Despierto. Despierto sintiéndome enferma, con las manos temblando, apretujadas, como si todavía tuviese el cuello, débil, frágil entre los dedos.
Voy a vomitar.
Me reincorporo lentamente, intentando canalizar las imágenes débiles que siento desvanecer en mi mente. No puedo olvidar, aunque lo desee, porque… por un momento, llegué a creer que era real. Que… que realmente estaba atrás en el tiempo, como un monstro entre sombras buscando a la víctima perfecta.
Temí de mi misma, del modo pulcro de mis movimientos, de mi precisión, de lo que mis manos estaban haciendo y del modo en el que no podía evitarlo.
Voy al baño y remojo mi rostro en un intento en vano de eliminar la tensión en que me engulle con crueldad.
Después de desayunar en silencio, me aseguro de tener la casa sola, aunque no es novedad, y cojo el móvil.
—¡Alex! Faltaremos a clase, es viernes de todas formas y nosotras ya tenemos planes para hoy, chica.
Y aunque sueno alegre, ya desearía yo tener un poco de esa emoción.
—No sabes todo lo que descubrí, te juro que no te lo imaginas ni de cerca. —Alex no para de chismosear, creo que ya estoy al tanto de cada chisme del instituto. Bueno, es la amiga que me tocó—. Primero a esta tienda. Bueno, lo que decía, esta vez tiene que ver con Matthew. Lo pillé en su casa con Amanda, no sé qué estaban haciendo juntos pero…
Alzo la mirada de mis pies para verla por fin. Se encamina con su típico andar coqueto a una tienda e ingresa sin percatarse de que no estoy siguiéndola.
Juro que he deseado cada noche que Matthew no esté metido en el tema como aparenta, pero empiezo a sentir que no solo es eso.
Apresuro mi andar hasta alcanzar a Alex que ya se encuentra revisando una blusa que parece tener brillantina.
—…y te prometo que no grité, ni empecé a blasfemar, llamando a mi conjunto de insultos malignos de una forma delicada. Pero así fue. Primero Matthew y después Jhonny, ¿por qué demonios tengo tan mala suerte? He estado pensando…
—¿Has estado pensando? —inquiero interrumpiéndola con burla. Me fulmina con la mirada y continua, sin siquiera percatarse de mi ausencia por unos segundos.
—He estado pensando que quizás se deba a mis bubíes. ¿Te acuerdas de Rick? ¿El que me dejó por la chica con los melones más grandes que todos los planetas reunidos? Bueno, pues no es el primero en dejarme por una de esas. Tiene que ser una señal, ¿no? Quizás deba empezar a ahorrar para una ciru…
—O quizás debas dejar de hablar sin pensar, porque es obvio que solo has divagado. Tu mente no ha craneado siquiera un poco, linda. Entonces… ¿puedes repetirme lo de Matt? No puedo creer que lo haya hecho, y si no me lo repites no me lo creo —hablo con la incredulidad bañando mis palabras, aunque claro, no tengo ni idea de lo que él hizo. No puedo creer lo mala amiga que soy.
—Bueno… Todos los días en los que he sido cruelmente ignorada por Matthew… estaba con Amanda. ¡Con Amanda! La bruja Amanda —suspira con desgano. No puedo entender como es capaz de cambiar de humor en un segundo.
Suelta la prenda que estaba bajo su duro escrutinio y la deja en un sitio.
—Tiene un hilo colgando —explica, caminando a otra prenda, pero es evidente que ya no está tan alegre como cuando vino. Es más, ni siquiera está sonriendo—. Esta es perfecta para ti.
Cuando me tiene un top gris con un bordado delicado en los bordes, lo cojo con una leve sonrisa. Ha tocado mi punto débil respecto a la ropa, pero verla tan desaminada de pronto me hace detener un segundo.
—Sabes que… —me aclaro la garganta antes de continuar—. Sabes que puedes hablar conmigo cuanto necesites, pero solo hasta que Matt deje de comportarse como un idiota.
Con una nueva sonrisa, me abraza con fuerza.
—Gracias, ya sabes… Quizás Matt tenga un don para escucharme y apoyarme, pero saber que estás haciendo esto por mí significa mucho para mí. Sé que somos muy distintas y…
—Alex, de verdad, no es necesario que te pongas cursi —indico con una sonrisa incomoda.
—Oh, sí, sí, lo siento. Ya sé, poco espacio —farfulla con falso enojo. Sonrío verdaderamente cuando se aleja y continúa escogiendo ropa, retomando su ánimo alegre y juguetón.
Pero es cierto que es solo una fachada.
Apenas consigo escapar de Alexia y su amor por “la moda” o lo que cree ella que es la moda, me encamino escurridiza a una tienda que conozco de sobra.
Cuando ingreso, no hay siquiera una dependienta atendiendo. Recorro la tienda buscando a alguien a quién poder interrogar, pero aparentemente se me adelantaron.
Como todos.
Me acerco a la puerta de donde proviene el sonido y, en silencio, cubriéndome tras la mesada y la caja registradora, intento oír lo que la voz de la única dependienta de todo el mundo de la que me acuerdo, dice.
—Sí… sí, e-ella estuvo aquí poco después de que la anunciaran desaparecida… Me... me dijeron que no podía soltar prenda o… o iban a…