame, ¿a qué se debieron sus encuentros fortuitos con la señorita Riddle? No fueron tan discretos como hubiesen deseado, créame.

Sorprendida, veo a Marc, que ante las palabras serias del director, aprieta la mandíbula y se cruza de brazos.

—Se equivoca conmigo. Jamás le haría daño.

Desconcertada, observo como el director y él llevan a cabo un duelo de miradas retadoras. Eso ni siquiera me importa, pero… ¿él y Anna, en una posible relación? Que es lo que dejan entrever sus palabras.

Entrecierro los ojos, mirando un punto cualquiera de la pared detrás del director, pensativa. Una parte de mi cree que no es posible, y la otra, la otra simplemente dice que es más real que el anillo de oro que llevo en la mano derecha.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.