Lo que un trato me dejo

1. Un trato

—¡Ey! — Llamo Harriet empezando a chasquear sus dedos frente a mi cara con intención de captar mi atención— ¿Me vas ayudar a colgar esto o te piensas quedar ahí todo el día?

Pregunto molesta y con las cejas alzadas.

Llevábamos alrededor de casi media hora en lo mismo y ya yo me estaba hartando de sujetarle el banquito.

Con los ojos en blanco tome de este e intente que no se siguiera tambaleando con ella arriba. Cuando consiguió que su cuadro se viera como más le gustaba sobre la pared. Sonrió satisfecha y soltó un suspiro de cansancio.

Ella amaba ver sus obras por toda la casa y mis padres, claramente amaban alardear sobre ellas.

—De nada— solté con desgana apena ella bajo frente a mí.

Harriet me miro unos cuantos segundos y finalmente sonrió. Beso mi mejilla en un rápido movimiento y se giró hacia el sofá.

Harriet era mi hermana mayor. Tenía unos diecinueve años recién cumplidos y solía ser bastante intensa, aunque con el tiempo te lograbas acostumbrar.

Era un tanto más bajita que yo, tenía unos lindos ojos verdes y la piel morena, casi bronceada.

Solía llevar su cabello castaño igual de largo que yo y nunca usaba una coleta ni trenzas, pues decía que los pintores no debían tener molestias en la cabeza.

Lo sé, raro

Ella, era bastante parecida a mí, y aunque a ninguna de las dos le gustaba admitirlo teníamos las mayores de las similitudes.

—Te hare un retrato en símbolo de agradecimiento— Ironizo restándole importancia—. En fin. Esta noche voy a salir— anuncio con emoción—. Jayden volvió y te tocara a ti, cuidar de las demás

No había terminado de escuchar el resto porque mi cabeza solo se concentró en el nombre que acababa de decir.

Casi pierdo el equilibro de solo imaginarlo

Tuve que rascar mi brazo con nerviosismo y tragar grueso para actuar con normalidad.

Jayden, más conocido como J.J —Aunque solo su novia le llamaba así—. Era el hombre por cual había estado loca y perdidamente obsesionada toda mi vida. Bueno, parte de mi adolescencia.

También, era el novio de Harriet, la chica con quien había estado manteniendo una conversación en los últimos diez minutos y con quien había compartido mi vida entera.

No fue hasta que un grito externo a nosotras me hizo reaccionar.

—Espera ¿Qué?

Pregunté con desconcierto cuando vi a Danna correr frente a mí.

Llevaba el cabello rubio despeinado, algo que parecía un pendrive y una sonrisa maliciosa en su cara.

—Que esta noche voy a…

—No voy a cuidar de nadie— la interrumpí—Te dejaron a cargo a ti.

Candace, bajo hecha humos y cuando Danna se dio cuenta rio fuerte y se escondió en el baño.

Tuve que doblar los ojos por lo que venía.

Harriet no le hizo demasiado caso, y volvió a mi.

—Lavare los platos por ti. Tengo casi dos semanas que no lo ve…

Pero su relato fue interrumpido cuando nuestra hermana menor golpeo la puerta del baño con fuerza.

—Danna, dame eso— suplico con desespero— Pierdo ese maldito pendrive y pierdo mi vida entera.

Otra risita de niña se escuchó.

Tuve que ser yo quien tomara las riendas del asunto.

—Danna, dale el pendrive.

—Llamaremos a papa— me siguió Hart frente a mi frunciendo el ceño con seriedad.

Al ver que no tuvo una respuesta, gruño.

—Me encantaría quedarme a dar regaños, pero Jayden, vendrá en cualquier momento— volvió a decir—. Suerte con esto— me consoló colocando una mano sobre mi hombro— Yo iré a cambiarme.

Genial

—Danna o abres la puerta, o juro que le cortare la cabeza a todas tus muñecas.

Amenazo Candace con la cara roja de rabia.

—¡No! — chillo desde adentro—. Está bien, está bien— salió del baño alzando sus manos en defensa— Ten.

Le tendió el pendrive y Candace se lo arrebato con molestia.

Finalmente, Cands me dedico una mirada rápida y se fue de ahí.

Negué con mi cabeza y mire a la rubia con desapruebo.

—Le diré a papa.

Intente amenazarla otra vez, pero mi amenaza se perdió en el aire cuando Danna hizo una mueca y se burló de mi repitiendo mis palabras en un tonito más chillón que su voz.

Tuve que suspirar de cansancio cuando la vi irse por el mismo lugar.

Si, esto en definitiva era cada vez más cansado.

Con Candace una adolecente en proceso, Danna una niña de siete años bastante traviesa y Harriet una hermana mayor intensa, probamente me iba a volver loca.

Y sin contar que yo aún era otra adolescente de diecisiete años que intentaba no colapsar en proceso.

Proceso que, si no fuese divertido, me hubiese llevado al suicidio hace unos años.

Aun así, mis hermanas eran todo para mí.

A pesar de que las cuatro éramos casi la misma persona físicamente, — sin contar el cabello rubio de Danna y mis tristes ojos marrones— en personalidad éramos completamente distintas.

Candace era una niña un poco. ¿Incomprendida? Una chica dulce, enamoradiza y que definitivamente nunca se quedaba callada … Pero, también era bastante sensible. Casi todo le afectaba el doble, pero intentaba hacerse la fuerte.

Harriet era la mujer más segura de sí misma que yo alguna vez pude conocer. También, era responsable y autoritaria. Además, casi siempre era sarcástica y odiosa a primera vista. Podía ganarse el odio de cualquiera con solo dedicarle una mirada. Pero, por si fuera poco, también tenía la vida completamente planeada… algo que claramente Candace y yo admirábamos en secreto.

Por ultimo Danna, era una niña única. Amante del deporte y las muñecas. Tenía una risa contagiosa y una humildad e inocencia que deseaba mantuviera por el resto de su vida.

A pesar de eso, era lo que seguía de traviesa y eso la convertía en un pequeño demonio.

Y sí, yo sé. Aun, falto yo.

Violett.

Pues yo me auto catalogaba como un chica dulce, graciosa e impulsiva. También, era bastante segura de mi misma — no tanto como Harriet— pero lo era. Claramente también tenía inseguridades… Más de las que yo quisiera admitir. Solía sobre pensar demasiado y como Candace, era bastante sensible.




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