Lo que trajo la ceniza

3. El entrenamiento

Llevaba caminando dos días sin parar y las provisiones empezaban a escasear. Por suerte, el pasaje oculto seguía abierto y había despistado a una patrulla de xarianos. Yari se encontraba en pleno ascenso del pico Vidrio, la montaña al sur de Malist, y sus piernas flaqueaban. Había seguido un sendero angosto durante varias horas y no había rastro de vida en aquel paraje, ni el más mínimo canto de pájaro. Además, respiraba con dificultad debido al cambio de altura. Al fin, encontró un camino más estrecho pero firme que le llevó, poco a poco, a la parte más alta de la montaña. Yari llegó a una especie de pequeño valle cerca de la cima y vio una extraña cabaña encaramada en la roca. «Debe ser aquí». Comenzó a andar hacia su destino pero en ese momento el hambre y la falta de energías hicieron mella. Una sensación de ahogo le invadió y cayó como un fardo. Oscuridad.

Bastones colgando de la pared. Innumerables bastones de madera de todo tipo de formas y tamaños colgados de la pared, y entre ellos la espada de su padre. Yari se despertó en una pequeña cama. Estaba bastante mareado pero aun así llegó a ver a su derecha una mesa y unas cuantas sillas. En una de ellas estaba sentado un anciano de espaldas. El pelo canoso que rodeaba su curtida calva tenía un aspecto algodonado. A pesar de su apariencia frágil agarraba con fuerza un largo bastón. Fuera el débil sol matutino empezaba a iluminar la estancia en semipenumbra.

—Estamos en el salón de los bastones. Llevas durmiendo un día entero y te he estado observando. Mi nombre es Dun–Thi —dijo la misteriosa figura.

—Eh…

—Intuyo que vienes a recibir entrenamiento. Alguien debió informarte de mi existencia… ¿vienes de Malist, verdad? —volvió a hablar la voz.

—Sí… así es… cómo sabe… espera, ¿me he desmayado?

—El aire aquí es algo especial, pero te irás acostumbrando. Supongo que tienes pensado estar aquí un tiempo.

—Sí… —contestó Yari, todavía con un fuerte dolor en la frente y a la altura del pecho.

—Presiento que persigues un propósito justo, sí… Muy bien. En media hora quiero verte aseado y en la linde del bosque. Abajo está la que será tu habitación —dijo indicando una trampilla en el suelo.

Yari vio como aquel anciano abandonaba la estancia por la pequeña puerta y, asimilando todas las palabras del que ahora parecía ser su nuevo maestro, se dirigió al exterior bajando por una escalerilla de madera. Desde abajo vio de nuevo la cabaña. Era una extraña construcción encaramada en un árbol que se apoyaba, a su vez, en el muro de roca. Las paredes estaban hechas de vidrio de color verde oscuro y el techo estaba cubierto de pizarra negra. La pequeña escalerilla de madera unía el segundo piso de la casa con el suelo. A ojos de Yari todo el conjunto desafiaba claramente la gravedad. Se lavó lo mejor que pudo con el agua cristalina del arroyo que corría junto a la cabaña y luego se puso su nueva indumentaria. Aunque en los últimos meses había crecido bastante, entró sin problema en la túnica de entrenamiento de color blanco ligeramente amarillento. Por último, Yari se colocó una cinta verde en el pelo y, como tenía algo de tiempo, exploró el nuevo entorno. El valle era pequeño y, aún a gran altitud, había bastante vegetación de un tono oscuro, casi ceniciento. Rodeó la casa con paso cauteloso. Todavía le dolía un poco la cabeza pero se encontraba mejor. Se dirigió a la linde del bosque. El anciano Dun-Thi ya se encontraba allí. «Así que este es el sabio maestro del que me habló mi abuelo».

—¿Qué tal, te encuentras mejor, muchacho? Bien, vas a recibir un duro entrenamiento. Todos los días efectuarás las mismas pruebas, menos una prueba especial que comenzarás a practicar cuando estés preparado. La primera prueba trata de la energía vital, ya que este entrenamiento no solo te preparará para manejar la espada. Conseguirás mucho más —dijo el maestro, golpeándose pausadamente con el dedo índice en la sien derecha.

—Estoy un poco confundido.

—Tranquilo, te acostumbrarás. En este bosque hay siete manzanas con una pequeña parte de mi energía, como ésta —dijo el maestro mientras jugueteaba en su mano con una manzana de un verde pálido—. Debes localizarlas concentrando tu mente y traérmelas. Hoy tienes todo el tiempo que necesites pero después todos los días tendrás un límite. Debes perfeccionar tu tiempo todo lo que puedas, ¿lo has entendido?

—Sí… maestro.

—¡Pues comienza la prueba!

Yari se internó en el bosque a gran velocidad. Súbitamente se sentía renovado, no en balde había dormido tantas horas. Se subió ágilmente a un gran árbol y pensó: «En este bosque habrá miles de manzanas pero debo encontrar las elegidas por el maestro». Yari concentró su mente y pensó en la imagen del anciano Dun-Thi, intentando encontrar su energía.

Mientras tanto el maestro esperaba en la linde paseando de un lado para otro. «Este muchacho me impresiona. Se ha forzado para llegar hasta aquí y en apenas unos minutos ha asumido su nueva situación y se ha puesto a trabajar. Posee espíritu de sacrificio pero… ¿con eso bastará?»

 

 

Yari había estado concentrando su mente durante horas sin ningún resultado. Aquella prueba había empezado a exasperarle. «Esto es demasiado. Ya he perdido suficiente el tiempo con este viejo. En vez de empuñar una espada estoy buscando manzanas. ¡Ridículo!». Justo cuando iba a abandonar, Yari percibió una débil presencia a poca distancia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.