Lo que un trato me dejo

13. Paletas de caramelo

—Dios mío. Lo siento— se disculpó, apenas se dio cuenta que había dejado caer mi teléfono por su culpa—. No quería asustarte.

Se agacho, y en un rápido movimiento, lo tomo. Miro la pantalla, y cuando confirmo que no le había pasado nada, sonrió aliviado.

—Tranquilo— le sonreí con dulzura quitándole importancia a la situación— Hola

Jayden, quien estaba parado frente a mí, dejo escapar el aire y se acercó a mi rostro, para besarme la mejilla.

Sentí mi corazón dar un vuelco, cuando el agradable olor su perfume entro por mis fosas nasales impregnándome de su fragancia

Olia espectacular.

Se veía mucho más guapo de lo normal. Usaba unos jeans negros ajustados que le sentaban demasiado bien. Su cabello desordenado y su típica sonrisa perfecta

No pude evitar devolverle la sonrisa con severa emoción.

—Te ves bien— admití sin dejar de observarlo descaradamente.

Basta Violett.

Alzo su ceja divertido, y se miró a sí mismo como si no hubiese esperado ese cumplido de mi parte.

—Tu si que te ves, hermosa— respondió, sonando completamente sincero.

Tuve que sonreí a lo tonto.

Esa era la primera vez que Jayden me llamaba así.

Hermosa

—¿Me dirás a dónde vamos? — pregunte impaciente desviando la tensión.

—Eres igual a Harriet. — Se quejó pasando su brazo alrededor de mis hombros como solía hacer antes— ¿Es de familia ser tan desesperada?

—Soy ansiosa, no desperada— me defendí, empezando a caminar a su lado.

—Es cerca de acá. Te encantara

Esa tarde, mantuvimos una conversación demasiada animada mientras nuestros pies se movían al unísono. No pude evitar sentirme feliz a su lado, —por alguna extraña razón el pasar tiempo con junto a él, me llevaba a los viejos recuerdos—.

Agradezco demasiado a la Violett de catorce años por haber disfrutado esos momentos. Creo que si nunca me hubiese atrevido a hablarle nada de esto estaría pasando, —podría incluso creer seriamos solos conocidos justo ahora. —

—Bien, bien cierra los ojos— pidió haciéndome fruncir el ceño divertida— ¡Vamos, Vay! — me animo.

—La última vez que me hiciste hacer eso de cerrar los ojos no término muy bien— le recordé cruzándome de brazos.

—Pero eso fue un accidente— se apresuró a decir con desespero—. Además, no fue mi culpa— aseguro— Harriet te empujo.

Si eso lo sabía muy bien.

—Lo sé, pero tu estabas a cargo. — Me queje aun riendo—. Debiste cuidarme.

Soltando un pequeño resoplido volvió a hablar.

—Está bien. Lo siento por dejarte caer— dijo aburrido— Ahora, ¿Confías en mí?

¿Qué si confiaba en Jayden?

Creo que eso se respondía por sí solo. Estaba segura que podía entregarle mi vida entera, por más enfermo que sonase

—Okey…— cerré mis ojos colocando mis palmas sobre mi cara— Si me dejas caer, te juro que yo...

—Cierra la boca— me interrumpió tomando mis brazos para empezar a guiarme.

En el momento que sentí su tacto no pude evitar comenzar a sentirme nerviosa. Quise rascarme, pero no podía soltarlo.

Termine quedándome con las ganas.

Comenzamos a caminar en silencio por no sé dónde, hasta que en menos de cinco minutos el dejo de hacerlo haciéndome parar por inercia.

—Esto es raro— admití en voz alta haciendo que el chico a mi lado chasqueara con su lengua— ¿Ya los puedo abrir o...?

—Hazlo

Una vez decidí abrir mis ojos —y quitar mis manos de la cara— mi boca cayó al suelo. Era demasiado incluso para mí, no podía creerlo.

¿Cómo mierda nunca supe que este local existía?

—¿Te gusta? — pregunto nervioso haciéndome sonreír de inmediato.

—Si yo... eh— comencé a balbucear sin saber que decir exactamente. Estaba demasiado sorprendida por la cantidad de golosinas que tenía a mi frente— . Voy a llorar— solté dramáticamente haciendo que la riera.

—Ven, entra— me hizo un gesto con su cabeza para así poder comenzar a caminar dentro de la tienda—. Un amigo me dijo que iban a cerrar esto— explico al mismo tiempo que pasaba alrededor de las maquinas con caramelos— Y hace unas semanas... le dieron esto.

Señalo la gran pared con millones paletas de caramelos, las misma que había hecho que Jasper me comprara en aquella gasolinera

—Dios mío…

— Apenas la vi supe que te encantaría…Mira, hay...

—Esto...— susurre interrumpiéndolo una vez me tope con más de mil sabores diferentes—. Yo he buscado esta por años...— mencione tomándola con mis manos como si fuese una reliquia

Desde pequeña he tenido una extraña obsesión por las paletas de caramelo. Las amaba, estaba increíblemente obsesionada con ellas, era raro no verme con una en la mano.

Mis padres solían comprarme de a montones porque sabían que era mi golosina favorita. Con el tiempo, mama creyó que había vuelto esto una obsesión, es por ello que me prohibieron la compra excesiva de por vida.

Al dejar de comerlas, ya no me gustaba de la misma manera. Aun así, cada que podía me compraba un par.

Mi amor por las paletas de caramelos nunca ha desaparecido

Hasta la fecha, existen mil y un sabores de cada una. Acá en mi ciudad, las descontaron por un largo tiempo, y cuando volvieron se limitaron a traer no más de cinco sabores diferentes.

—Lo sé. — Admitió acercándose a mí— Esta es sabor patatas de McDonald's— frunció el ceño tomando la paleta con su mano— ¿Crees que sepa a eso realmente? — curioseo.

—No lo sé, pero la quiero— me encogí de hombros arrebatándosela de las manos— ¿Cómo es que van a cerrar este lugar? — pregunté mirando a mi alrededor. La tienda era bastante bonita— ¿Qué harán con todos estos dulces? — pregunte haciendo que su sonrisa se anchara.

Estuvo por decir algo cuando una mujer morena de unos treintayalgo salió de la puerta tras el mostrador.

—Lo siento, estaba arreglando unas...— calló una vez nos vio— Oh, hola Jayden— le sonrió amablemente— ¿Vienes a lo que me dijiste?




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